Central Argeo Martínez: De tal ingenio y empeño, ¿tal zafra?

No es secreto. Lo bueno, lo malo y lo regular de la actual contienda azucarera en el Alto Oriente depende solo de este, el único ingenio guantanamero en activo.

De ahí que las noticias de hoy, por su naturaleza, desentonen con los deseos y la urgencia. Hay una parte de culpa de unos aguaceros, y de ciertas “borrascas” que aletean sobre los cortes y el alza, azotan al cañaveral y al ingenio, y se interponen entre el esfuerzo y la meta.

Cerca de 34 000 toneladas de caña que el central Argeo Martínez no ha podido moler, de lo previsto para las 25 primeras jornadas de la contienda, justificarían un casi código rojo que le ayude a corregir los siguientes pasos, entre otros inconvenientes porque buena parte de la materia prima procesada ha llegado al basculador con retardo de hasta 90 horas y muchas veces quemada.

Algunos porqués

Laritza Pérez Beltrán, quien dirige las operaciones de zafra en Guantánamo, explica los criterios de quema de ciertas áreas de caña. “En algunos plantones hay pica pica”, dice, en alusión a la Stizolobium pruriens, un bejuco al que es mejor no acercarse.

A esa enredadera silvestre le gusta habitar los cañaverales, pero los cañeros con ellas no quieren trato, la evitan, le temen por la irritación desesperante que provoca en la piel.

También existen plantaciones de caña con dos años y medio, y hasta con más, que tienen demasiado material vegetal adherido, lo que dificulta su corte; quemadas se liberan de esa materia, y le exigen menos esfuerzo físico al machetero.

No obstante, la literatura científica afirma que la quema de cañaverales afecta la biodiversidad y el ecosistema, reduce la fertilidad natural de los suelos, y hace menguar la calidad de la materia prima fabril. Razones humanas y económicas aparte, se trata de un mal, por más necesario que a veces resulte.

En los casos de Guantánamo, las quemas se realizan cuando la razón lo aconseja en alguna área cañera de la agroindustria, y se ejecuta de manera planificada y bajo control, sostiene Laritza.

En una noche de zafra

“¡Qué rendimiento se puede obtener de una caña quemada que llega con atraso al basculador!”. Cuestionadora se oyó la frase del vice primer ministro Jorge Luis Tapia Fonseca, en su más reciente visita al ingenio.

Conoce bien estas lides, porque le ha tocado lidiar con centrales y cañaverales durante años. Identificó desajustes organizativos en el análisis del proceso fabril, instó a corregirlos, y propuso modos de hacerlo.

A las 7 y 21 minutos de una noche de la semana anterior, en compañía de las máximas autoridades políticas y del Gobierno en Guantánamo, el visitante se detuvo en el local que controla el tráfico de la materia prima que entra al basculador.

Vio carros que aguardaban demasiado tiempo por la descarga, y supo –por el registro– que en el campo había gramínea en espera de traslado a la industria, señal de discontinuidad en el flujo de suministro de materia prima al central.

Son puntos porcentuales que el bajo rendimiento deja escapar, toneladas de azúcar que no se producen. Tapia Fonseca lo probó a pie de industria, desnudó el “porqué” de unos cuantos “por qué”, y demostró que en el factor humano hay posibilidades de mejorar lo conseguido hasta hoy.

Y sin cuestionar el esfuerzo –porque aquí se hace–, reclamó mayor disciplina para optimizar el tiro y el flujo de caña, llevarla fresca al basculador, y reducir las paradas y los tiempos de interrupción. Bien explotada, esa reserva organizativa agregará toneladas de azúcar al saldo de una contienda que rema en un mar de complejidades, y andará así las 36 jornadas restantes, para completar las 61 planificadas.

Otras causas y ciertos azares

En las áreas de corte “ha llovido a intervalos”, dice Carlo Olivares Milá, administrador del ingenio. “La humedad en el terreno ha subido y, muchas veces, debido a ella, el corte y el alza se ralentizan”.

Problemas similares afrontamos en los caminos, subraya. “El fango dificulta y, en ocasiones, impide transportar a tiempo la caña; ese inconveniente le quita frescura”.

Fallas en conductores intermedios de los molinos, paradas que se reiteran por anomalías en las surtidoras de bagazo para la generación de vapor, problemas operacionales en la línea principal de molida y en los controles automatizados de las calderas, descarriles y parálisis en la estera de la mesa alimentadora de caña, trastornos aquí y allá sobre el coloso “reumático” de 162 años.

Impacienta el paciente con sus “dolores metálicos”; los achaques le ponen interrogante a la corrección tecnológica precontienda, de la que, se dijo al principio, garantizaba las condiciones de automatización para la eficiencia industrial y energética, y la calidad del proceso fabril.

Fundado en 1863, con el nombre de La Esperanza, ampliado su potencial, nacionalizado hace más de seis décadas, y reinscrito con su actual denominación, el Argeo Martínez sedimentó una experiencia que en una etapa lo condujo al sexto lugar entre sus homólogos del país, en cuanto a rendimiento industrial.

Pero esa cultura poco a poco se desvanece, lo que, junto a trastornos de naturaleza foránea, genera problemas como los señalados por Tapia en la sala de análisis de la industria. “Falta disciplina en los cambios de turno que se realizan aquí”, dijo, y comparó ese acto con la entrega de guardia en un hospital;  “es el momento para valorar las incidencias de la jornada y tomar decisiones”, sostuvo.

“Aquí se le pasa revista a los problemas e inconvenientes surgidos, se evalúan las causas y las medidas para solucionarlos”, persuadió, ante unos rostros negados a cejar en el empeño de hacerlo mejor.

Contra la deuda

Cerca de 700 toneladas le deben los azucareros del Argeo Martínez al volumen de azúcar que debían tener hasta la jornada 25 de la actual contienda, iniciada a destiempo. Aun así, asegura Carlo, el compromiso inicial no ha cambiado.

Dice que algunos inconvenientes ya están superados –a pesar de que otros resurgen–, vislumbra un periodo más favorable, de plantaciones en mejor estado, las que “darán más azúcar”.

El rendimiento industrial acumulado hasta ahora es de 5.79 (toneladas de azúcar por cada cien toneladas de caña molida), detalla por su parte Laritza, y agrega que, en las jornadas recientes, ese índice supera los 6.50; “buen síntoma, llegaremos a ocho”, adelanta Carlo; “las interrupciones van en descenso, el compromiso va”.

Aunque a simple vista parece imposible, central adentro es evidente el empuje de operarios y obreros de rostros indefinibles bajo la noche del Argeo Martínez. Ojalá por fin queden libres de esa suerte de maldición gitana disfrazada de interrupciones e ineficiencias, que año tras año los persigue desde hace más de una década.

Ojalá den motivos para un titular como el del 30 de abril de 2014, cuando sobrepasó las 26 000 toneladas de azúcar, casi cuatro veces el volumen que se proponen ahora: “Cumplió el Argeo Martínez, no obstante las lluvias”, anunció Granma en esa ocasión.

(Tomado de Granma)

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