Paradas frente al mostrador del organopónico de La Plaza, en Bayamo, cabecera provincial de Granma, dos ancianas examinan los mazos de lechuga recién sacados de los canteros, al tiempo que comentan cómo ha subido el precio de esa y de otras hortalizas.
Del otro lado de la tarima, a unos escasos metros de ambas clientas, Misleydis Naranjo Román, pionera en el programa de la Agricultura Urbana, Suburbana y Familiar (Ausuf) de este territorio, y representante de la hectárea de tierra en la que se siembran y cosechan los productos que se expenden en ese quiosco, asegura que hoy producir una libra de lechuga, de tomate, de pepino o de cualquier otro cultivo es un verdadero desafío, que le genera no pocos dolores de cabeza.
“Sabemos que muchas personas hallan caros algunos productos, y lo entendemos, pero, por ejemplo, adquirir el sustrato, que es rico en materia orgánica y esencial para estos cultivos, se ha convertido en un dilema. La empresa estatal responsable de su suministro casi nunca cumple con su cometido, mientras que el precio de los proveedores privados se ha disparado.
“Un viaje de 16 metros cúbicos cuesta alrededor de 22 000 pesos, que eso se lo lleva un cantero de los míos. Uno solo. Y yo tengo aquí 104 canteros de 40 metros. ¿Cómo sostenemos eso?”, se pregunta Misleydis.
“Antes la materia orgánica que suministraba la Empresa costaba un poco más de 300 pesos, y ahora se elevó a 2 400. No es barata, pero frente a los precios de las mipymes es mucho menor, aunque casi nunca prestan el servicio.
“Ahora mismo, un cantero que me puede dar cuatro quintales de lechuga, se me queda en 85 libras, porque es tierra contra tierra, y de dónde se va a alimentar la planta si no están disponibles los nutrientes, se lamenta la usufructuaria.
Desde el organopónico Las Marianas, ubicado en el reparto Las Caobas, la ingeniera agrónoma Esperanza Reyes Tamayo también sufre esas mismas tensiones con la materia orgánica.
“Hace unos días compré cuatro camiones de materia orgánica a una mipyme, y me costaron 83 200 pesos, que por la Empresa sale más económico, pero no tienen combustible para prestarnos el servicio del tiro del compost”, apunta.
Enrique Zamora Posada, administrador del organopónico del Edificio 18 Plantas, añade que es muy difícil bajar los precios cuando un componente esencial como la materia orgánica y otros insumos hay que adquirirlos a altos precios.
“Aquí estuvimos casi un año sembrando prácticamente sin materia orgánica, y aquello fue pésimo. Cuando logramos revertir la situación, se comenzaron a triplicar los rendimientos, apunta, y agrega:
“Nosotros llegamos a vender la lechuga entre diez y 20 pesos, pero hemos tenido que ir subiendo y subiendo el precio porque, si la vendemos más barata, no podemos pagar salarios ni invertir en la compra de materia orgánica, semilla e insumos».
De semillas, altos precios y otros entuertos
En el organopónico que lidera Misleydis —galardonado con la condición de Triple Corona Nacional, por sus resultados productivos durante años— han comenzado a guardar semillas de sus cultivos para abaratar los costos, pero sus esfuerzos no son suficientes. Variedades como la col china, la remolacha y la zanahoria dependen de importaciones esporádicas.
“Tenemos contrato con la Empresa de Semillas, y la Agricultura Urbana también tiene una finca para semillas, pero los precios han subido. Por ejemplo, una libra de semillas de lechuga que costaba cien o 200 pesos, ahora está en 2 800. Por eso hemos optado por producir toda la semilla que podamos”, refiere.
En tanto, Zamora Posada alude a otro de los problemas que afectan a unos cuantos organopónicos: la obsolescencia de los sistemas de riego. “Siempre estamos remendando e inventando para regar, porque las mangueras son muy viejas y no hay dónde comprarlas; algo similar ocurre, además, con las mallas que emplean los cultivos semiprotegidos”.
También sobre la mesa, Esperanza Reyes —quien lleva ya 25 años trabajando en su organopónico (merecedor de la categoría de Doble Excelencia, por su productividad en un pedazo de tierra de apenas 0.32 hectáreas)— pone dos temas que hoy limitan los mejores resultados del Programa.
“Por una parte, estamos limitados con el acceso al efectivo en los bancos, y casi todo el que te vende materia orgánica e insumos para la siembra no acepta transferencias. Y, por la otra, nos golpea mucho la falta de fuerza laboral, pues, aunque los salarios están por encima de los 10 000 pesos, no aparecen obreros para trabajar la tierra. Así es muy difícil producir más”.
Lo corrobora su homóloga Misleydis, quien asegura que, aun cuando el pasado mes de diciembre el salario de sus trabajadores alcanzó los 15 000 pesos, en ocasiones la fuerza mengua. “Queremos tener todos los canteros sembrados y elevar las producciones, pero hace falta gente”.
Cifras que suman y limitaciones que restan
Surgido en 1987, por iniciativa del General de Ejército Raúl Castro Ruz, el Programa alcanza su mayor relevancia en el actual contexto económico que enfrenta el país, y aunque el pasado 2024 aportó más de 1 387 000 toneladas de hortalizas, condimentos y otros productos, aún sigue siendo un desafío bajar algunos precios y lograr la estabilidad de las producciones de hortalizas una buena parte del año.
Granma, que se encuentra entre las provincias destacadas, podría incluso contribuir más, si se ajustaran algunos engranajes que hoy entorpecen mejores rendimientos.
Bien lo sabe el ingeniero agrónomo Alejandro Ramón Aguilar Castillo, director de la ueb de Cultivos Varios de la Empresa Municipal Agroindustrial de Bayamo —creada el pasado 2024—, quien asegura que no poder cubrir la demanda de materia orgánica para los 33 organopónicos existentes en la cabecera provincial de Granma, afecta tanto el rendimiento de esas unidades como la salud financiera de su empresa.
“La entidad cuenta con suficiente materia orgánica para abastecer los organopónicos del municipio, pero la gran limitante es la falta de combustible, para poder prestar el servicio del tiro a esas unidades. Hay pérdidas para ambos.
“En lo que va de este año solo hemos logrado suministrar a seis organopónicos, es decir que estamos muy lejos de cubrir la demanda”, refiere el directivo.
Asimismo, dice que, con la producción de semilla, han enfrentado una situación similar, al no disponer del combustible necesario para la preparación de tierra, aun cuando este año han buscado variantes, a fin de estimular la producción de las semillas que mejor se comercializan.
Por su parte, Yurien Valdés González, jefa del Departamento de Agricultura Urbana, Suburbana y Familiar en el territorio, reconoce que, aunque el pasado calendario se cumplió con el plan previsto de más de 131 000 toneladas en las diferentes modalidades de producción, incluyendo patios y parcelas con cultivos como col, col china, tomate, pimiento, lechuga, acelga, cilantro, cebollino y ajo porro, “la inestabilidad con la fuerza de trabajo y las dificultades con la aplicación de materia orgánica, lombricultura y compost han impedido alcanzar los rendimientos deseados, y eso representa un desafío adicional para este año”.
Valdés González explica que, entre las estrategias que se buscan para paliar esas situaciones, está optimizar la labor de las 13 fincas municipales de semillas, y en particular las de los municipios de Cauto Cristo y Bayamo, en los que se dispone de cámaras frías para la conservación de las simientes.
“En respuesta a la necesidad de generar nuestras propias semillas, hemos identificado a 84 productores, y está orientado que cada unidad reserve uno o dos canteros para su obtención”, subraya.
Lo cierto es que, para un Programa que aporta productos tan demandados por la población, y que cuenta con gente dispuesta a hacerlos producir, hay que crear estrategias eficientes para lograr la contratación de fuerza de trabajo, abaratar costos y sellar “grietas” que hoy impiden que en la mesa familiar haya más presencia de hortalizas.
(Tomado de Granma)