El central Enidio Díaz Machado, ubicado en Campechuela, marcó el cierre oficial de la zafra azucarera 2024-2025 en la provincia de Granma con resultados muy por debajo de lo planeado.
La unidad industrial apenas produjo 5 277 toneladas de azúcar, una cifra que representa solo el 27% de su meta establecida de 19 871 toneladas, aunque se destacó por alcanzar un estándar de calidad aceptable.
La campaña en Granma enfrentó obstáculos significativos desde su inicio. Entre ellos se cuentan retrasos en las cruciales reparaciones de los equipos e ingenios, atribuidos en parte a la extensión inusual de la zafra anterior, que acortó el período de mantenimiento.
Estos problemas se vieron agravados por recurrentes dificultades en el suministro electroenergético y complicaciones en la producción de gases industriales esenciales para el proceso, informó el periódico Granma.
El desempeño general del territorio fue deficitario. Solo se logró procesar el 35% de la caña planificada, que ascendía a 253 000 toneladas.
El bajo aporte de los otros centrales de la provincia fue determinante: el central Masó aportó solo el 6% de su capacidad, el Arquímedes Colina (Bayamo) el 7% y el Grito de Yara el 18%.
Ante la imposibilidad de producir azúcar crudo en todos sus centrales, se prevé que las unidades Arquímedes Colina en Bayamo y Roberto Ramírez en Niquero se destinen en la próxima etapa a la producción de meladura, un derivado intermedio.
Granma, con una fuerza laboral azucarera estimada en 13 000 trabajadores distribuidos en ocho municipios cañeros, enfrenta el desafío de recuperar equipos envejecidos o dañados y capacitar a su personal para futuras campañas.
Esta situación refleja una crisis más amplia a nivel nacional, donde la zafra arrastra problemas similares: un inicio tardío generalizado, un número reducido de centrales en funcionamiento comparado con épocas pasadas y una persistente escasez de recursos materiales y financieros.
Las autoridades del sector reconocen que el camino hacia la recuperación de la otrora pujante industria azucarera cubana no es sencillo. Directivos, técnicos y trabajadores redoblan esfuerzos cotidianamente, operando bajo severas limitaciones de insumos y financiamiento.
La prioridad estratégica inmediata sigue siendo clara: aumentar la producción para garantizar el azúcar requerida para la canasta básica subsidiada y, a más largo plazo, contribuir a reducir los altos precios que este producto esencial tiene en el mercado no subsidiado, los cuales afectan directamente el bolsillo de la población cubana.