Luces sobre las sombras

Si observas desde las alturas, el campo da la impresión de que has llegado al “planeta” de los enanos. Es la idea que dan los casi 44 000 pilotes empotrados en la tierra hasta el cuello, con la mayor porción, más de dos metros, bajo tierra; encima, un tramo de no más de 40 centímetros.

Llegas a ese lugar de apariencia sideral, desbrozado en más de 30 hectáreas de tierra no muy buena para los cultivos agrícolas, donde la vista se pierda entre pilotes, excavaciones, mesas que soportan paneles solares, el brillo que fulgura en los ojos…, entre el ruido ensordecedor de las máquinas y hombres como hormigas gigantes, de aquí para allá, de allá para acá, ocupados en el montaje de las mesas, en casi total silencio.

Entonces te das cuenta que las apariencias engañan. Has llegado al parque solar fotovoltaico (Psfv) Ciego Norte, un lugar de gigantes, al menos cuando conoces del esfuerzo que allí se realiza para entregar la obra a finales de febrero de este año, si todos los abastecimientos llegan en tiempo, pues todavía faltan más de 200 contenedores con distintos tipos de recursos.

De cumplirse el cronograma y el de otros parques en construcción en el territorio, el próximo verano la provincia avileña pudiera convertirse en la primera del país en autoabastecerse de corriente en el horario pico del mediodía, algo que llamará la atención de quienes ahora conocen del porqué de ese esfuerzo, que llevará al país a disponer en el presente año de 55 nuevos parques solares fotovoltaicos, en correspondencia con la estrategia nacional de transición energética, que prevé la instalación hasta 2028 de 92 parques, que aportarán más de 2000 megawatts (MW) de potencia.

Chinos “arrastran” a cubanos

Sin que alguien se asombre, fue necesario traer operadores chinos cuando comenzaron a romperse las máquinas de aquel país, sometidas a un esfuerzo mayor que la potencia para la cual estaban diseñada, dada la longitud de los pilotes a empotrar, en tanto este Psfv y el que está en construcción en la comunidad “La Yuca”, en el municipio cienfueguero de Abreus, son los únicos en Cuba que disponen de este tipo de soporte, según los especialistas consultados.

Ello obligó a la parte cubana a buscar soluciones, como sustituir los tornillos por campanas en las máquinas barrenadoras, aditamentos construidos en la planta mecánica, Ignacio Agramonte, de Camagüey; en los talleres avileños de la Unidad Empresarial de Base Ferroazuc, de Ciro Redondo; en la Planta Fabric Aguilar Noriega, de Villa Clara y hasta en la propia China, adonde fueron a parar los prototipos diseñados por los especialistas del patio.

“Los chinos”, como los nombran aquí en modo familiar, impregnaron una manera diferente de trabajo, lo dice sin menoscabo Daniel Carrasco, al frente de la Dirección Integrada de Proyectos del parque; lo ratifican otros especialistas con quienes Granma compartió.

“Al principio fue difícil la comunicación, comenta Daniel. Cuando vimos la manera en que trabajaban, con llegada bien temprano a la obra, salida bien tarde —hasta nueve y 10 horas de trabajo—, con descanso de apenas media hora para el almuerzo, las gotas de sudar y aquella paz interior, sin inmutarse, sin dejar de trabajar, sin beber agua fría, pensamos en que habíamos ganado la batalla en la hinca de los pilotes.

“Los cubanos, no acostumbrados al ritmo, a esa faena, se dejaron ‘arrastrar’ y, juntos, llegaron a enterrar 1000 pilotes. En unos 40 días hincaron más de 18 000 de estos elementos, luego de que las máquinas fueran sometidas a una innovación que sustituyó los pasadores por copas más resistentes”.

Era difícil seguir a los chinos y sus máquinas hundiendo los pilotes en la tierra, es como hundir una barrenadora. Los chinos con sus máquinas y los cubanos con las de color verde, de otro tipo. Las de ellos rendían más. ¡Qué manera de trabajar, qué resistencia! Fue así la historia de cómo los chinos arrastraron a los cubanos.

Cálculos de exactitud

Foto: Ortelio González Martínez/Invasor.

Los cálculos no pueden fallar, ni en la terminación del parque, ni en las labores del montaje. Daniel, José Alejandro, y todos allí, trabajan con esa idea. Ambos despliegan los proyectos sobre la mesa y explican el cronograma. Comentan que lo único que los llevaría a incumplir sería que no arribaran al país los componentes que faltan. “Mientras más demoren, más intenso será el trabajo nuestro”, afirma Daniel.

“Podríamos haber comenzado a poner las mesas en noviembre, pero no teníamos los recursos a pie de obra”, continúa Daniel. “Terminamos de poner los pilotes el 11 de diciembre y el 17 fue que llegaron los tornillos para armar las mesas. Ante esa realidad nos vimos obligados a incrementar las fuerzas. En principio pensamos en 15 cuadrillas. El tiempo nos daba. Ahora aumentamos la cifra. Ahora mismo dentro del parque hay más de 200 personas, solo en la armadura de mesas, labor que no es difícil, pero requiere de habilidad”.

José Alejandro asegura que la ruta más crítica está en los componentes que no han llegado: “Si los siete inversores de 3.25 MW, junto a los transformadores, que vienen en contenedores, vía marítima, no están antes del 15 de febrero, no se puede entregar energía antes del 15 de marzo. Habría que ser un maratón imposible y no podríamos estirar los días más allá de las 24 horas.

“No obstante, hoy el parque está al 60 por ciento, con 269 mesas armadas, 222 con paneles puestos y 146 certificadas, labor que realizan 27 brigadas formadas por entre cinco y ocho trabajadores. A la vez se comienza a laborar en el alumbrado interior y en la malla de tierra, es decir, el conjunto de todos los elementos, conexiones eléctricas y dispositivos que forman parte de una puesta a tierra”.

En el recorrido por el área me acompaña el jefe de ejecución de obra, Leudis Pupo Alegría, ingeniero en Tecnologías Nucleares y Energética, graduado en el 2013 en el Instituto Nacional de Tecnología y Ciencias Aplicadas (InsTec), de la Universidad de La Habana.

Explica que los trabajos en el área requieren de gran precisión. Las fuerzas habitualmente no realizan esas labores.

Lo confirma Héctor Jobe Pacheco, trabajador de la empresa Indalecio Montejo: “Aquí montamos paneles solares; allá, conformamos estructuras para naves y muebles; damos formas a los tubos. En los inicios nos costaba trabajo llegar a las dos mesas diarias. Ya sobrepasamos ese número. No es tan fácil como nos pintaron el panorama. El trabajo requiere de mucha precisión: distancia entre un elemento y otro, el atornillado, mantener la escuadra…”.

La calidad la garantizan, además del propio obrero, un grupo de cuatro verificadores. Leonardo Valdés, supervisor de zona, es uno de ellos. “Superviso desde que ponen los pilotes, que todo quede a nivel, hasta el último objeto de obra del parque”.

Juan Carlos Sorí Jiménez, de la UEB fuentes Renovables de Energía de la propia Obe, enseña su calva prolongada. Dice que perdió el pelo en estas labores (más de 30 años en estos menesteres); primero montando sistema de solares aislados por toda la geografía avileña y después, en los Psfv. “No solo revisamos los trabajos, sino que los certificamos. En este parque se labora con mucha calidad y somos fieles veladores de que todo se haga bien.

“Las fallas son mínimas, argumenta Sorí. Nosotros las corregimos, revisamos y certificamos el trabajo que ellos hacen. Hay calidad, mucha calidad. En estos momentos el trabajo es un poco lento porque las mesas son un poquito trabajosas a la hora de armarlas. Ayer armaron dos estructuras y pusieron los paneles de esas dos mesas. Con los días ellos avanzarán más y podrán hacer las dos mesas diarias, que es lo que se pide para al final cumplir con el programa de entrega”.

Un día se parece a otro y a otro. Así puede resumirse las jornadas de trabajo en el parque fotovoltaico Ciego Norte, contada por los propios protagonistas, la mayoría jóvenes trabajadores e ingenieros, que trabajan de manera silenciosa para que haya más luces que sombra, porque el Sol, con la misma luz que quema, alumbra.

(Tomado de Invasor)

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