Jobabo: La suerte de la ganadería, ¿cara o cruz?

¿Ganadería, leche, carne…? El promedio diario de entrega de leche en Jobabo, al concluir mayo, no superó los dos mil litros, lo que representa alrededor de un tercio de lo que para ese mismo mes se acopiaba antes del 2020. Hablamos de una drástica y progresiva caída, muy difícil de recuperar a corto plazo.

Los conocedores del tema alegan como causa el deterioro de la masa. Ese factor va desde la disminución anual entre un siete y 10 por ciento del rebaño general del municipio, la falta de alimentación y agua en períodos prolongados de sequía, la reducción de la natalidad y la supervivencia, el alto índice de mortalidad… hasta la sobreexplotación del ganado para el matadero en pos de cumplir planes, y el hurto y sacrificio ilegal. Suma presión la falta del seguimiento genético que mejore la raza y de inversiones en el entorno pecuario; unido a la carencia de insumos y medicamentos de uso veterinario.

Pero hay más. Mientras las exigencias a los ganaderos han sido más fuertes que al resto de los actores productivos del sistema agropecuario, los recursos que se destinan a este universo agrícola son entre un 80 y un 90 por ciento menores. En ello se incluyen insumos generales, capacitación, atención, equipos mecanizados…

Un ejemplo: en los últimos 15 años, el único proyecto de colaboración que ha tenido amplio beneficio (con recursos y dinero) para la ganadería bovina en el territorio fue Endógeno. Y a pesar de su favorable impacto inicial en una importante cifra de cooperativas (UBPC principalmente), no le dieron el seguimiento que llevaba, ni se ponderó el control para que esos suministros se convirtieran en más productividad.

Después de Endógeno, lo otro que hizo un amago por favorecer la producción lechera fue la entrega de dos sistemas de ordeño mecanizado, uno a un productor de la CCS Adriano Nieves y otro a la UBPC Primero de Enero. Por referencias de ambos, prácticamente ni llegaron a usarse por cuestiones técnicas y de calidad.

Un elemento notorio ya mencionado es la sequía, y contra la naturaleza nadie puede, salvo que se hagan (con planeamiento, voluntades, inversiones…) pozos profundos, estanques o micropresas para aprovechar las lluvias en el corto período que caen, y dotar a los ganaderos de medios para plantar alimento animal de calidad y resistencia.

Ahora apenas hay combustible, es cierto, pero cuando la situación no estaba tan “apretada”, no se tuvo tampoco la visión de equilibrar esa distribución para favorecer el entorno pecuario. Salvo escasas excepciones, siempre se ha discutido el combustible para acopiar leche y no para producirla.

Por otro lado, entre el 2017 y el 2018 se le dio un “tiro de gracia” a la ya complicada ganadería estatal. Más del 85 por ciento del rebaño existente en la entonces Integral Agropecuaria se sacó del municipio por decisiones de directivos provinciales, sin tener en cuenta que eso comprometía el desarrollo de la rama en la localidad; y tampoco se hizo algo desde Jobabo para evitarlo.

El argumento estuvo en la desatención de la masa y el panorama de sequía extrema, es decir, el riesgo de mayor mortalidad de la que ya había. Si bien eso era cierto, lo que no hicieron los decisores fue, lejos de llevarse las reses, crear las condiciones con recursos, materiales y humanos, para revertir ese escenario.

Meses antes de los traslados, a sala llena, se discutió una de las primeras estrategias de desarrollo pecuario de Jobabo; sin embargo, una vez que se cerró el PowerPoint con la vistosa presentación digna de una maestría, jamás se volvió a hablar de ella hasta un par de años después, que se presentó otra estrategia más, luego otra y, tras la covid-19, una nueva. Todas sin seguimiento y análisis.

Las alertas, ante el descalabro con la ganadería, no faltaron. Pero todo quedó en eso, alertas y compromisos… Y cada vez que se ponía (pone) en riesgo el plan (de leche y carne), fuego abierto contra los campesinos. En contraste, salvo algunas reuniones de finales del año pasado y principios del 2025, no se le fue arriba, con estrategia en mano, a la entidad estatal que, obviando sus compromisos con la ganadería, todavía no logra abastecer una sola bodega del municipio.

Durante los últimos 15 años, la única “estrategia” de incentivo que se ha visto para el sector han sido los inflacionarios, los cuales, distantes de tener un impacto positivo real en el incremento del aporte, provocan que se estanque la producción o, incluso, retroceda.

¿Por qué sucede? Pues, cuando usted ve que haciendo lo mismo gana más, no hace más. Y tampoco ninguno de los aumentos de importes ha venido acompañado de otras medidas que estimulen la producción. Al contrario, hubo incrementos en las tarifas de los insumos, y se dejó hasta hace poco el valor de la carne a precios infravalorados. Por lo tanto, no hubo integralidad, solo inflación acompañada de impagos, impagos e impagos… y un complicado acceso al dinero en banco.

Aunque algunos consideran las medidas de sacrificio legal (autorizado) como un estímulo, la cambiante normativa que lo regula desestimuló de un año a otro a los que pensaron seguir comiendo bisté de res. En la actualidad, son contados con los dedos quienes pueden sacrificar de manera legal.

Es más, resulta ínfimo el número de los que anualmente han podido llevar al matadero una res que cumpla con el peso, y no tener que sacrificar más animales por lenta conversión. Ahí viene lo que con anterioridad mencioné: genética, alimentación, agua, recursos, manejo adecuado…

Todavía aparecen alarmistas que se preguntan: ¿por qué Jobabo, con tantas potencialidades, no tiene buena ganadería y, por ende, más leche y carne? Tal vez desconocen la historia reciente, o tal vez la obvian, sencillamente porque los conductores de todos esos procesos no han variado mucho.

Quizás no recuerdan que había una fábrica de pienso criollo que funcionaba muy bien, que existían áreas experimentales estatales de pastos y forrajes que abastecían parte de las materias primas de esa industria; y que cada tres meses acontecía una plenaria de ganadería, no para autocomplacerse en triunfalismos, sino para analizar los problemas de frente y buscar cómo resolverlos a pesar de la marginación con respecto a otros programas del sistema de la agricultura.

Soluciones actuales hay, tal vez a mediano o largo plazos, pero las hay. Sencillamente, quienes tienen esa misión, deben disponerse a entender culturalmente a los productores y, a la vez, descabezar la inercia de quienes no estén dispuestos a hacer embarrándose de fango las botas. Hay que negociar financiación justa para comprar recursos y rebaños de raza, distribuir mejor el poco combustible siempre pensando en los ganaderos, y desempolvar esas viejas estrategias no implementadas, que son muy útiles.

También hay que partir de una potencialidad poco explotada: la capacitación y los conocimientos con el apoyo de quienes antes hicieron buena ganadería. No es concebible que cooperativas y otras entidades salgan señaladas en una reunión por no aprovechar las superaciones del Centro Universitario Municipal, y que no estén pendientes de los estudiantes que se gradúan de carreras técnicas vinculadas al sector agropecuario. O que la empresa se dé el lujo de perder, por falta de atención, a ingenieros recién graduados.

Hay muchos análisis rigurosos y objetivos que hacer, de esos que generan acuerdos cumplibles y la gente sale motivada a buscar soluciones. Insisto en que toca desterrar la inercia de a quienes no les duelen los destinos de la ganadería.

(Tomado de periódico 26)

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