De repente se te antojó una de las suculentas pizzas de El Chaplin, que hacía apenas un mes atrás habías consumido, casi por casualidad, acompañada de una refrescante piña colada. Lo haces confiada, porque ya estuviste allí: tienen calidad, rapidez en el servicio y lo prácticamente más importante en los tiempos actuales, donde el efectivo anda fugitivo: admiten pago en línea, o al menos así fue en la primera experiencia.
Como ya conoces el protocolo, revisas el menú en la wifi del local —en apariencias muy digitalizado—, haces la orden, te deleitas con la decoración del lugar mientras llega el pedido y luego confirmas que los productos siguen gozando de la misma calidad. Todo va bien hasta el mismísimo momento de pagar la cuenta: “Solo aceptamos por EnZona, lo siento, no admitimos Transfermóvil”, te comunica el dependiente.
“¿EnZona? Pero si la plataforma anda caída por los problemas de conectividad e internet, por los apagones extendidos ante el déficit de combustible y la salida de varias termoeléctricas. ¿En serio me lo dices ahora, en el último minuto? Yo no tengo efectivo”.
Aunque desde hace más de un año, acuerdos y resoluciones a nivel de país abogan por la bancarización y el uso de las plataformas de pago digital, la realidad es que cada vez son menos las entidades —del sector no estatal y hasta del estatal—, que las usan, pese a que con ello se violen políticas y máximas emitidas por el Estado para el bien del pueblo.
Pudiera enumerar las mipymes que hoy cumplen con lo establecido, sí, porque son poquísimas, y lo más terrible es que las burlas al proceso de bancarización se hacen ante los ojos de todos, tan visibles como en un cafetería-bar ubicada frente al parque de La Libertad, a solo unos metros de donde radican las principales autoridades de la provincia.
Igual sucede en céntricas dulcerías, cafeterías y hasta los domingos en las ferias de plazas como la XIV Festival, donde incluso las cooperativas ponen “peros” cuando les pides el QR y te mencionan un arsenal de justificaciones. De vez en cuando una tarjeta personal sale del bolsillo de un directivo de estas formas de gestión, porque el pago en línea tiene problemas, pero la transferencia no, y quizás hasta te acoten de cierta “multa” (más dinero a ingresar) de un 5 o 10% extra, en correspondencia con lo consumido.
¿Cómo entender que, lejos de avanzar, los pasos en materia de bancarización vayan hacia atrás, cuando lo que se busca es digitalizar la mayoría de los servicios? ¿Por qué las riendas andan tan sueltas y el control no se percibe?
Sí, existen persistentes cortes eléctricos; sí, la conexión anda caótica mientras no se terminen de activar la cantidad de radiobases necesarias con baterías de respaldo; sí, la economía pasa de apretada y la crisis está en todos los sectores; pero nada de ello justifica las violaciones a los derechos del consumidor, a los derechos del obrero que suda su salario y lo tiene atrapado en un tarjeta que nadie quiere admitir, a los del jubilado que no tiene salud ni fuerzas para hacer con frecuencia las terribles colas en los bancos en busca del efectivo.
Urge poner en vigor las leyes, sacarlas del papel engavetado, de la oficina en la que se piensan resoluciones pero no se ejecutan, ni se vela por que alguien lo haga. Urge la mano dura sobre los que se aprovechan de las brechas y juegan con la economía del Estado y del ciudadano de a pie, de ese que está cansado de justificaciones y necesita que, de una vez, sus derechos se cumplan.
(Tomado de Girón)