Gas gratuito, a domicilio

Mientras “por la izquierda” hay tipos que se embolsillan con la mano derecha 10 000 pesos, 11 000… lo que se les antoje pedir por “resolverte” una balita de gas a cualquier doliente, los habitantes de una comunidad rural llamada Minas de Jarahueca, en la geografía espirituana, no tienen que gastar ni un centavo para cocinar con ese divino vapor natural las 24 horas del día, durante todo el año.

Lo que tornar más interesante el asunto es el hecho de que la empresa comercializadora CUPET no tiene que consumir ni un litro de combustible en el traslado hasta allí de cilindros donde habitualmente se envasa dicho producto.

El servicio corre a cuenta de la naturaleza, desde las entrañas de la tierra.

De visita por vez primera a ese pintoresco lugar, Dayana Marrero no puede creer lo que sus ojos ven. Frente a ella, una señora acerca la fosforera a la copa derecha del fogón y… ¡Se hace la luz! Una pequeña llama de hermosa tonalidad azul cubre los 360 grados de circunferencia. Fuera de la cocina no hay balita ni cilindro alguno. Solo una tubería y una pequeña llave.

Chispazo a la raíz

Aquí no media la conocida “balita” sino el gas directo, cortesía de la naturaleza. Foto: Pastor Batista/Bohemia.

Para quienes residen en la zona el asunto no constituye novedad. Muy bien lo sabe Roberto Clemente Morales, quien le dedicó más de medio siglo de su vida al giro del petróleo como técnico en mantenimiento de pozos, aunque su vasto conocimiento y las vivencias acumuladas a lo largo de décadas lo convierten en una especie de historiador acerca del tema.

Gracias a su prodigiosa memoria, combinada con una modestia a prueba de fuego, Bohemia supo que los orígenes de tal “misterio” se remontan a los años 40 del pasado siglo, cuando la zona estaba dividida en fincas, como las denominadas Rosa de Cancio y Palamarito, con apenas un puñado de viviendas desgranadas que podían contarse con los dedos de una mano.

Cuentan que un hombre, a quien médicos santaclareños le habían recomendado un ambiente sano, natural, se percata de ciertas burbujas mientras tres o cuatro trabajadores abrían un pozo con el fin de asegurar el agua al ganado.

Atraído por aquellas burbujas, raya un fósforo, lo aproxima y brota una pequeña llama. Informados acerca del raro suceso, entendidos en el asunto no dejan escapar la oportunidad y desde Santa Clara acude un individuo llamado Rafael Cordero, quien se hace acompañar por una máquina a vapor que funcionaba con leña. Las dos primeras perforaciones no aportarían mucho, pero “prendieron mecha” para que pequeñas compañías comenzaran a operar con rumbo oeste.

Afirman los más longevos que del último pozo, a unos 132 metros de profundidad, empezó a brotar petróleo de tal modo que corría por arroyos de la zona.

He aquí otro de los usos del gas en el poblado. Foto: Pastor Batista/Bohemia.

Desde diferentes lugares vino fuerza de trabajo en busca de empleo. Hacia 1955 dos aviadores estadounidenses que habían participado en la segunda guerra mundial inician la inserción de ese país en el negocio.

Los primeros “cachimbos” irían abriendo paso a proyectos ya más emprendedores. De hecho, aquellas compañías iniciales fueron comparadas (absorbidas) por el capital entrante.

“Nunca se supo lo que esos pozos en verdad dieron, porque los norteamericanos no dejaban a nadie acercarse a ellos” –afirma Roberto Clemente.

Entre los proyectos estaba la construcción de una refinería que inicialmente se concibió a orillas del río Caonao, pero enterado del asunto, el dueño de esas tierras pidió una suma de dinero tan alta que los inversionistas optaron por instalarla en Cabaiguán, con perspectiva de línea férrea y todo.

La fiebre “in english” del petróleo, aquí, debe haber recordado en algo, o en mucho, a la reflejada por varios filmes en torno a la búsqueda de oro, allá, en aquella poderosa nación. Los planes concebían una expansión cuyo tren de rodaje se detuvo en enero de 1959.

Posteriormente fueron perforados algunos pozos más. Algunos de ellos siguen aportando producción.

¿Cortos y/o perezosos?

Calentador criollo, hecho en casa. Foto: Pastor Batista/Bohemia.

Aun cuando ese estratégico líquido ha tenido uso dentro de la economía nacional, tal vez valga la pena preguntarse si se han aprovechado, del modo más eficiente, todas las posibilidades que integralmente ofrece.

El montaje de una planta en Majagua, que permitió embotellar gas y utilizarlo en labores de oxicorte en transporte de la empresa correspondiente y en otros usos, confirmó que, con inteligencia, el abanico podía abrirse más.

Explica Roberto que el gas resultante es muy noble y que la baja presencia de sustancias no lo torna agresivo tanto para materiales de cocina, u otros, como a la salud humana.

Enhorabuena así ha sido, porque su uso en Minas de Jarahueca resulta tan natural y cotidiano como desmedido entre quienes carecen de conocimiento y cultura en ese terreno.

Mientras, por una parte, hay quienes tienen instalada su llave reguladora, con la que hacen uso austero y eficiente la cantidad que en determinado momento o labor necesitan; hay, por otro lado, quienes derrochan a diestra y siniestra, “a llave abierta” (en realidad sin ella), esa bendición que mana, entre grietas, por donde no puede fluir el petróleo.

Por ello durante años se ha entretejido una verdadera madeja de tuberías conectadas a una línea maestra que llevan “el gas a domicilio”.

De manera que usted puede encontrar no solo la tradicional hornilla destinada a la cocción de alimentos, sino también otras alternativas que pueden ir desde hornos caseros para elaborar pan o asar carnes; calentadores de agua o equipos mecánicos y de carpintería, hasta el increíble privilegio de “fosforera” fija con la cual encender cigarros.

Por ello, consciente de que “se usa, pero también se dilapida” (abusa), Dagoberto Martínez se preocupa por realizar un eficiente empleo de ese recurso dentro de su hogar, en tanto lamenta que “mucha gente no sepa ni valore lo que tenemos”.

Referencias hay acerca de otros lugares donde pozos destinados a la extracción de petróleo hacen posible esa bondad natural.

La interrogante giraría, entonces, alrededor de la factibilidad o no de proyectos, digamos “locales”, con el fin de aprovechar mejor un gas que por lo visto puede perderse, así como utilizarlo con un mayor sentido de la austeridad y de la seguridad en la solución de necesidades sociales y económicas, sobre todo en momentos como estos, cuando urge defender hasta un centavo… aunque los billetes de 1 000 pesos no parezcan valer casi nada.

Gracias a estos pozos Minas de Jarahueca no conoce las dificultades para comprar el gas para uso doméstico. Foto: Pastor Batista/Bohemia.

(Tomado de Bohemia)

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Un comentario

  1. Saludos, q felicidad de esas familias q tienen el gas en cocinas y además gratis, Pastor Bautista, fuimos compañeros .

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