“Todo empezó con un fogón de leña”, recuerda Martín Alonso Gómez, socio de la CCS Reinaldo Maning, mientras señala una estructura oxidada que se conserva como testigo de los humildes inicios de la minindustria El Placer en el municipio de Majagua, Ciego de Ávila. “El tomate siempre ha sido nuestro producto estrella; en nuestros mejores momentos llegamos a procesar hasta 15 mil toneladas”, comenta justo antes de un recorrido por las instalaciones.
En El Placer transforman pulpas de mango, guayaba y fruta bomba, además de productos menos convencionales como la carambola o ciruela china que antes solo se vendían frescas en la zona. La cadena se cierra, se satisface la demanda de la localidad, se le agrega valor agregado a sus producciones y, lo más importante, se reducen las pérdidas de las cosechas.
La minindustria ha desarrollado una notable variedad de productos derivados del campo: desde encurtidos y vegetales congelados hasta tajadas de diferentes frutas. “Trabajamos con bobinas de nailon para nuestros envases”, detalla Gómez.
Dentro de la nave, un grupo de mujeres de la comunidad se encarga de confeccionar los empaques según los formatos requeridos. Cuando es posible, adquieren envases de empresas como Gelma, lo que completan con su propio sistema que incluye tapadoras para latas y pomos de boca ancha.
Innovación en medio de dificultades
“La marca que nos identifica es Son de la tierra”, dice el socio mientras muestra el proceso de transformación del mango en pulpa. A pesar de las limitaciones, la minindustria no ha dejado de crecer: “Estamos en proceso de inversión para adquirir un concentrador más grande. Hemos avanzado mucho considerando la situación económica actual”.
–“Aquí comienza el proceso”, señala unas máquinas donde procesan el mango hasta convertirlo en pulpa. El recorrido por las instalaciones revela las soluciones ingeniosas de la minindustria: desde las tinas de lavado con aspersores hasta calderas de vapor alimentadas con leña. “Todas nuestras máquinas son criollas, adaptadas a nuestras necesidades”, comenta Gómez.
Actualmente, están construyendo una tapadora de acero inoxidable, diseñada por su tornero. “Probamos la primera lata y cerró perfectamente, tan bien que no se distingue el fondo de la tapa”, añade mientras felicita al innovador, culpable de decenas de reparaciones en los últimos años en sus máquinas obsoletas. La premisa es que la minindustria no pare.
El Placer cuenta con una plantilla de 32 trabajadores distribuidos en dos turnos diarios. El primero trabaja hasta las 7:00 pm, cuando comienza el segundo.
Si bien la producción es constante, entre los mayores retos señala los frecuentes apagones. “Los cortes de electricidad nos afectan muchísimo, pero afortunadamente contamos con un grupo electrógeno que nos permite mantener la continuidad del trabajo cuando falla el suministro eléctrico”. Sin embargo, cuando se utiliza, se genera un añadido a la ficha de costo que incide en el precio del producto final.
Sobre el sistema de producción y envasado, se organiza según la demanda específica de los clientes. “Procesamos el tomate en diferentes presentaciones –en bolsas plásticas y en latas– según lo que nos soliciten”, detalla el socio. Para el envasado, la cooperativa adquiere bobinas de aire que transforman mediante selladoras manuales, lo que garantiza la conservación adecuada de los productos. “Las latas metálicas las compramos directamente a Envametal en La Habana”, explica el director de la minindustria.
Actualmente, se encuentran implementando importantes mejoras: estableciendo acuerdos con el sector turístico para el suministro de azúcar en la producción de jugos, y en proceso de instalar una sopladora de pomos termorresistentes en colaboración con una empresa española.
“La firma española nos proveerá la máquina, mientras nosotros nos encargamos de la materia prima”, explica. Esta innovación permitirá producir envases desde 330 ml hasta 5 litros, y, así, reducir la dependencia del envasado manual.
Cadena de suministro local: La clave del éxito

Ubicada en el corazón de la principal región tomatera de Cuba, la minindustria se abastece principalmente de tres cooperativas cercanas pertenecientes al mismo Consejo Popular. “Todos los productos que procesamos provienen de nuestra CCS y dos aledañas que fueron consideradas desde la creación de la minindustria por su cercanía geográfica”, destaca Gómez.
Gracias a esta integración territorial se garantiza el suministro constante de tomate, su principal cultivo; el acceso a diversos frutales como parte de la estrategia de diversificación; obtener otros vegetales necesarios para la producción; y reducir los costos de transporte y máxima frescura en los productos.
La relación con estas cooperativas vecinas se ha fortalecido mediante planes de producción coordinados y la creación de un circuito productivo local eficiente donde el 100% de los insumos básicos provienen de un radio geográfico inmediato.
“Mensualmente, nuestra minindustria tiene capacidad para procesar entre 20 y 25 toneladas de productos. Sin embargo, esta producción no es constante debido a la escasez de insumos y diversas dificultades que enfrentamos. Durante la campaña de tomate, logramos procesar hasta 1 000 toneladas de producto fresco”, refiere Alonso Gómez.
En estos momentos cuentan con grandes tanques llenos de puré de tomate, listos para ser envasados.
“Nuestro principal desafío en este momento es la falta de envases adecuados –tanques y bolsas– para almacenar y comercializar este producto. Para no desperdiciar la cosecha, trabajamos las 24 horas durante la campaña, y utilizamos nuestro grupo electrógeno y hasta leña cuando es necesario para mantener la producción a pesar de los apagones”.
Con el mango están implementando una estrategia similar: procesan tajadas y pulpa que almacenan en cámaras frigoríficas para distribuirlas gradualmente según los pedidos. Sus principales clientes incluyen empresas estatales, mercados locales, ferias agrícolas y el sector turístico, al que llevan suministrando productos frescos y procesados durante más de 11 años.
“Antes de la pandemia, alcanzamos ventas récord de 960 toneladas de 73 productos diferentes a la Cayería Norte. Esta experiencia ha permitido que nuestros productores se especialicen y sepan exactamente qué cultivos sembrar según la demanda. Aunque los desafíos son muchos, seguimos buscando alternativas y contamos con el apoyo de la agricultura en la medida de lo posible”, concluyó.
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La Cooperativa de Crédito y Servicio Reinaldo Maning, en el municipio avileño de Majagua, está compuesta por 84 fincas que abarcan un total de 1 130 hectáreas dedicadas a cultivos varios, ganadería y frutales.
“Contamos con ganado mayor y porcino. En los últimos años hemos ampliado considerablemente nuestra producción de vegetales orientados al turismo”, dice a Cubadebate Noel López Alonso, presidente de la cooperativa. Entre estos, destacan lechuga, acelga, zanahoria, remolacha y espinaca, lo que les ha permitido diversificar sus actividades.
Actualmente, la CCS comercializa alrededor de 73 productos diferentes entre frutales y vegetales con los hoteles enclavados en Jardines del Rey.
Respecto a la producción frutícola, López Alonso destaca el mango, la fruta bomba y el melón como los cultivos más importantes.
“Solo en mango estamos produciendo entre 25 000 y 30 000 quintales anuales, y lo más notable es que nuestras plantaciones son todavía jóvenes, con edades que oscilan entre los 3 y 11 años”, dice.
En este sentido, el campesino proyecta un crecimiento significativo en los próximos años: “Estas plantaciones aún no han alcanzado su máximo potencial productivo. Cuando lo hagan, podremos superar con creces las cifras actuales”.
Este aumento en la producción beneficiará directamente a El Placer, que representa uno de sus principales activos. “La minindustria completa nuestra cadena productiva, desde el agricultor hasta el producto elaborado, lo que ha generado un gran interés entre todos los socios”, comenta.
Y es que uno de los logros más importantes de la CCS ha sido garantizar mercados para toda su producción. “Todas las mercancías tienen comprador. Los productos de mejor calidad se destinan al turismo, mientras que los de menor calibre se procesan industrialmente. Esto nos da mucha seguridad, pues no perdemos cosechas”, afirma López Alonso, quien además de presidente es productor activo.
La cooperativa mantiene desde hace seis años la condición de Vanguardia Nacional Integral, sin descuidar sus compromisos con Acopio y el municipio.
“El Placer nos ha dado una estabilidad comercial sin precedentes. Podemos sembrar prácticamente cualquier cultivo con la certeza de que tendrá salida y a buenos precios”, enfatiza López Alonso. Esta seguridad ha sido valiosa para los cultivos estacionales y ha permitido a los socios planificar mejor sus siembras y garantizar ingresos constantes a lo largo del año.
Sombras detrás de la producción

Noel López Alonso, presidente de la cooperativa, dice que una de las principales preocupaciones de sus campesinos es la seguridad del ganado. “Lamentablemente no estamos exentos de los robos, y lo más grave es que no hemos tenido respuesta efectiva ante estos hechos. Estamos completamente vulnerables”, se lamenta.
Por ejemplo, relata el caso concreto de una productora mayor de edad a quien le robaron cinco vacas, lo que la dejará incumpliendo con su plan de leche. “La única solución que encontramos fue recomendarle que vendiera las tres o cuatro que le quedaban, pues a su edad ya no tiene condiciones para seguir criando”.
Existe un malestar generalizado entre los campesinos respecto al hurto y sacrificio ilegal del ganado mayor, confirma, aunque este problema no se extiende a otros tipos de producción. “Es una realidad alarmante: nuestra masa ganadera ha disminuido de 1 400 a apenas 790 cabezas, una reducción de casi el 50%. Muchos productores están tan desanimados que ya no quieren seguir criando animales”.
No obstante, no se han quedado con los brazos cruzados. “Organizamos guardias rotativas entre los campesinos y hasta hemos contratado vigilantes, pero los ladrones actúan con total descaro. En pleno día, en cuestión de minutos, se llevan el ganado frente a nuestros ojos”.
En esta misma línea advierte sobre las consecuencias: “Si no se toman medidas más drásticas a nivel nacional, en un futuro cercano podríamos ver desaparecer la ganadería en nuestra cooperativa”.
Respecto al tema de los fertilizantes e insumos, el presidente destaca su sistema de lombricultura como solución parcial: “Todos nuestros campesinos utilizan materia orgánica de nuestra propia producción. La lombricultura nos proporciona abono foliar que cubre el 100% de nuestras necesidades”.
Cuentan con cinco canteros que cada tres meses aportan 1.5 toneladas de abono cada uno, sumando 7.5 toneladas trimestrales. “Este material orgánico es particularmente útil para los organopónicos y semilleros, donde garantiza el crecimiento vigoroso de las posturas”. El humus de lombriz – reconocido mundialmente por su calidad– les da cierta independencia frente a la escasez de fertilizantes químicos.
Otro de los temas críticos es el de las semillas: “Los campesinos tenemos una arraigada cultura de producir nuestras propias semillas. Mantenemos constante comunicación con los socios sobre este asunto”. Reconoce que existe una marcada escasez de semillas en el país, lo que ha llevado a la cooperativa a intensificar su producción propia.
“Aunque seguimos comprando semillas a la empresa especializada, últimamente la oferta es limitada y los precios han aumentado considerablemente. Esto nos ha obligado a reforzar nuestro sistema de autoproducción”, explica el presidente.
La cooperativa ha establecido alianzas estratégicas, particularmente con el Instituto de Investigaciones de Viandas Tropicales (INIVIT). “Hemos organizado capacitaciones para los campesinos y mantenemos un contrato con el INIVIT que nos ha permitido acceder a variedades mejoradas”.
Resultados concretos de la autogestión

López Alonso enumera los logros del sistema de autogestión implementado en la Maning: “Hemos introducido variedades novedosas como pepino, ñame y bejuco de boniato, todas provenientes del INIVIT. Este año enfrentamos un problema particular con la semilla de tomate comprada, que no germinó adecuadamente. Afortunadamente, gracias a las semillas que habíamos conservado de nuestras propias cosechas, pudimos cumplir con los planes de producción”.
Precisamente, este éxito refuerza la importancia del sistema de autoproducción que han desarrollado.
El presidente describe otra situación crítica que tienen los campesinos en la CCS: “Los apagones nos afectan gravemente. A diferencia de otros polos productivos como Ceballos o La Cuba que tienen pozos profundos, nosotros contamos con pozos de apenas 2 a 4 pulgadas. Con la escasez de combustible para los grupos electrógenos, nos vemos completamente limitados en el bombeo del agua cuando los cortes de electricidad se extienden por 10, 12 o incluso 14 horas”.
La estrategia de adaptación es clara pero limitada: “Nos hemos visto obligados a concentrar el bombeo durante las noches, cuando eventualmente llega la electricidad. Esta situación restringe enormemente nuestra capacidad de riego y, por consiguiente, nuestra producción agrícola”.
El dirigente enfatiza cómo estas afectaciones energéticas están impactando directamente la productividad de la cooperativa y la seguridad alimentaria que pueden garantizar a la localidad, y al municipio.
Detrás de estos problemas, hay resiliencia campesina y un manual práctico de supervivencia agrícola. En la CCS Reinaldo Maning se tejen redes productivas incluso en los escenarios más adversos. Sus 84 fincas no solo alimentan a la comunidad local, sino que han creado un modelo autosustentable donde la lombricultura sustituye fertilizantes, las semillas propias reemplazan importaciones, y la inventiva criolla compensa la falta de tecnología.
Sin embargo, tras estos logros palpables persisten interrogantes cruciales. ¿Hasta cuándo podrá mantenerse este equilibrio precario entre creatividad y carencias? La reducción del 50% del ganado, los prolongados apagones y la escasez crónica de envases son recordatorios de que incluso los sistemas más ingeniosos tienen límites.
En el paisaje rural de Majagua, esta cooperativa se erige como un faro de lo que podría ser la agricultura cubana: diversificada, tecnificada y vinculada a mercados seguros. Pero también revela las urgentes deudas con el campo: protección efectiva contra el hurto, acceso estable a insumos y energía, y reconocimiento real al valor estratégico de quienes alimentan al país.
Mientras tanto, los socios de la Reinaldo Maning seguirán levantándose antes del amanecer, encendiendo sus calderas de leña, recogiendo hasta el último mango y mirando al futuro con la misma tenacidad que los llevó de un simple fogón a procesar 15 000 toneladas de tomate. Su mayor cosecha, quizás, sea la lección de que cuando el campo prospera, todos comemos mejor.

