Para no hacerle swing al maíz transgénico sobran pretextos, con mayor o menor grado de objetividad.
Lo primero es que en determinado momento lleva trabajo. El proceso de obtención de la semilla, por ejemplo, requiere mucha laboriosidad, pasión, entrega, sobre la base de procedimientos manuales que permiten hibridar hembras y machos de variedades distintas para lograr, finalmente, polinización y una semilla de alta tecnología al servicio de la agricultura cubana.
Ese “rollo”, sin embargo, no se lo busca el productor de granos; es asunto del CIGB, en estrecha coordinación con productores previamente designados o definidos para garantizar esa semilla, incluso con el obligatorio respaldo de una licencia de seguridad biológica o ambiental que aprueba el país.
Por cierto, algunos productores del grano ven en la concesión de esa licencia un factor que frena o torna lenta la incorporación de más campesinos dispuestos a cultivar ese tipo de maíz. No estaría mal echar un vistazo central sobre el asunto, por quienes corresponda.
Otros ven obstáculos insalvables en las irregularidades con el paquete tecnológico, así como en los estragos reales que provocan la falta de combustible o de lubricantes a la hora de preparar la tierra, o de la impredecible energía eléctrica para poder garantizar el riego, o de la bancarización que no permite extraer suficiente dinero para poder retribuir el trabajo de fuerza contratada para labores, sobre todo en momentos pico, e incluso para poder comprar determinados insumos o recursos que solo aparecen con “dinero contante y sonante”…
También es una realidad que el periodo que media entre la plantación tierna y con el maíz seco ya, significa más trabajo, más gastos, vigilancia para evitar el robo, así como otras precauciones que, supuestamente, implican pérdida de tiempo.
A Reinier no hay que contárselo. Vivió recientemente una amarga experiencia al sorprender a un individuo, en plena madrugada, con 16 sacos de maíz acabaditos de robar. Por supuesto que no era para alimentar a su familia, sino a su insaciable bolsillo. Unos 35 000 pesos de manera fácil (y muy sucia). Y para colmo, al final… una multica.
Aún así, él no es de los que se queja por todo o todo lo justifica, sino de quienes le sacan el zumo a la ayuda ofrecida por el CIGB y, además, buscan dentro de los marcos legales, justos, propios de la coyuntura actual, el modo de reaprovisionarse para no estar como el pichón: con la boca abierta esperando que le echen el bocado.
La realidad demuestra cada vez más que este asunto no puede ser visto como exclusivo de alguien, de una entidad, empresa u organismo en particular. Como todo proceso productivo o económico en estos tiempos, exige integración.
Inaudito es que, habiendo logrado lo más difícil (semilla), la bola quede solo en terreno del CIGB, o deba la ciencia estar corriendo detrás de los productores para que prenda una alternativa, a todas luces, provechosa para la nación.
Si no estoy en un error, la principal interesada o beneficiada bien puede ser la Agricultura: llamada a rescatar los niveles productivos de carne, huevo, leche, incluso granos, que alguna vez le permitieron a este país responder, en mayor grado, a la creciente necesidad alimentaria de la población (sin hablar de sustitución de importaciones o de generar exportaciones: algo muy necesario también).
Por eso llama la atención una experiencia que tiene lugar en Placetas, Villa Clara, donde una mipyme (antigua unidad empresarial de base perteneciente a la Empresa Porcina) ha logrado una articulación mutuamente ventajosa con campesinos de la zona, que le da justo valor al uso del maíz transgénico y que ha abierto sendas para realizar una buena contratación, fomentar el cultivo, la elaboración de alimento animal, la producción de carne y lograr el reaprovisionamiento que demanda la particular coyuntura que atraviesa hoy el país.
Urge “hibridar” todos los cabos
¿Sabe usted cuánto cuesta una tonelada de semilla transgénica de maíz en la arena internacional? Como mínimo 12 000 dólares, según especialistas.
¿Conoce usted —además— que ese es un gran negocio, que a las transnacionales que producen la semilla, los químicos, no les interesa bajar el uso de estos últimos y que Cuba, por el contrario, apuesta por transgénicos nacionales, sobre la base de una agricultura ecológica?
Tal vez desconozca que con una tonelada de semilla híbrida transgénica, usted puede plantar 50 hectáreas del grano y cosechar, 120 días después, un volumen que estará en correspondencia con el manejo que le haya dado y, por supuesto, con los recursos, no siempre tan exigentes, que haya podido poner en función del cultivo.
Es bueno recordar que, con semilla cosechada por seis productores espirituanos, hace un quinquenio fueron plantadas 542 hectáreas en suelos de Matanzas, Ciego de Ávila, Villa Clara y Sancti Spíritus.
Y pasó el tiempo… y pasó
Ciertamente, la llegada de la COVID al escenario nacional interrumpió el ritmo inicial de aquel despegue. Pero ha transcurrido un lustro y no hay signos del salto que algunos esperaban y que muy bien le vendría a la economía.
Como opina Enrique Rosendo, es obvio que se necesita un halón más parejo, que incluya a científicos, productores, empresarios…
Uno de los escollos es que, a pesar de la voluntad, de la comprensión, de la claridad teórica, el país no acaba de articular un programa nacional, sólido, de producción de alimento animal. Al menos la agricultura no lo puede mostrar hoy. Y hace mucha falta hilvanarlo. De lo contrario la nación vivirá y “sobrevivirá” gastando elevadas sumas de divisa en productos que se pueden asegurar internamente.
Preguntémonos qué nos recomendaría hacer el Comandante en Jefe, cuyos pies nunca quitó de la tierra, como tampoco el pensamiento de la ciencia.
Con razón, el doctor Mario Pablo no renuncia al sueño de que se logre especializar la producción de semillas mediante alguna estructura o entidad que responda por ello y, sobre todo, por la calidad de esa semilla: un problema que hoy persiste.
Hace mucha falta un encadenamiento verdadero, integración, capacidad de aprovisionamiento a partir de una mejor autogestión, y de aprovechar en mayor grado determinadas potencialidades a partir alternativas como las del turismo.
Los resultados de la investigación y de la comprobación científica no pueden ser pieza para apreciar en una vitrina o para disertar teóricamente.
Lo mínimo a que se debe aspirar es a llevarlos a la práctica con la rapidez que día tras día remarca la urgencia de un momento como este, en el que muchos recuerdan, pero algunos parecen haber olvidado, aquella sabia afirmación del General de Ejército Raúl Castro Ruz, acerca de que “los frijoles son tan importantes como los cañones”.
(Tomado de Granma)