Comedores obreros, el viacrucis de los que quedaron

Años atrás, el capitalino Rafael García fue de los que alzó su mano para aprobar que quitaran el comedor obrero de su empresa, en tanto re­cibía un estipendio para cubrir los gastos de lo que iba a adquirir para la alimentación. Al final, a veces el almuerzo no tenía calidad, y no que­daba satisfecho. Ahora lo lamenta. “Era algo caliente que comía y me quitaba el problema de encima”.

A más de 700 kilómetros de La Habana, la holguinera Marialis (prefirió no decir su apellido) con­sidera que disponer de un comedor obrero, aún con escaseces, es mejor que no tener ninguno, porque un centro desprovisto de ese servicio encarece el costo de la vida, de por sí alto, en los actuales tiempos.

“Luego de la Tarea Ordenamien­to, en mi trabajo quitaron los pagos para la alimentación y nos tocó lle­var el almuerzo desde la casa. A ese gasto debo sumar el del transporte hasta mi centro, y esta cuenta no da”, comenta con pesar.

En la matancera Planta Gran­ma, el mecánico Norquides Guerra Montoya mantiene la misma postura de aquella asamblea de hace unos 15 años cuando se opuso al cierre del comedor obrero.

“En la fábrica de cubos, de nuestro sector, reclamaron y lo vol­vieron a poner. ¿Por qué no sucede lo mismo aquí? Aprovecharíamos más el tiempo al no tener que salir a la calle a ver qué se encuentra, con lo caro que está todo. ¿Que si lo planteé en el sindicato? Claro, y nada se resuelve. Nada”.

Fue a finales del año 2009 que, como parte del proceso de eliminación de subsidios y gratuidades, comenzó en el país la eliminación de forma or­denada y gradual del servicio de ali­mentación de los comedores obreros en organismos e instituciones.

Más de un millón 300 mil trabajadores se benefician del servicio en casi 17 mil 640 comedores. Foto: Lianne Fonseca.

Roberto Betharte Mazorra, jefe del Departamento de Asuntos La­borales de la Central de Trabajado­res de Cuba (CTC), recuerda que en aquel momento la organización indi­có desarrollar por etapas un proceso asambleario. “Se realizaron más de 4 mil reuniones con colectivos, para abordar la necesidad de la medida, la elaboración del reglamento para ser aplicada y el ahorro que esto representaría. Más del 85% de los trabajadores expresó su conformidad”.

Luego del proceso de ordena­miento, cuando en muchos cen­tros incrementaron el precio del almuerzo, se estableció que el di­nero a cobrar no debía exceder los 18 pesos.

Entonces, el Ministerio de Fi­nanzas y Precios determinó en su Resolución 9 de 2021 que los costos y gastos derivados del servicio de almuerzo y merienda que se brin­daban en los comedores obreros y cafeterías del sector empresarial, y no se financiaran con los ingresos de esta actividad, fueran asumidos por las entidades y no se considera­rían gastos deducibles, a los efectos del cálculo del Impuesto sobre Uti­lidades.

La norma devino oportuna con­tención para aquellos lugares donde los precios comenzaron a dispararse y las quejas también. Sin embargo, cumplir con el requisito no supone necesariamente satisfacer todas las expectativas de servir bien a los en­cargados de producir bienes y ofer­tar servicios.

Calidad, ¿dónde estás?

A las once y media de la mañana, son pocos los obreros que han lle­gado hasta uno de los comedores en los amplios terrenos de Antillana de Acero. Como otras tantas veces, se repite la oferta: arroz y picadillo. Falta estética y cultura del detalle en la instalación.

El dependiente Antonio Hidalgo muestra los 14 platos plásticos que les hicieron llegar ese día: algunos rotos y sucios. Nadie los usa. Cada cual trae sus pozuelos.

Juan Navarro García, tecnólo­go del proceso de energética, afirma que la situación económica del país es complicada, pero admite que hay falta de calidad en lo elaborado.

No es casual que este sea uno de los principales planteamientos en las asambleas sindicales, sostiene Michel Cabrera Madrazo, secretario general del buró sindical.

Si bien la unidad empresarial de base (UEB) Servindustria, ubi­cada dentro de la propia fábrica, ofrece servicio a seis unidades, su encargo social es Antillana de Ace­ro, para la cual fue creada, apunta Tania Caridad Rodríguez Tellería, directora de la entidad.

“Nunca estamos por debajo de los tres platos, las meriendas se mantienen estables, aunque el refresco ha fluctuado un poco. A partir de las sugerencias de inte­grantes de los contingentes, quie­nes laboran en el mejoramiento es­tructural de la instalación, a ellos se les puso comida opcional, y el trabajador que lo desea lo paga de forma directa”, argumenta, la di­rectora.

A la pregunta de por qué tantas quejas, dice que los productos lle­van insumos extra, que son caros “y tratamos de que lo que se brin­de no supere el presupuesto desti­nado por Antillana, que atraviesa una situación económica compleja, pues no produce”.

Sonia Martí Pérez, secretaria general del Sindicato Nacional de Trabajadores de Industrias en La Habana, recuerda que “cuando muchos se rindieron y quitaron el comedor, en Antillana se mantu­vo”, lo expresa con el orgullo de haber sido dirigente sindical en ese centro.

Ella reconoce las difíciles cir­cunstancias que han encarecido los alimentos, pero considera que debe mejorarse la calidad, su pre­sentación. “Hay que elaborarlos bien, para que lo que se da, llegue de la mejor manera, y el trabajador los coma con gusto”.

Ante inconformidades, en la Empresa de Combinadas Cañeras LX Aniversario de la Revolución de Octubre, más conocida como KTP, de Holguín, no dudaron en eliminar el contrato con la UEB que le sumi­nistraba el almuerzo, porque la ofer­ta consistía en chícharo, viandas y, a veces, mermelada.

Felizmente, las condiciones eco­nómicas favorables en que opera la empresa, junto a la determinación del sindicato de luchar por el bienes­tar de los trabajadores, hicieron po­sible que 166 afiliados disfruten de un suplemento alimentario.

Carlos Suárez Batista, miem­bro del Secretariado Provincial de la CTC, al frente de la esfera económica, dibuja dos principales panoramas. Por un lado, están los colectivos que a raíz de la Tarea Ordenamiento en un momento renunciaron al servicio de comedor y “actualmente se lamentan de la de­cisión adoptada”.

La otra cara la muestran, estima, algunas entidades (sobre todo de las ramas niquelífera y de industrias) que continuaron con esta prerroga­tiva, aunque sus empleados y direc­tivos se quejan del peso que implica para sus utilidades el subsidio del almuerzo por encima de los 18 pesos, mientras, otros tienen opiniones ne­gativas de los altos precios del ser­vicio de alimentación que reciben de otras empresas, en el caso de quienes asumieron esa posibilidad.

Recursos y gestión

No son pocos los quejosos por la menguada asignación de recursos para esos fines en el presupuesto. Ese es el caso del Taller Especial para Personas con Discapacidad de Holguín, perteneciente a la Empre­sa Provincial de Industrias Locales Varias, cuyos trabajadores siempre tuvieron una protección alimenta­ria y hoy sufren de las carencias ge­neralizadas.

En el Taller Especial para Personas con Discapacidad de Holguín existe precariedad en los implementos para la elaboración de la comida. Foto: Lianne Fonseca.

Al visitar el centro, donde se producen diferentes artículos, su jefa Nelvis Pérez Rodríguez, y la co­cinera y dirigente sindical Maylén Batista Almira, comentaron que anteriormente estaban dentro de los sectores protegidos, pero ya no es así.

Aunque reconocen los esfuerzos para garantizarles materias pri­mas y no tener interrupto a ningún trabajador, subrayan que la última asignación de arroz y chícharo fue en el mes de febrero; ahora solo tie­nen azúcar para hacer té; no se les facilita el gas para la cocción, muy necesario ante los frecuentes apa­gones; y los escasos equipos eléctri­cos con que cuentan para cocinar están con notable deterioro.

En el territorio yumurino, Gil­berto Castel, al frente de la Direc­ción Provincial de Economía y Pla­nificación, precisa que la prioridad en las asignaciones la tienen círcu­los infantiles, hospitales, hogares de ancianos y maternos, y niños hospitalizados, centros internos de Educación… “El resto de la alimen­tación debe buscarse con producciones endógenas, en los territorios, y así compensar el déficit de arroz, granos, aceite…”.

Gracias a las contrataciones con empresas cárnicas y de cultivos va­rios, mipymes y trabajadores por cuenta propia de dentro y fuera de la provincia de Matanzas, la UEB Servicios Integrales Centro puede alimentar a más de 3 600 tra­bajadores del Ministerio de Energía y Minas en su red de 22 comedores y 43 puntos de distribución en esos predios.

Inti Tabares López, director de esta UEB, ha viajado hasta Cama­güey a comprar arroz. “Necesito ocho sacos diarios y hace más de un año nada nos suministra la Empre­sa Mayorista de Productos Alimen­ticios, mientras que la de Servicios a Petroleros a la que pertenecemos nos facilita algún refresco, a veces cárnicos, granos, y somos consecuentes con la responsabilidad de garantizar de cuatro a cinco platos. Nuestros trabajadores merecen lo mejor”.

La opinión la respaldan el operario Raydel Amador y la de­pendienta del comedor de la obra Dalyannis Leyva, del tanque 88, uno de los reemplazos de los de­pósitos siniestrados en el incendio del 2022 en la Base de Supertan­queros… “Los operarios comen muy bien aquí, se les ofrecen dos platos fuertes… el servicio es de mucha ca­lidad y solo se cobra 18 pesos, a pe­sar del alto costo del menú. El resto del valor lo asume la empresa”. El comedor en esta estratégica inver­sión es un logro de la UEB dirigi­da por Inti”, pondera Yanlys Yanet Durán, secretaria general del Sindi­cato Provincial de Energía y Minas.

Confort y calidad de las ofertas distinguen el comedor de la obra tanque 88 en la Base de
Supertanqueros. Foto: Noryis.

También en la Empresa Cubana de Equipos Médicos, en La Haba­na, han podido conciliar el almuer­zo con el respaldo de las utilidades. Según explica Orelvis Meneses Aquino, director de la entidad, “con las utilidades se ha logrado pagar el servicio. Por una comida que vale alrededor de 200 pesos, el trabajador paga 18 pesos”. Lisandra del Toro Cintra, representante sindical del centro, dijo que cuando el al­muerzo no tiene la calidad requeri­da, se reúnen con los encargados de su elaboración, en aras de solventar las quejas de los afiliados.

Autoconsumo, una vía necesaria

Ante la falta de alimentos para los comedores, en no pocos lugares de­ciden por su cierre, en vez de acu­dirse a opciones como la solicitud de tierra para la creación de auto­consumos, advierte Vladimir Gon­zález, miembro del Secretariado Provincial de la CTC en el territo­rio yumurino.

En Antillana de Acero han probado crear áreas con ese fin, aunque cuesta trabajo. Unos ra­quíticos platanales dan muestra de eso. “Plantamos cultivos de ci­clo corto, pero la tierra está contaminada”, afirma el secretario del buró sindical, quien añade que ya adquirieron una finca en el propio municipio capitalino del Cotorro. Ponerla a producir es el reto para así garantizar mayor variedad en su almuerzo.

En Antillana de Acero, el dependiente Antonio Hidalgo dice que nadie usa esos platos porque cada quien lleva su pozuelo. Foto: Agustín Borrego Torres.

Sobre el asunto, Yaquelín Baños Torres, secretaria general del Sin­dicato Nacional de Trabajadores de Industrias, reconoce que dentro del sector ha crecido el número de enti­dades que implementan el autocon­sumo para mejorar los platos con ensaladas y viandas. “Sin embargo todavía queda mucha tierra ociosa dentro de los planteles que se puede utilizar”.

Roberto Betharte Mazorra ase­gura que “la idea no fue nunca eli­minar los comedores obreros, sino erradicar los subsidios, descargar al Estado de todas las gratuidades que recibían el sistema empresarial y el presupuestado. Siempre se in­sistió en que las empresas crearan condiciones: huertos, autoconsu­mos integrales para generar otras ofertas.

“En el caso de los organismos globales, el Estado asumió un esti­pendio que, luego del ordenamien­to, apareció incluido dentro del sa­lario. No es menos cierto que, dadas las condiciones actuales y los pre­cios especulativos que prevalecen, esto tiende a ser un reclamo perma­nente…”, añade.

El matancero Vladimir Gon­zález considera que, no obstan­te estar latente en el sentimiento laboral la necesidad de regresar comedores obreros en el sector productivo o velar por su buen funcionamiento, llama la atención la nula presencia de este asunto en las asambleas y conferencias como parte del proceso orgánico del 22 Congreso de la CTC.

“A partir del interés del perió­dico Trabajadores, de saber cómo marchan en nuestro territorio, ya orientamos un análisis inmediato, porque estamos convencidos de la existencia de colectivos que tienen condiciones financieras para darles de comer a sus empleados”.

Según criterio de Betharte, es necesario establecer la cantidad, calidad, ofertas permanentes y op­cionales. “Es un asunto que los sin­dicatos tienen que revivir. Duran­te los años más duros del período especial eso se logró, gracias a las iniciativas de cocineros, ayudantes y empresarios”.

Llama la atención que en los úl­timos años, en la CTC no se ha reci­bido ninguna reclamación sobre el tema.

Por su trascendencia, el asunto merece la atención del movimiento sindical. En los Convenios Colecti­vos de Trabajo deben quedar claros los precios de las ofertas, cantidad de platos, la norma para activida­des con elevados gastos físicos o de otras complejidades exigentes de dietas especiales.

Una opción por aprovechar al máximo es el fomento de áreas de autoconsumo. Foto: Lianne Fonseca.

Debe permanecer en los diri­gentes sindicales la exigencia co­tidiana para que los destinos de las utilidades incluyan un mejora­miento continuo de estas condi­ciones laborales. Quitar o no retor­nar los comedores para ingresar más dinero no puede ser nunca la opción, cuando esto puede limitar la productividad, la eficiencia o el cumplimiento de los planes.

Convendría, y mucho, retomar el movimiento de comedores mo­delos allí donde funcionan, y hacer que nazcan así de óptimos donde existan las condiciones, a sabien­das de que el trabajador merece tanto como las riquezas que crea.

(Tomado de Trabajadores)

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