¿Dónde se mete el pescado?

Mientras Alberto García considera que “el pescado no se ve como antes, debiera tener más presencia en el territorio”. Alba Companioni recomienda a sus vecinos “darse, de vez en vez, una vueltecita por la pescadería ubicada en el Paseo de Marcos García”, justamente el lugar por el cual la santiaguera Zulema Verdecia afirma: “los espirituanos son afortunados, ojalá en mi provincia tuviéramos estos productos”.

En ese abanico de opiniones suele moverse el tema, en una provincia cuya acuicultura —contra viento, marea y los mismos contratiempos materiales y financieros de otras empresas— concentra alrededor del 30 % del volumen que anualmente captura el país. Pescadores de todo el archipiélago confluyeron el pasado 8 de abril en la tierra del Yayabo para festejar, formalmente, el día del trabajador de la industria pesquera, entre otros resultados, porque los espirituanos capturaron, en 2024, más de 3 000 toneladas, sobrepasando un plan que preveía unas 2 760.

Tal vez esa realidad —reflejada por la prensa local y nacional— sea, precisamente, una de las razones por las cuales muchas personas no aprecian la correspondencia que, por lógica, debe haber entre esos niveles de captura y el producto a mano en las pescaderías, otros puntos de venta y, desde luego, en la olla o sartén hogareños.

Erich Pérez Márquez, director general de la Empresa Pesquera Sancti Spíritus, Pescaspir, afirma que él comprende por qué muchos ciudadanos tienen la impresión de que “los filetes, ruedas o el pescado entero se pierden”, o que “no se ven como antes”.

“En primer lugar, tenemos una industria capaz de procesar o conformar altos volúmenes, que no solo aportan valores agregados al producto, sino que permiten extenderlo aún más, llegar a un mayor número de familias, y satisfacer un poco mejor las grandes necesidades de alimentos que hoy enfrenta la población.

“La evidencia está en el propio 2024, cuando de un plan de 1 652 toneladas procesamos 2 108, con un crecimiento, superior a las 450 toneladas en comparación con el año anterior.

“Es bueno recordar que, si bien nuestra principal instalación no nació como planta diseñada para el procesamiento industrial, sino para el beneficio del pescado, se le fueron haciendo modificaciones conforme a normas de calidad muy rigurosas que nos han permitido, incluso, disponer de una línea de fondos exportables.

“De manera que no solo ponemos en 15 pescaderías fijas y una móvil el pescado que tanto le gusta a todo el mundo, sino casi una veintena de productos muy bien recibidos, como las croquetas, albóndigas, picadillo, masa, hamburguesas, embutidos…

“Hay una gran verdad en todo esto. En otros tiempos, el ciudadano podía comprar en establecimientos estatales: huevos, carne de pollo, de cerdo, productos lácteos y otros que ya no los hay, están muy escasos, o a precios que no todas las personas pueden adquirir. Entonces ocurre que cuando nuestras ofertas llegan a la pescadería, tienen una permanencia mucho menor en ellas, se acaban rápidamente, porque la gente compra todo lo que sacamos y más. Ahí sobreviene la impresión de que los volúmenes son inferiores”.

Directivos y especialistas saben que no es así, incluso a pesar del apoyo que Sancti Spíritus les ofrece a otras provincias, de acuerdo con un balance nacional que busca enfrentar mejor la creciente demanda, sobre la base de una integración o cruzamiento fraternal, entre los territorios.

Vale todo

Si desde tiempos remotos existe para los ganaderos aquella frase que recomienda “aprovechar hasta el grito de la vaca”, los acuicultores espirituanos no se quedan atrás en términos de procesamiento y conversión en alimento.

Hace apenas unos días, la masa de labeo abrió paso a unas albóndigas que ojalá estuvieran al alcance de los habitantes de todos los municipios cubanos.

Por cierto, la empresa está comprando tomate para procesarlo y ofertar la albóndiga en puré, del mismo modo que, sacando cuenta a punta de lápiz, ponen ojo en el cerdo para, entre otros beneficios, suplir con su grasa la escasez de aceite.

Acerca de ello, o de los diez millones de pesos que la empresa ha invertido en su industria en los últimos cuatro años, muy poco o nada conoce una población que aguarda por el producto, con el apremio de aquel anciano que, al llegar a la pescadería pidió el último de la cola, preguntó qué iban a sacar, y otro longevo le respondió: “Ni idea tengo, pero lo que sea, viene muy bien”.

Para que el central (la industria) no pare, es preciso, sin embargo, que no le falte “la caña” (el pescado).

Si bien algunos pescadores consideran que no se está sembrando la cantidad necesaria de alevines (tal vez porque están extrayendo menos pescado o porque notan que escasea), las estadísticas dan cuenta de grandes volúmenes “plantados”.

Estudios indican que el territorio demanda unos 36.7 millones de alevines y, sin embargo, desde hace dos años se está cumpliendo la aspiración trazada para 2030 (40 millones), lo que permite autoabastecerse, asegurar una especie de “sobresiembra” en aras de lograr mayor supervivencia, volúmenes superiores durante la captura y apoyar, además, a provincias vecinas.

Pescar no es silbar y cantar

Muy bien lo saben Pedro Díaz Pérez y su brigada cuando se hacen, no a la mar, sino al río Zaza, desde su campamento permanente en Paso Caballo, a las dos de la madrugada; muchas veces en medio de una niebla que no permite verse ni las manos, o “con un frío que hace silbar al mono”, o “bajo el ataque de una plaga de mosquitos que no entienden con nadie…”.

“Pero hay que pescar, la población lo necesita y nuestra familia depende también de lo que hagamos”, comenta con esa ecuanimidad y sabiduría que sedimentan más de 30 años ejerciendo el oficio, a puro remo y chinchorro.

No son los únicos. Brigadas similares operan en aguas de la propia presa Zaza, el mayor embalse cubano, y en otros espejos de la provincia pertenecientes a la empresa acuícola, o a organismos que también extraen proteína a bordo de pescado.

No se trata de un poco de cajas. Según afirma Erich Pérez Márquez, director general de la Empresa, “una sola brigada nuestra puede pescar volúmenes superiores a lo que capturan empresas completas de otras provincias”.

Depredadores a ras de agua

Aunque al final lo capturado (robado) por pescadores furtivos vaya a parar a alguna olla familiar, no es lo mismo. En primer lugar, esa oculta e ilegal praxis afecta los niveles productivos, de procesamiento y diversificación de la empresa. En segundo lugar: ¿A qué precio “aterriza” el producto en el bolsillo de quien lo compra? ¡Ni hablar!

La realización de algunos operativos ha dado frutos, pero la pelea es dura.

Como estrategia se busca una mayor presencia de las embarcaciones y fuerzas de la empresa en los embalses, para cortarle espacio a esa indisciplina, que de hecho constituye delito.

Una situación similar presenta la pesca de plataforma, para la cual se está siguiendo una estrategia de integración provechosa en aras de sumar fuerzas y medios a la actividad, en busca de un mejor control y más justo destino de lo que se extraiga.

Eslabones en cadena

La determinación de desagregar una Unidad Empresarial de Base como mipyme estatal, para encadenar a la industria con productores agrícolas y fomentar pienso animal con residuos de cosecha, debe ampliar también horizontes.

No menos oportuno y útil puede resultar el encadenamiento de las dos empresas pesqueras (dulce y salada), con una mipyme estatal que suministre a la red minorista algo que posibilitaría disponer de ofertas similares en toda la red de pescaderías.

En su última visita a la provincia, Salvador Valdés Mesa, miembro del Buró Político y vicepresidente de la República, llamaba a los acuicultores espirituanos a pensar en nuevas variantes para exportar (asunto que necesita mucho el país), para obtener ingresos en divisa que permitan, como empresa estatal socialista, reaprovisionarse, mejorar condiciones de trabajo, salarios, y atención general a quienes sudan la piel y la red a pie de embalses o de industria…

Pero, ¿se exporta todo lo que potencialmente es posible? Es obvio que aún no. Y falta hace que sí, sin afectar, por supuesto, lo que se destina al consumo social.

Ojalá retornen los momentos en que los cartones de huevo, piezas de pollo, de otras aves, cerdo, ovejos, conejos… pongan al necesitado a decidir por cuál de esas alternativas optar. El panorama actual no vaticina que ello ocurra en lo inmediato. Lo saben los pescadores. No les queda, pues, más remedio, que seguir lanzándose hacia ríos y embalses en plena madrugada, con frío o calor, mosquitos o densa niebla, como Pedro Díaz y su aguerrida brigada, urgidos del sustento que ese oficio les garantiza, pero conscientes también de que es el modo más directo de multiplicar, tácitamente hablando, panes y peces.

(Tomado de Granma)

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