En un reciente giro de los acontecimientos en el sector automotriz alemán, Volkswagen ha logrado un acuerdo preliminar con el sindicato IG Metall que podría resultar en la venta o reconversión productiva de dos de sus diez instalaciones en Alemania.
Este pacto, que busca un ahorro de 4 000 millones de euros, podría significar un cambio decisivo para la empresa, que emplea a unos 120 000 trabajadores en sus plantas de Wolfsburgo, Emden, Osnabrück, Hannover, Zwickau, Dresde, Kassel, Salzgitter, Braunschweig y Chemnitz.
Según informes del periódico económico Handelsblatt, se contempla la venta de la planta de Osnabrück y una posible modificación o cierre de la instalación en Dresde.
El acuerdo, aún no finalizado, podría marcar un punto de inflexión en las aspiraciones de Volkswagen, que inicialmente consideró cerrar hasta tres fábricas.
Las negociaciones entre la compañía y los representantes laborales, que comenzaron en septiembre, se han intensificado en un esfuerzo por alcanzar un consenso antes de la temporada navideña, en medio de una caída en las ventas en China y una transición hacia la movilidad eléctrica que ha resultado más lenta de lo previsto.
Aunque este principio de acuerdo representa un avance significativo, tanto el comité de empresa como el Consejo de Administración deben aún ratificarlo, dejando abierta la posibilidad de que las negociaciones no lleguen a buen puerto.
El caso Volkswagen y la compleja situación de la industria automotriz europea
El panorama de la industria automotriz europea se torna cada vez más complejo, tal como lo demuestra la situación actual de Volkswagen.
La adopción de vehículos eléctricos ha experimentado una desaceleración inesperada, situación agravada por la competencia de los económicos coches electrificados de fabricantes chinos.
Este contexto ha generado una presión significativa sobre los fabricantes tradicionales del continente. En este escenario, Stellantis ha anunciado el cierre de sus plantas en Luton y Ellesmere Port, en el Reino Unido, ante la lenta demanda de vehículos eléctricos.
La empresa ha advertido que, sin incentivos gubernamentales para la compra de estos vehículos, se verá obligada a cerrar dichas instalaciones.
Renault, por otro lado, ha detenido la producción en su planta de Flins-sur-Seine después de más de siete décadas, optando por una transición hacia la economía circular.
La decisión coincide con la detección de defectos en la producción de sus modelos eléctricos Zoé y Megane IV, y se produce en un momento en que las ventas de coches eléctricos han disminuido un 17% en la primera mitad del año.
(Con información de El Economista)