Ariel conoce la mayoría de los senderos que dividen los montes alrededor de Santa Clara. Ni la oscuridad ni el temor a ser descubierto le hacen perder un camino que recorre dos o tres noches a la semana, unas veces con las manos vacías y otras con un saco repleto de carne recién cortada.
Todo depende de la suerte —parece decir para sus adentros—, aunque es una idea que encierra mucha planificación y estudio del terreno.
Él es uno de los tantos matarifes que, en su conjunto, entre enero y marzo le restaron diariamente a Villa Clara un promedio 53 cabezas de ganado mayor. Dicho de otro modo, solo en el primer trimestre de 2023 la provincia perdió dos animales cada hora, un dato que la afianza como el territorio de Cuba con los números más altos en el hurto y sacrificio ilegal de ganado vacuno y equino.
Como Ariel, otros muchos se dedican a un oscuro y turbio negocio que solo en una noche puede reportar más de 60 mil pesos de ganancia por animal. El precio más barato de la carne de res en el mercado negro, contra el de la de cerdo, representa solo la consecuencia lógica de un fenómeno que crece sin aparente contención. Lejos de ser la causa, significa uno de sus efectos.
¿Dónde están las razones para el aumento de un delito que deja a campesinos y a empresas estatales sin su recurso fundamental? ¿Qué acciones toman ganaderos y directivos para contener un fenómeno que de momento parece no tener freno? ¿Cuál es la realidad de Villa Clara? En este tercer reportaje sobre el tema Cubadebate se acerca a esos y otros detalles.
Después del portón
La forma más utilizada para matar una vaca es sacarla del potrero y llevarla hasta un sitio más tranquilo para terminar el trabajo. Allí se degüella y como en ese momento el animal da un solo mugido no llama tanto la atención.
Luego sacar los boliches y cargar todo lo que se pueda. Así es posible llenar hasta dos bolsas de carne. Algunos dejan ahí mismo el costillar, la cabeza y las patas, pero otros las entierran o las tiran en algún río o cañada cercanos.
De acuerdo a varios campesinos, por lo general son pocos los matarifes que cometen los delitos cerca de sus lugares de residencia. Algunos incluso van hasta municipios cercanos y allí dominan la noche y los senderos del monte. Otros, los más inexpertos, sí se dedican a merodear los caminos y aprovechan cualquier animal descuidado.
Lo más común es ir en parejas o descuartizar el animal entre tres personas para agilizar el trabajo. Hay poca camaradería entre quienes se dedican al hurto y sacrificio ilegal de ganado mayor. Casi ninguno vende directamente la carne, sino que tienen intermediarios para moverla por los diferentes puntos.
“Esto siempre tiene salida en la calle y las personas la persiguen mucho. Ahora mismo hay quien paga entre 250 y 350 pesos por una libra de carne de res, pero antes no lo hacían porque tenían el cerdo o el pollo más barato y fácil de conseguir. Uno tiene que comer, y mientras la situación siga así la gente va a seguir comprando. Para el que mata o la vende eso está clarísimo”, dice Emilio Martínez, un ganadero de Santa Clara que en este año ya ha sufrido más de un robo.
Y en medio de todo eso, aun resta por explicar otras maneras más turbias de mover el ganado. La complicidad entre algunos tenentes y los propios matarifes para comercializar la carne y luego reportar el animal como robado, así como la falsificación de documentos para transportarlos sin demasiados problemas, aparecen como otras variables de la ecuación.
Control pecuario: Más allá de los números
Las estadísticas del hurto y sacrificio de ganado mayor en Villa Clara durante el primer trimestre de 2023 no dejan margen para el optimismo. Envueltos en una espiral de crecimiento constante, solo entre enero y marzo últimos los ganaderos de la provincia perdieron 4835 animales, más del doble de lo reportado en igual período del año anterior.
Aunque en abril las autoridades locales reconocen una ligera disminución en el número de casos, de mantenerse el actual ritmo la provincia llegaría al cierre de diciembre con más de 19 mil cabezas de ganado perdidas. El reto es mayúsculo, sobre todo si se tiene en cuenta que, según los datos entregados a Cubadebate por el Ministerio de la Agricultura, en 2022 el territorio reportó 12 243 robos y sacrificios ilegales.
Para una provincia que tiene alrededor de 404 mil cabezas de ganado, tal cantidad representó perder alrededor del tres por ciento de su masa en solo doce meses. Y aunque para los responsables de la ganadería en Villa Clara ese número es menor a lo visto en otros territorios del país, la realidad es que en un ámbito como este no hay espacio para el conformismo.
Envuelto en informes que conoce a la perfección y garabateados con varias notas y cálculos en los márgenes, Roberto Pérez García, el jefe del Departamento de Genética y Registro Pecuario de Villa Clara, conoce cada cifra a la perfección.
En la provincia funcionan 78 oficinas dedicadas a captar y procesar casi todo lo que sucede con el ganado, pero hasta todas ellas llegan con frecuencia noticias de pérdidas o robos que complican el panorama.
“El 60 por ciento de los reportes de este año corresponden al ganado vacuno, mientras que el otro 40 por ciento representa hurtos en equinos. Todos los municipios crecieron en comparación con 2022, aunque los aumentos más preocupantes están en Manicaragua, Santa Clara, Ranchuelo, Placetas y Camajuaní. Solo esos territorios concentran el 62 por ciento de los casos”, explica.
Cuando se miran las gráficas una realidad salta a la vista: la zona más compleja de Villa Clara está en la capital provincial y en los municipios que la rodean. La existencia de un mayor núcleo de población en Santa Clara y por tanto de un mejor mercado para vender la carne, indudablemente condiciona el crecimiento de los robos.
De acuerdo a Roberto Pérez, el hurto y sacrificio de ganado mayor es un fenómeno presente en todas las formas de producción. No obstante, en el sector privado, como mayor tenente de cabezas de ganado, aparecen casi el 85 por ciento de los hechos. Dentro de los 394 robos detectados en las empresas estatales, las pertenecientes al Ministerio de la Agricultura reportan el 82 por ciento de ellos.
En unas y otras dos argumentos se repiten: la falta de mecanismos de control eficientes y la baja resolución de los hechos reportados a las autoridades.
Para intentar corregir lo primero, la dirección de ganadería en Villa Clara realiza los últimos sábados de cada mes el conteo de los animales a cooperativas y empresas estatales que más problemas tienen en el control de la masa, mientras avanza la Campaña de Verificación Equina. Para enmendar lo segundo aun no hay respuesta.
“Hasta el momento les hicimos el conteo a 880 entidades del territorio y a más de 18 mil propietarios de ganado equino. Para que se tenga una idea: solo en tres Cooperativas de Producción Agropecuaria (CPA) detectamos casi 400 cabezas faltantes. En todos los casos tomamos las medidas establecidas y hasta marzo aplicamos 301 multas con un valor de más de tres millones y medio de pesos. Sin embargo, los resultados siguen desfavorables”, lamenta.
Cercas adentro
Casi todas las mañanas Felipe Rafael Rojas Delgado, un ganadero con más de una década de experiencia, despierta con la misma incertidumbre de no saber si durante la noche le robaron algún animal.
El primero se lo llevaron del campo, pero el segundo lo sacaron del corral que habilitó a pocos metros de su casa para vigilarlos mejor. Una vez le picaron la cerca perimetral; otra le abrieron el mismísimo candado de la reja del cuartón. En ninguna ocasión la policía pudo dar con los maleantes.
“Aquí puedes estar al día con el tarjetero y los documentos del control pecuario, que eso no le impide a un delincuente robarte una res. En todo caso, te sirve para que después de bastante burocracia y malos ratos te ajusten esa vaca en tu registro”, asegura.
Sin embargo, Felipe también se queja de otro asunto preocupante. Según dice, en no pocas ocasiones el campesino queda en tela de juicio por una supuesta desatención a sus animales. “A veces es verdad que algunos ganaderos le facilitan el trabajo al ladrón, pero a otros le llevan la vaca, aunque se desviva evitándolo”, explica.
Así le sucedió a Mario González, un ganadero de 56 años que a plena tarde perdió el único caballo que poseía para recorrer su finca. “Lo dejé bien amarrado como siempre, pero cuando la policía vino a investigar no encontró la soga cortada y dijeron que se había perdido por un descuido mío. Otras veces demoran muchísimo en llegar y cuando lo hacen no tienen todos los medios técnicos para seguir las pistas”
A sus 60 años cumplidos, este hombre alerta sobre otro tema que muchos campesinos debaten casi a diario. Según dice, por lo general en las comunidades y poblados se sabe quién se dedica a llevarse o matar una vaca, pero ahora es más difícil que las autoridades actúen.
“Antes un grupo de guajiros detectaba quién les llevaba los animales e iba al Jefe de Sector a denunciarlo. Allí había el famoso potencial delictivo de la zona y como mínimo investigaban. Si aquello procedía a la persona le aplicaban la peligrosidad y hasta podía ir preso. Los maleantes se cuidaban más. Ahora no. Estamos prácticamente conviviendo con los delincuentes, pero tienes que cogerlos en tu finca con el cuchillo dentro de la vaca para que algo pase”, lamenta.
Una situación parecida le ocurrió hace menos de un año a su hijo. En uno de los recorridos por la finca encontró a dos ladrones llevándose un buey y los enfrentó. Los hombres dejaron el animal, pero también una herida de varios puntos en el rostro al hijo de Mario luego de defenderse lanzándole piedras.
“Imagínese que ocurra algo más grave. Ahí hay cuchillos por el medio, machetes, muchos campesinos tenemos armas de caza. ¿Qué pasa si por defender lo mío de un delincuente mato a alguien, o me matan a mí?”, cuestiona. Su pregunta solo recibe silencios.
Medidas y resultados: Una dupla dispareja
Miguel Rodríguez Gálvez, Subdelegado Provincial para la Ganadería en Villa Clara, resume en una frase la situación con el hurto y sacrificio de ganado mayor: “aunque no dejamos de trabajar y tenemos un grupo de medidas, los sistemas que hemos creado para enfrentar estos hechos hasta ahora no dan los resultados esperados”.
Esa idea es casi idéntica a lo dicho por Raiza Espinosa Broche, jefa del Departamento de Ganadería de la Delegación Provincial de la Agricultura, al Portal del Ciudadano en febrero de 2022. Justo en ese momento comenzaba un alza inédita de casos en Villa Clara que en definitiva redondeó un crecimiento de casi seis veces durante el último quinquenio. Justo en estos momentos la situación no es mejor.
Además de los problemas en los mecanismos de control y el bajo índice de esclarecimiento, Rodríguez Gálvez también menciona la ausencia desde hace años de la compra y entrega a los tenedores de ganado de alambres para mejorar las cercas perimetrales y así proteger sus potreros.
No obstante, está consciente que esa es una medida paliativa sin mucho impacto real, porque en muchísimos casos los ladrones rompen candados y vallas para sustraer el animal.
“Muchos campesinos optan por agrupar sus reses en corraletas para pasar la noche y tenerlas más vigiladas, pero entonces aquí aparece otro problema: la pérdida de eficiencia en la producción. En estos lugares no hay la cantidad de alimentos y agua necesarios para el consumo nocturno, que por demás es sumamente importante en la ganadería. Esto se traduce en menos nacimientos, leche y carne y hasta en el incremento de las muertes”, explica.
Sin embargo, no son pocos los que optan por esta decisión como única alternativa para cuidar sus animales. “Es un mal necesario —dice el Subdelegado Provincial para la Ganadería—. El tenente prefiere producir menos y salvar su masa antes que perder la res”.
Aun así, los robos de 2022 en Villa Clara representaron un millón 300 mil litros de leche y 396 toneladas de carne dejadas de entregar a la industria. Visto de otra forma, con esas cantidades pudieran garantizarse la entrega durante 17 días de leche y durante mes y medio de carne para los niños, las embarazadas y los beneficiados con dietas médicas a través de la canasta básica.
Cuestionado sobre las formas de enfrentar el fenómeno, Miguel Rodríguez menciona la existencia de 1508 patrullas campesinas en toda la provincia para velar por los animales. Asimismo, habla de la necesidad de fortalecer la integración entre la comunidad, el Ministerio del Interior y las instituciones de la agricultura.
“Sin embargo, vemos inestabilidad en ese trabajo —apunta—. Hay lugares donde el sistema funciona y los malhechores la han tenido más difícil, pero en otro no”.
Ante una realidad así, los directivos de la ganadería en Villa Clara reconocen la existencia de campesinos que disminuyeron su cantidad de animales para evitar las grandes pérdidas, aunque pocos cambian por completo su objeto social. “La mayoría se mantienen como ganaderos, pero con las medidas negativas de agrupar sus reses en las noches o someterse a extenuantes jornadas de guardias para proteger sus rebaños”.
“Si veo mis tierras vacías creo que me vuelvo loco”
La idea de las patrullas campesinas no acaba de convencer a William Díaz Lazo, otro ganadero de Villa Clara que tiene casi 180 cabezas de ganado, muchas de ellas con un alto valor genético. En otros momentos como promedio le robaban un animal al año, pero solo en lo que va de 2023 ya le han llevado cinco toros de ceba. Ni siquiera con ese alarmante incremento se anima a creer en el valor de esa estrategia.
“Eso está muy bonito en papeles, pero en la práctica no funciona. ¿Usted cree que un campesino que se levante a las cuatro de la mañana a ordeñar y luego trabaje de sol a sol en la finca, puede estar despierto hasta las dos de la madrugada vigilando su ganado? Cuando nos robaron los primeros animales mi hijo y yo lo intentamos una vez, duramos 18 días y no pudimos más. Así no hay persona que resista”, cuenta.
Aunque este experimentado ganadero no descarta por completo ese proyecto, sobre todo para aquellos lugares con varias fincas cercanas y una buena organización, dice sin medias tintas que esa no puede ser la solución al problema.
Tampoco la encuentra en la entrega de alambres para fortalecer la seguridad de los potreros, y cuando habla sobre ese tema lo hace con la fuerza de quien domina a la perfección cada una de sus palabras.
“En un momento importé materiales para las cercas y eso alivió un poco, aunque siempre hay quien corta las rejas y se lleva el animal. Sin embargo, ahora tienes el dinero y llamas a la empresa importadora y te dicen que no hay nada en los almacenes, por impagos a los proveedores. Ya no es que el Ministerio de la Agricultura no pueda comprarlos con sus recursos, sino que los ganaderos tampoco con los suyos. No hay continuidad en ese asunto”, explica.
El tema de las corraletas para proteger las reses en las noches también tiene más problemas que victorias. Así, por ejemplo, para un ganadero como William, hacer eso implica perder todos los parámetros de gestación, ceba y sobre todo la selección genética de sus animales. “Si los unes todos —dice— no puedes aplicar nada de la ciencia y la técnica tan imprescindibles para el desarrollo de la ganadería”.
Líder de la finca La Nueva, a sus 49 años este hombre es uno de los que tiene ante sí el reto de permanecer en el sector aun contra molinos y delincuentes.
“Llevamos dos noches consecutivas que entran bandoleros a los potreros. Por suerte no se han llevado nada, porque si contaba en la mañana y me faltaban animales, la decisión mía era venderlos todos. Y no sé qué será peor, porque no tendría el valor de venir a las tierras y verlas vacías. Creo que me volvería loco”, confiesa.
Ante tantas incertidumbres una pregunta queda en el ambiente: ¿qué hacer entonces para enfrentar el problema? Con su experiencia de años ligado al campo, a William Díaz no le tiembla la voz para responder.
“En primer lugar, comenzar a sentir mucho más el apoyo de las instituciones que tienen que ver con esto. A veces no es solo recursos. También hace falta una llamada por teléfono cuando te roban una vaca, sentirse escuchado, saber que las quejas no caen en sacos rotos”.
Luego, revolucionar verdaderamente el enfrentamiento a un problema que vulnera no solo la propiedad de los campesinos o del Estado, sino que daña el desarrollo del país.
Aplicar con mayor rigor las leyes contra los infractores y revertir la peligrosa tendencia de la escasa resolución de los delitos, bien podrían hacer girar la rueda a favor de los ganaderos y comenzar a detener el aumento exponencial de los números rojos.
Y junto a ello, es clave garantizar una oferta de carne en el mercado nacional —a fin de cuentas, el desencadenante principal de todo este fenómeno— que no obligue a las personas a buscarla en zonas más oscuras. Hacerlo implica combinar el alza en las producciones, pero también cerrarle la puerta al turbio camino del hurto y sacrificio ilegal de ganado como vía para aspirar justamente a mayores entregas.
Mientras eso no suceda, y mientras otros organismos implicados en el asunto rehusen brindar información y mostrar el escenario desde sus áreas de acción, los campesinos continuarán en vela y los delincuentes seguirán, cuchillo en mano, desangrando a un país en nombre de la alimentación.
(Tomado de Cubadebate)