Por décadas, el ferrocarril ha funcionado como el pulso vital de comunidades rurales en el centro-norte de Cuba. Hoy, su rehabilitación se ha convertido en un proyecto prioritario para reconectar a miles de familias en localidades que han enfrentado aislamiento y limitaciones económicas.
Los trabajos, enfocados en la Línea Norte —un tramo de 320 kilómetros entre Santa Clara y Nuevitas—, buscan no solo modernizar la infraestructura, sino revivir una red clave para el transporte de pasajeros y mercancías en la región, informó la Unión de Ferrocarriles de Cuba en redes sociales.
El deterioro progresivo de las vías, agravado por fenómenos climáticos y la falta de mantenimiento, obligó a reducir servicios ferroviarios en los últimos años, afectando a poblaciones que dependen del tren como medio de movilidad accesible.
La intervención, dividida en dos etapas, incluye la reconstrucción de puentes, la nivelación de rieles y la reparación de estaciones.
Uno de los avances más significativos ocurre en el kilómetro 84, donde un nuevo puente reemplazó una alcantarilla colapsada por inundaciones.
El puente permitirá reactivar el tramo Santa Clara-Morón en los próximos meses, marcando el inicio del retorno paulatino del servicio.
La segunda fase, enfocada en el tramo Morón-Nuevitas, está programada para iniciar en la segunda mitad del año.
Autoridades estiman que, una vez concluida, la Línea Norte operará a capacidad plena por primera vez en más de una década, reduciendo tiempos de viaje y costos logísticos para agricultores y comerciantes de la zona.
Aunque persisten desafíos, como la escasez de materiales y la necesidad de financiamiento adicional, el gobierno prioriza la obra como parte de su estrategia para fortalecer la conectividad en regiones marginadas.
Mientras las cuadrillas trabajan bajo el sol caribeño, las comunidades esperan que el silbato del tren vuelva a ser, pronto, sinónimo de progreso.