Mipymes III: La mano de obra

La fábrica de néctares y jugos Agroindustrial Media Luna se verá obligada a rehacer en breve los contratos que ha negociado con otras empresas y organismos estatales cubanos. Los documentos los había firmado Fernando Albán como discreto trabajador por cuenta propia. Ahora tendrá que revalidarlos como líder de una entidad que estrena personalidad jurídica. Con otros dos socios y 97 trabajadores -exportadores de la marca Tuaba-, esta agroindustria se convierte en mediana empresa.

Igual contratiempo difícilmente les empañe el júbilo a Abel Bajuelos y su Addimensional, productora de piezas, herramientas y moldes con tecnología aditiva o de impresión 3D, a Roberto Rojas, con Lácteos Rojas -microempresas ambas, con menos de 10 trabajadores cada una-, y a Bernardo Romero, que en Ingenius mantiene a 15 personas vinculadas con la programación informática y, por tanto, clasifica como pequeña empresa.

Las cuatro son privadas, como la gran mayoría de las 234 micro, pequeñas y medianas empresas (mipymes) a las que dio luz verde el Ministerio de Economía y Planificación (MEP), a un mes de emprender las inscripciones el 20 de septiembre. Estatales, apenas son siete. La opción de cooperativas solo ha sumado otras siete.

El desafío de la independencia

Cuando el proceso comenzó, diez años después de bendecido por el VI Congreso del Partido en 2011, a muchos tomó de sorpresa la inclusión de mipymes de propiedad estatal y mixta, junto a las privadas. Pero el gobierno se subió la parada de verdad cuando el ministro de Economía, Alejandro Gil, prometió “lograr la mayor similitud entre las facultades del sector estatal y no estatal”, pensando en reglas tributarias y oportunidades mercantiles, entre otras. Varios expertos, sin embargo, alertan que no basta con igualar mecánicamente cálculos y normas para actores con posiciones y capacidades diferentes en la economía.

Si las autoridades vencen la varilla a esa altura, probablemente atraigan en el brinco a muchos empresarios dispuestos a probar fuerzas. ¿Cuántos privados les seguirán? En solo dos días, más de un centenar presentó la solicitud. La incógnita mayor es cuántas estatales se sumarán al carro y qué influencia podría ejercer esta opción sobre la reforma de todo el sistema empresarial.

Muchas unidades empresariales de base, las controvertidas UEB, por lo general con menos de cien trabajadores, están pintadas para la conversión en mipymes. Las que lo intenten, resolverían viejos conflictos derivados de la insuficiente autonomía y de la carencia de personalidad jurídica.

“Las mipymes estatales son independientes en tanto no se integran, subordinan o son patrocinadas por ningún órgano, organismo o entidad”, previene la Resolución 63 del MEP, en el paquete legislativo para perfeccionar actores de la economía (seis decreto-leyes, un decreto y 17 resoluciones). La declaración suena osada, después de la sujeción por años a estructuras verticales, jerárquicas y centralizadas, que suelen trabar y retardar decisiones vitales todavía, aunque se flexibilizan de manera creciente.

Las organizaciones superiores de dirección empresarial (OSDE) en la cresta, con las empresas debajo y las UEB en el sótano, estructuraron una pirámide que podría aplanarse y cambiar, en proporción con la expansión de las mipymes en el universo estatal. Si la letra de las normas se aplica con todo rigor, las micro, pequeñas y medianas empresas podrían actuar como palanca para acelerar otros cambios pendientes en el modelo económico cubano.

Quiebra para evitar la quiebra

Una de esas transformaciones, con pobre avance por la complejidad económica, social y política que entraña, es el recurso de la quiebra empresarial. Su sola mención crea urticaria en el socialismo.

Los documentos rectores de la Actualización del modelo económico admiten llevar a liquidación las empresas con pérdidas sostenidas. Pero han moderado el tono en relación con los subsidios a las empresas. Luego de orientar tajantemente su eliminación en 2011 (Lineamiento 18), las versiones posteriores propusieron “disminuir progresivamente los niveles de subsidios y otras transferencias del Estado a las empresas” y evolucionar hacia una aplicación oportuna que incentive el desarrollo, la eficiencia y la competitividad (Lineamiento 22, de 2021). La vida demostró que el propósito de “eliminar”, entendido de manera radical, era utópico y un poco ingenuo.

El gobierno no ha podido renunciar a subsidiar producciones y servicios de valor estratégico, ni ha aceptado despedir a miles de trabajadores con el olímpico cinismo de un Poncio Pilatos capitalista.

La pandemia, además, confirmó de manera dramática la imposibilidad del Estado de desentenderse del destino empresarial. En los países capitalistas, gobiernos furiosamente neoliberales no han vacilado en socorrer financieramente a sus principales empresas. “Frente a la crisis del virus y a la expansión de los contagios, ningún mercado hizo nada”, observa el boliviano Álvaro García Linera. “Al contrario, los mercados escondieron la cabeza como avestruces y lo que salió a relucir como la única y última instancia de protección social fueron los Estados”.

Pero las autoridades cubanas tampoco han conseguido dirimir en las pérdidas causadas por impericia empresarial. Del Presupuesto del Estado salen año tras años montos de más de 20 mil millones de pesos en transferencias de capital para auxiliar a empresas con pérdidas. Antes de la pandemia, el economista Ricardo González, del Centro de Estudios de la Economía Cubana (CEEC), percibía una influencia preocupante de ese socorro en el déficit fiscal cubano, al contribuir con el 40 por ciento del gasto planificado por el Presupuesto y ser equivalente al 25 por ciento del PIB en 2018.

Los costos de las transferencias actuales de capital a empresas con pérdidas y de un alza mayor en el déficit presupuestario se harán visibles cuando pase la crisis de la Covid-19.

¿Seguirá auxiliando el Estado a todas las entidades que refugian su ineficiencia detrás de la prioridad económica que les otorga el gobierno? ¿Extenderá ese salvavidas presupuestario a las nuevas mipymes estatales? ¿Y las mipymes privadas?

La “similitud de facultades” prometida a estos actores, colocará al gobierno, como nunca antes, frente a la obligación de moderar la llave de los subsidios por pérdidas y aplicar las normas de quiebra empresarial. El paquete legislativo del perfeccionamiento de actores económicos reitera la extinción o liquidación de las mipymes, privadas y estatales, y de las cooperativas si tienen pérdidas insostenibles.

De cumplirlo con total justicia, creo que en la mirilla caerían inevitablemente otras empresas estatales y encontraría solución una vieja debilidad del sistema empresarial cubano: la pasividad que la ausencia del riesgo de bancarrota genera en muchas administraciones y gerencias. “Las empresas (cubanas) enfrentan restricciones de recursos físicos, pero su restricción presupuestaria es blanda”, contrasta la economista del CEEC Ileana Díaz. “No quiebran en términos financieros. Siempre son ‘rescatadas’ en última instancia”.

Mano de obra con voz

A Cuba las micro, pequeñas y medianas empresas le ofrecen la oportunidad de levantar soluciones inmediatas, dinámicas, de corto plazo, mucho más fluidas que las de la gran empresa tradicional, para innovar soluciones, encadenar producciones, hacer ofertas al mercado, exportar y hasta burlar el bloqueo económico de EEUU. El dinamismo que les señalan numerosos estudiosos a esas empresas es la tendencia de estos tiempos de “vertiginosa velocidad del cambio, del envejecimiento acelerado y de la eterna posibilidad de recomenzar”, que observa Zygmunt Bauman en esta Modernidad líquida, donde aprecia también peligros por la ruptura parcial de compromisos del capital con el trabajo y una vida laboral “plagada de incertidumbre.”

Oportunidades y desafíos, en lugar del Estado paternalista. ¿Cuántas entidades estatales -UEB y otras- darán el salto a un modelo empresarial en que autonomía, ganancias, riesgos financieros y exigencias van de la mano? ¿Y asumirá el Estado sus riesgos?
No me sorprenderán colectivos que prefieran esconderse detrás de las máquinas y el buró, mientras continúan culpando de los problemas a un “arriba” al que no ponen nombre. Otros quizás se lancen sin comprender el desafío. Pero también creo en el capital humano y el nervio de muchos trabajadores que pueden intentarlo. ¿Les darán luz verde? ¿Cómo reaccionarán las estructuras a que están subordinados hoy?

La Resolución 63 del MEP admite que “la propuesta para convertir una entidad estatal o cualquiera de las estructuras organizativas sin personalidad jurídica en mipyme (…) puede partir de las organizaciones superiores de dirección empresarial, los jefes de las entidades, los trabajadores y el MEP”. Los trabajadores. O sea, ¿el colectivo de una UEB?

Si la norma se cumple y se alienta, las mipymes estatales abonarían algo esencial en un modelo económico socialista: la participación de los trabajadores. Dejaría de ser intervención pasiva de una asamblea para aprobar un plan que no ha cocinado o no comprende del todo.

El nuevo capítulo empresarial se agrega a otras señales y medidas que indican la voluntad creciente del gobierno por pasar a un modelo más descentralizado. La norma reciente que deja la administración de los salarios en manos de las empresas se suma a los pasos para transformar la asignación de recursos por el Estado en una administración financiera moderna. Unido a las reformas monetaria, de precios y de salarios, los cambios preparan dramáticamente el terreno para una pospandemia en que las empresas, de cualquier tipo, necesitan autonomía y protagonismo real como actores de la recuperación.

El éxito empresarial y el sentido socialista del modelo dependerán, ambos, de que sean los trabajadores quienes decidan realmente en las empresas. Pero la participación de estos verdaderos actores es algo que veo poco aún en el horizonte empresarial, en parte porque los sindicatos siguen más afines a rutinas y frases rituales.

La reforma empresarial en gestación triunfará también en la medida que acepte la pluralidad no solo en términos de formas de propiedad. Existen diferencias de capacidades, talento y entrega: veremos empresas realmente innovadoras, de vanguardia, lo mismo entre líderes de la industria biofarmacéutica y otras grandes del Estado, que entre las cooperativas y las mipymes, privadas y estatales. En todos esos ámbitos, sobrevivirán por igual colectivos con menos voluntad para el riesgo y la innovación, pobres resultados y pobres ingresos.

Las mipymes pueden servir de factor acelerante de muchos otros cambios soñados en el socialismo cubano, tanto como para hacerme recordar a Bauman cuando en su profundo ensayo Modernidad Líquida parodiaba a los laboratorios tecnológicos del capitalismo contemporáneo: “Hemos encontrado la solución. Ahora encontremos el problema”.

(Tomado de Cubadebate)

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