El padre del niño dijo en broma algo muy serio. “Deberían dejar un solo turno de Educación Física, no hay bolsillo que aguante comprar zapatos”. Lo dijo en la reunión de padres donde eran mayoría las madres y todos rieron, pero la risa terminó en mueca. No es para menos. Su hijo, por ejemplo, rompió jugando fútbol en clases un par de zapatillas que solo tenían una semana de compradas. “Sin remedio, se rajó el material”.
Las próximas costaron 4 000.00 pesos y estaban en un portal, junto con otras, todas de la misma gama, traídas de Rusia, México, Panamá. La lógica del mercado indica que en esos miles estaríamos pagando el valor real, el flete, el traspaso de primera a segunda o tercera manos, la tasa de cambio del dólar y cualquier otro “arancel” que medie entre la escasa oferta y la creciente demanda. Sin embargo, no hay alternativas.
Ahora el padre sufre cada vez que el muchachito sale a la escuela, pensando si regresarán intactas. Durante los dos años de pandemia, esa sempiterna preocupación se mantuvo acallada, porque el mandato de quedarse en casa fue beneficioso en algunos aspectos; ese, por ejemplo.
Pero el regreso a la nueva normalidad y a la educación presencial para las familias cubanas ha sido traumático, no únicamente porque todavía el virus nos muerda los pasos, sino porque hubo que invertir en calzado para caminar. Y lo primero que pasó fue que las tiendas en CUP dejaron de ofertar estos productos y lo segundo que la opción en MLC es tan cara como en moneda nacional, a los costos informales de la divisa, pues ya sabemos que, por el momento, la MLC no es posible adquirirla en las casas de cambio.
Una tercera variable, la de los zapatos artesanales —de excelente factura, nada que restarles por ser manufacturados—, se elevó a un par de potencias, como mínimo, luego del ajuste de la Tarea Ordenamiento. Y aquí estamos, intentando solucionar tamaña ecuación, que se repite con la ropa, la perfumería y la cosmética, el aseo, el entretenimiento, por no hablar de la comida.
Vayamos, una por una, y comparemos precios.
Un par de zapatillas en la boutique Bandolli costaba la semana pasada 43.00 MLC (unos 4 300 pesos cubanos, al cambio informal); otras de la marca Ocean Pacific, en La Mina de Oro (Morón), 20 MLC más, o sea, 63.00 (6 300 CUP). Unos zapatos de cuero o botas, en el establecimiento Valero Cueros (trabajadores por cuenta propia), rondan los 4 000.00 pesos y en la calle, en cualquier portal o detrás del edificio de 12 Plantas, lo más barato que pagará por un par de zapatillas es 3 500.00.
Salvo el último ejemplo, que representa el 90% del salario medio mensual en Cuba (calculado en octubre de 2021), el resto de los precios está por encima del poder adquisitivo promedio de una madre o un padre trabajador. En el caso hipotético de una familia con dos salarios medios y un solo hijo (y considerando que solo se gastará en zapatos para el muchacho), 6 300.00 sigue siendo el 80% de los ingresos mensuales combinados. Esto es Matemática de bodeguero: la cuenta no da.
Un dato reciente de la Oficina Nacional de Estadística e Información sobre el Índice de Precios al Consumidor (IPC) confirma los supuestos anteriores. Para la división Prendas de vestir y Calzado la variación interanual de los costos con respecto a 2010 (año base del cálculo) es del 3.45%. Aunque habría que saber a ciencia cierta qué ofertas de ropa y calzado se tomaron como referencia, algunos se aventurarían a afirmar que el porciento es muuuucho mayor.
No es que antes del ordenamiento la cuenta diera como para tener más de un par de zapatos para ir a la escuela o salir de paseo, pero la introducción de una moneda sin convertibilidad real y la galopante inflación que sigue capeando en el segundo año del ajuste —y el IPC lo muestra por lo claro—, llevan al límite los malabarismos al interior de las familias. Porque ya lo dijimos, no es solo el calzado.
Un ejemplo de ello son los casi 500 alumnos que en Ciego de Ávila recibieran un par de zapatos, luego de que el Consejo de Gobierno tomara esta decisión, motivado por la asistencia a clases de los menores en chancletas o la inasistencia, en algunos casos.
No ayuda la lenta recuperación de la Economía en un contexto internacional crítico. Tampoco la captación de divisas mediante las tiendas recaudadoras ha podido cumplir el diseño original. Según se ha dicho, esos ingresos apenas están alcanzando para asegurar algunos productos de la canasta normada y dos o tres renglones para la venta en moneda nacional, a destiempo y sin orden de prioridades.
La industria nacional de calzado no ha podido recuperar las capacidades productivas anteriores al Período Especial, a pesar de que algunas fábricas han recibido inversiones, tal cual se afirmó en 2016.
En la actualidad, la cartera de inversión extranjera del país propone la “construcción y operación de una planta con tecnología limpia y moderna para la producción de un surtido variado de calzado comercial, en el orden de los 47 millones de pares anuales, destinado al mercado nacional”. Harían falta 20 millones de dólares que, hasta ahora, no han aparecido.
La reciente venta de juguetes en las pocas tiendas en moneda nacional que van quedando en el comercio minorista fue una sorpresa que dibujó algunas sonrisas en los rostros infantiles. Por supuesto, nuestras niñas y niños se lo merecen. No obstante, muchas de las madres y padres que hicieron largas colas habrían preferido se tratase de zapatos.
(Tomado de Invasor)