Elvia es la prueba de que la verdadera heroicidad va más allá de la simple valentía. Se trata de una combinación de valores y acciones capaz de inspirar admiración. Así pues, cuando llegué donde el colectivo laboral Pedro Domenech, y pregunté por una navera destacada, me señalaron a esta mujer de 28 años en el oficio, entre gallinas y huevos.
¿A qué se debe eso?, le pregunto a Elvia Bofil Beamonte.
—No lo sé. Hago el mismo trabajo que todos.
¿No la reconocen sindicalmente?
—Sí, eso sí. He sido seleccionada mejor trabajadora a nivel de empresa, por tres meses consecutivos, porque en una granja de propósito ponedora el resultado debe ser diario, no a largo plazo; cada día tienes un plan de 60 a 70% de posturas, y tienes que trabajar para eso.
“Uno trata de lograrlo, porque el objetivo es cumplir y hasta sobrecumplir. En dependencia de ese trabajo, serán nuestros ingresos”.
¿Han mejorado?
—¡Muchísimo! Ahora estamos vinculados a una Mipyme, que nos proporciona alimento importado de muy buena calidad, y la gallina responde. A pesar de ser animales viejos (trasladados desde otro centro de trabajo), que deben haber estado en decrepitud hace meses, estamos por encima del 70% de posturas.
“Entonces, los ingresos son muy buenos. Y el huevo tiene otro valor, no como antiguamente; ahora las naveras ganamos sobre los 20 000 pesos, por los resultados productivos.
“También nos estimulan mensualmente con un módulo gratis de productos de aseo y alimentos, a partir de la cooperación entre la mipyme y la empresa. Además, recibimos 30 huevos cada mes y las viandas, hortalizas y granos que producimos en la granja. Siempre tenemos algo para llevar a la casa”.
De manera que no piensa aún en el retiro, ¿verdad?
—No, todavía. ¡Qué va! Estamos en los mejores momentos. Y a mí me encanta mi trabajo. Aunque a otros no les guste para la mujer, yo pienso lo contrario: es como atender la gallina que está en el patio de la casa. Encima, tributas comida para la población.
“Reconforta saber que ese huevo que estoy produciendo va a llegar a un niño, a un anciano, un enfermo, a una persona cualquiera que lo necesita para alimentarse”.
¿Conoce lo que quieren sus gallinas?
—Sí, ¡cómo no! Hay que saber trabajar para este propósito. No es llegar y pensar que el animal tenga agua; tienes que saber cuándo se siente mal. Todo lo refleja en la cresta: su enfermedad, el reflejo del ovario, su estado anímico, cuando le echas un pienso de mala calidad.
“En una gallina saludable su cresta está roja. Cuando empieza a ponerse morada, a reducirse o se pone fláccida y se cae para el lado, esa gallina tiene un problema, ya sea entérico por mala calidad del pienso, porque le falte el agua, por un cambio de tiempo o por otros muchos factores”.
Ya usted sabe de veterinaria también.
—Claro. Como dice el dicho: el diablo no sabe por diablo, sino por viejo.
¿Y habla con las gallinas?
—Sí. Incluso hay naveras que les chiflan y ellas se acostumbran al chiflido. Yo no, porque no sé chiflar. Cuando trajeron a estas, me dijeron ‘tienes que chiflarles, porque están acostumbradas a que la navera les chifle’. Pero yo no sé. Entonces, a veces me pongo a cantarles.
“Voy recogiendo huevos, echando pienso, seleccionando y cantando. Si estoy melancólica, una canción melancólica; si estoy alegre, una canción alegre: de José José, Roberto Carlos o alguna canción del momento. Y ellas me miran. Conocen a la persona que las trabaja. Ahora usted entra y se le quedan mirando y se preguntan quién es. Las gallinas saben, no lo dude”.
¿Cuánto tiempo lleva en la avicultura?
—Desde 1996. Antes operé durante ocho años una turbina eléctrica para la Empresa Porcina y para darle agua a la población. Trabajo desde los 17.
En su nave permanece largo tiempo sola, pero no en silencio.
—¡Jamás! Este es un trabajo solitario, como ve; cada quien tiene sus funciones. Pero ya lo oye; silencio no hay, porque las gallinas no se callan. Y en este colectivo nos llevamos muy bien. Ahora estoy aquí sola, y luego a la hora de almuerzo nos reunimos todos los trabajadores: almorzamos, conversamos sobre cualquier situación del momento, de la novela, hacemos comentarios y nos reímos.
Elvia quizás sea la última en saberse una heroína. A ella nunca le parecerán iguales los 365 amaneceres del año, porque su heroicidad nace de valorar cada nueva postura que recoge, de la admiración que cosecha entre sus compañeros, de la sencillez de trabajar con amor, de llegar a su nave todos los días y decirse “hoy es un gran día”.
(Tomado de El Artemiseño)