La hora de la economía circular

¿Hasta cuándo el planeta Tierra podrá aguantar el creciente volumen de residuos que la actividad humana genera? ¿Con los modelos lineales de la economía de consumo que imperan hoy podremos disminuir, antes que sea demasiado tarde, el efecto medioambiental que acarrean nuestros propios desechos?

La primera de esas interrogantes carece de una respuesta exacta, pero teniendo en cuenta la celeridad con la que avanza el cambio climático —deshielo en los polos, aumento del número de huracanes y su potencia, lluvias intensas y prolongadas sequías, por solo citar algunas—, es evidente que si no ponemos manos rápidas sobre el asunto, el desenlace final puede estar más cerca que lejos.

En el caso de la segunda pregunta, definitivamente la respuesta es un NO rotundo, porque con el modelo económico lineal que se basa en la extracción y transformación de materias primas y su utilización para originar bienes y productos, la posterior comercialización y consumo, y finalmente el desecho de los mismos, ahorita habrá tantos residuos que tendremos que convivir con ellos todo el tiempo dentro y fuera de casa.

Esto último no es una metáfora, pues se estima que para este 2025 en el planeta se generen cerca de 7 millones de toneladas de basura, y se espera que de seguir la cosa como va, para el 2070 la situación va a ser tan grave que entonces tendrán que llegar forzosos cambios radicales, y aquí regresa la incertidumbre de si los cronómetros de la golpeada “madre natura” aguantarán hasta dicha fecha.

A todo lo anterior se suma el agotamiento paulatino de los recursos naturales que la especie humana utiliza como materias primas, sobre todo debido al crecimiento desmedido del consumo y por tanto de la producción y comercio a nivel internacional.

¿Cómo evitar entonces que el propio apetito del hombre regrese como bumerán a cortarle la cabeza? ¿Existe una forma de aligerar el deterioro?

Estas preguntas formaron parte del sentir que provocó la celebración de la Cumbre de Río de Janeiro sobre Desarrollo Sostenible, del 3 al 14 de junio de 1992, reunión que marcó el despertar en muchos gobiernos y pueblos de la necesidad de cambiar los métodos y principios que regían hasta entonces en los planes de desarrollo económico y social.

De hecho, entre los 27 principios que se aprobó por la mayoría de los países en la Declaración de Río, queda bien claro que el derecho al desarrollo debe responder equitativamente a las necesidades de progreso y ambientales de las generaciones presentes y futuras.

También, que en la búsqueda del desarrollo sostenible la protección del medio ambiente resulta vital, con el propio ser humano como centro de las preocupaciones y teniendo en cuenta que la erradicación de la pobreza es tarea esencial y que los Estados tiene responsabilidades comunes, pero diferenciadas, porque todos no ejercen igual presión sobre los recursos naturales, ni tienen el mismo poder financiero y económico, y de irse el planeta a pique se lleva consigo a los “bolsillos llenos” y los “sin bolsillos”.

Dicho así, era inevitable que se planteara la obligación de reducir y eliminar las modalidades de producción y consumo insostenibles, todo a partir de legislaciones nacionales que moldearán el tema para cada nación y logrando la implicación y sensibilidad de la población mediante la educación y la comunicación.

Claro, después de 1992 los ritmos de desgarre de los recursos naturales, producción, comercialización y consumo siguieron aumentando, así como las desigualdades entre naciones bajo el axioma de “los ricos cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres”.

Lo cierto es que después de 1992 el tema medioambiental entró en la agenda política internacional, y han sido varios los foros sobre el mismo, entre ellas la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, que concluyó 12 de diciembre de 2015 con el Acuerdo de París, y que cuenta con el respaldo de la mayoría de los países, a excepción de unos pocos como Siria y Estados Unidos –este último firmó y luego se retiró tras la llegada a la presidencia de Donald Trump.

Economía circular, una de las posibles soluciones

En 1987 apareció por primera vez el término desarrollo sostenible en el Informe Brundtland, presentado por la Comisión para el medio ambiente y el desarrollo de la Organización de Naciones Unidas, encabezado entonces por la doctora noruega Gro Harlem Brundtland.

Después surgió el concepto de ecoeficiencia, aporte del filántropo y empresario suizo Setphan Schmidheiney que señalaba la imposibilidad de que un negocio pudiera ser competitivo si dejaba de lado al medio ambiente.

Estas definiciones sirvieron de base para la irrupción de la economía circular en 1989 en un libro de los británicos David W. Pearce y R. Kerry Truner titulado Economía circular, estrategia y competitividad empresarial.

Cuando entre 2008 y 2009 el mundo se vio envuelto por una profunda crisis financiera y económica, que tuvo parto en Estados Unidos y se extendió a todos los continentes, varios gobiernos, con mayor fuerza de la Unión Europea, asumieron en serio la economía circular (EC) como alternativa que permitiera un camino de desarrollo sostenible, ecoeficiente y más seguro, al menos para garantizarle futuro a la vida terrestre.

Una de las conceptualizaciones más aceptadas para su implementación es la esgrimida por la Fundación Ellen MacArthur —surgida en Gran Bretaña en 2010— que la define como: “una economía restauradora que tiene como objetivo mantener la utilidad de los productos, componentes y materiales, y conservar su valor.

“Por lo tanto, minimiza la necesidad de nuevos insumos de materiales y energía, a la vez que reduce las presiones ambientales relacionadas con la extracción de recursos, las emisiones y los desechos.

“Una economía circular proporciona así oportunidades para crear bienestar, crecimiento y empleo, a la vez que reduce las presiones ambientales. El concepto puede, en principio, aplicarse a todo tipo de recursos naturales, incluidos materiales bióticos y abióticos, agua y tierra”.

Entre los presupuestos principales de la EC, de acuerdo con la página web sostenibilidad.com, se encuentran: convertir el residuo en recurso; lograr que todo el material biodegradable retorne a la naturaleza y el resto se reutilice; reusar ciertos residuos o partes de los mismos que todavía pueden funcionar para la elaboración de nuevos productos; encontrar una segunda vida a los productos estropeados y aprovechar energéticamente los residuos que no se pueden reciclar.

Llega la era de que el viejo modelo lineal de producir, usar y tirar comience a ser sustituido por el de reducir, reusar y reciclar, que todavía no se encuentra tan extendido como urge para el mejor desarrollo de naciones, empresas, organismos y de los diferentes componentes de las sociedades, abriendo por el medio ambiente, ese que tenemos la responsabilidad de salvar, porque significa salvarnos a todos.

(Tomado de Venceremos)

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