A pesar de la tensión, el miércoles pasado reinaba la calma en el colectivo de trabajadores de los conocidos molinos Turcios Lima, enclavados en el municipio de Regla, zona industrial y portuaria de la capital cubana. El calor era sofocante y a la piel se pegaba un polvillo resultante de la molida del trigo.
El barco Iridia había llegado al muelle el domingo 4 de junio sobre las siete de la noche y dos horas después, tras la revisión del buque, comenzó la descarga de 21 mil toneladas de trigo canadiense, al que en condiciones normales se le hubiera podido extraer más harina que la que logran los trabajadores del Turcios Lima. “Con más reposo y la humedad ideal, el rendimiento fuera mayor. La premura con la que hay que llevar la harina a la población no nos permite otra cosa”, explicó el directivo.
Hoy el rendimiento oscila entre el 72-73 por ciento. “Con mejores equipos debía darnos un 75%, pero el estado técnico de ellos tampoco es el óptimo”, agrega.
El colectivo del molino Turcios Lima, uno de los cinco existentes en el país, lo integran 180 trabajadores. Todos saben que nada puede fallar. Tienen que estar bien preparados.
Antes llegaban hasta tres barcos cada mes. Ahora no; y utilizan el tiempo entre descarga y descarga para acometer mantenimientos y poner a tiro los viejos equipos. “Hoy tenemos un ritmo bueno y logramos unas 500 toneladas más de descarga que lo pactado con los barcos, lo cual es muy bueno, porque esos trabajadores pueden ganar entonces por pronto despacho”, enfatiza Wilber, el director.
“El propósito es ese pronto despacho, si lo logramos sería un importante ahorro para la economía nacional. Además, constituye un dinero que va a esos trabajadores”, asegura Suset Álvarez, secretaria general del buró sindical, aunque es de lamentar —le comento— que se les deba dinero tras concluir anteriormente otros barcos en menos tiempo que el previsto.
“Eso podría entorpecer su labor cuando han disminuido las existencias de trigo y harina en el país”, le digo. Los de la extracción también almacenan el trigo en los silos para luego llevarlo al molinado. Constituyen un armónico engranaje, pero por la escasez del producto en la nación, con este trigo canadiense ha habido que enfrentar acciones nunca antes puestas en práctica.
“La estrategia principal tuvimos que hacerla con la salida de la harina y del trigo ya descargado. Normalmente producimos 90 toneladas diarias, cantidad que podemos trasegar sin problemas para las provincias. Pero ahora hemos tenido que cabotear trigo 24 horas, por lo que el personal encargado de esa tarea, entre ellos los del pesado y el almacén, han trabajado en horarios emergentes. Saben su labor y han venido para acá”, nos dice el director.
En tiempos normales este molino garantiza la harina destinada a las provincias de Mayabeque, Artemisa y La Habana —que también recibe del molino José Antonio Echeverría e Imsa— y en menor medida Pinar del Río.
Pero en las condiciones actuales han enviado harina para Santiago, Guantánamo y otros territorios. Conocimos además que a través de sus transportadores mandaron trigo al molino Imsa (Empresa Mixta con México), mientras que al José Antonio Echeverría (JAE) y a Cienfuegos, lo han enviado por carretera. “La cobertura es tan pequeña que no se garantizaba si se enviaba por barco. Eso nunca se había hecho”, refiere Wilber Parra.
“…no sirven guayabas verdes”
“Cuando empieza la descarga no paramos hasta extraer todo el trigo de las bodegas del barco”, subraya Parra. El personal dedicado a la extracción habitualmente trabaja en dos turnos de 12 horas cada uno. Fíjese usted, en circunstancias como esta el sistema tiene que funcionar como un reloj. Nada nos puede fallar”.
Nos acercamos al muelle para observar la extracción, y Robleda, el fotógrafo, pide subir a la enorme grúa que por absorción saca los granos. Mas parece que hay un problema, y recordamos entonces el viejo y elocuente dicho popular: “Cuando el mal… no sirven guayabas verdes”.
La descarga está detenida pues la grúa Vigán, encargada de la extracción, se rompió. “Anoche se trancó la turbina. Lo primero que hicimos fue intentar su reparación, algo muy complejo. La estamos cambiando”, dice Víctor Fernández, subdirector técnico del molino.
José Luis Ramírez, jefe de montaje industrial, encabeza a un grupo de trabajadores de la cooperativa San José, contratada para estos y otros menesteres similares en la UEB, quienes acometen la tarea. Es imprescindible esa acción. “Por suerte teníamos una nueva en el almacén y pronto reiniciamos la descarga”.
El laboratorio se ocupa de determinar la dureza del grano, el gluten, la llamada ceniza que trae. Del silo al molinado, donde se trabaja también 24 horas con distintas brigadas.
Parecería no muy complicado moler trigo. Pero el molinero no se forma en un día. Es un especialista que tiene que hacer funcionar diferentes sistemas: electricidad, automática, la mecánica, la aspiración y limpieza. Allí se trabaja todo el día.
Una vez terminada la descarga de las 16 mil toneladas en Regla, el viernes último el barco Iridia partió para Santiago de Cuba en el horario de la mañana. Tras presentar el expediente acreditativo sabrán en las próximas semanas lo que ganaron por pronto despacho. Por ahora sí saben que cumplieron con las expectativas.
Allá en la Ciudad Heroína esperan con ansiedad la llegada del buque para echar a andar el molino de esa ciudad, detenido por falta de trigo. La jugada está “apretá”, pero los molineros saben de lo que son capaces.
(Tomado de Trabajadores)