Hacia una nueva matriz energética

La electricidad en Cuba no es un flujo continuo: es similar a un pulso. Llega, se va, regresa a medias. Se organizan turnos de trabajo, horarios de descanso, ritmos domésticos y procesos productivos. Así funciona hoy gran parte del país, mientras el sistema electroenergético atraviesa una de las etapas más tensas de su historia reciente.

En este escenario de fragilidad material y presión cotidiana, la transición hacia las energías renovables progresa como una estrategia necesaria, todavía insuficiente. Por ejemplo, los incrementos en la generación de energía solar, representan aún una pequeña porción frente a la demanda total del país.

Sin embargo, algo se mueve: industrias sostenidas por su propia energía, pequeñas empresas supervivientes gracias a baterías y sistemas híbridos, territorios que empiezan a planificar su consumo desde la eficiencia y no solo desde la escasez.

No compensan la falta de combustible, ni suplantan a las viejas centrales termoeléctricas; no obstante, delinean otro mapa posible: el de la sostenibilidad.

La importancia concedida a este proceso fue visible en la Feria Internacional de La Habana FIHAV 2025, con la dedicación de un área temática específica.

Desde una mirada técnica, la afirmación es directa: la situación en esta rama en Cuba es compleja. Así la define Marlenis Águila Zamora, especialista principal de la Dirección de Energía Renovable del Ministerio de Energía y Minas (MINEM). “Compleja, no significa inmóvil. El país atraviesa una crisis profunda, pero al mismo tiempo ha decidido apostar por una transformación paulatina de su matriz. Bajo esa ruta, las fuentes renovables han dejado de ser una aspiración para devenir un componente tangible”.

Marlenis Águila Zamora, especialista de Energía Renovable. Foto: Gilberto Rabassa/Bohemia.

Además, solo durante el transcurso de este año se han instalado 33 nuevos parques solares fotovoltaicos, los cuales ya entregan energía al Sistema Eléctrico Nacional.

“La potencia incorporada ha permitido, después de apenas nueve meses, pasar la participación de las fuentes limpias en la generación eléctrica de menos del 4 por ciento, registrada el mes de enero, a alrededor del 9 por ciento al cierre de septiembre”, refiere.

El avance es aún insuficiente frente a las necesidades reales del país. Las fuentes renovables no están llamadas a sustituir de inmediato al sistema tradicional, más bien a integrarse de manera gradual dentro de un proceso largo y complejo.

Del diseño a la práctica

Mientras la nación busca reorganizar su matriz de generación y consumo, el gobierno desarrolla también una estrategia nacional y la construcción de un proyecto de Ley de Transición Energética, aún bajo fase de consulta con numerosos organismos. Según explicó Águila Zamora, la futura norma pretende apoyarse en acciones concretas dentro de la industria, los servicios, el transporte y el sector residencial, junto con nuevos esquemas de financiamiento y al fortalecimiento de la producción nacional de tecnologías más eficientes.

Si desde el Ministerio este proceso se piensa a modo de política pública de largo alcance, en el terreno adopta formas muy concretas. Detrás de cada kilowatt que entra hoy al sistema hay iniciativas científicas, emprendimientos privados, industrias estatales y esquemas financieros que intentan, con distintos ritmos y alcances, permear la complejidad del contexto nacional.

Uno de los eslabones menos visibles, mas estratégicos, es el monitoreo y la gestión de los sistemas fotovoltaicos una vez instalados. Dentro de ese ámbito trabaja un proyecto de investigación vinculante a un grupo empresarial con la Universidad de La Habana, su laboratorio fotovoltaico y la Unión Eléctrica (UNE), orientado al uso de drones para la supervisión integral de parques solares.

Según explicó Armando Díaz Rodríguez, coordinador del proyecto, la iniciativa busca desarrollar metodologías de monitoreo antes, durante y después de la construcción de instalaciones fotovoltaicas, apoyadas mediante sistemas de información geográfica. La lógica es sencilla: sin control sistemático sobre el estado de los paneles, su degradación y rendimiento real, la sostenibilidad de estas inversiones queda comprometida.

El proyecto en el que participa Armando Díaz Rodríguez utiliza drones para el control del estado de los paneles. Foto: Gilberto Rabassa/Bohemia.

Aún permanecen en fase investigativa los estudio de normas internacionales, la revisión de buenas prácticas y la adaptación de experiencias de países con amplia penetración fotovoltaica, entre ellos, España. A largo plazo, los datos podrán alimentar diagnósticos apoyados incluso en inteligencia artificial, capaces de anticipar fallas y pérdidas de eficiencia.

Pero, incluso este tipo de programas, altamente especializados, chocan con un límite compartido por casi todos los actores del sector: el acceso a medios y tecnologías depende del mercado internacional y del manejo de divisas, obligando a gestionar compras a través de terceros países y agencias intermediarias.

Requisito de supervivencia

Si dentro del ámbito científico el acento está puesto sobre el control y la eficacia, para muchas entidades, estatales y privadas la energía renovable se ha convertido, ante todo, en una condición, gracias a la cual siguen operando.

Renova S.R.L., con sede en Camagüey, es una de esas mipymes que ha hecho de las soluciones energéticas su línea principal de trabajo. Tras cuatro años de actividad ha instalado más de 200 sistemas fotovoltaicos con una capacidad de almacenamiento que supera el 1.6 megawatts para clientes del sector estatal, privado y en viviendas.

Sus servicios, indica el ingeniero José Ernesto Santana Álvarez, gestor de proyectos de la empresa, incluyen sistemas híbridos capaces de alimentar cargas críticas durante los apagones.

En instalaciones del turismo o del transporte estos esquemas permiten priorizar cargas esenciales, mantener procesos productivos y desplazar hacia la generación solar consumos antes totalmente sostenidos por la red.

En el otro extremo del entramado productivo aparece la experiencia de la Empresa de Bebidas y Refrescos de Mayabeque. En una de sus tres unidades ya funciona una técnica de 50 kilowatts de generación solar con 150 kilowatts hora de respaldo mediante baterías, lo cual le permite desconectarse del sistema nacional por determinados momentos.

Para una fábrica que antes podía disponer apenas de cuatro horas de electricidad al día, el cambio ha sido radical: “hoy puede sostener 24 horas de operación, combinando la energía del Sol con el almacenamiento”, señala Néstor Lorenzo Lazo, director de la entidad.

Otro ejemplo lo constituye ALFICSA Plus S.A., de Cienfuegos, dedicada a la elaboración de alcohol fino y superfino. La empresa genera su propia electricidad mediante un turbogenerador, alimentado por alcohol técnico B –subproducto del proceso– combinado con crudo cubano. “Esta solución le permite desconectarse del Sistema Eléctrico Nacional, disminuir el consumo de combustible fósil y reducir las emisiones de azufre durante la combustión”, señala Ana Isabel Fernández García, especialista de calidad

El modelo de generación propio de ALFICSA forma parte de un encadenamiento productivo con el central azucarero Antonio Sánchez, estructurado sobre principios de economía circular. Las mieles del ingenio alimentan la producción de alcohol, los residuos se convierten en pienso animal y fertilizante para la caña, y parte de esos subproductos regresan a los campos mediante fertirriego. “En ese circuito cerrado, la energía no es solo un soporte técnico, sino un eslabón más del ciclo productivo”, explica Fernández García.

Desde la visión institucional, este tipo de experiencias es precisamente el ejemplo a seguir. Sin embargo, muchas propuestas se quedan todavía en el nivel demostrativo, sin lograr una réplica a gran escala territorial.

Entre el avance técnico y las restricciones estructurales

Mientras se instalan parques solares, multiplican sistemas híbridos y ensayan soluciones productivas, persisten límites estructurales que condicionan el ritmo de la transformación. El financiamiento sigue siendo un importante cuello de botella.

A ello se suma la falta de acceso estable a combustibles, lo cual afecta no solo al sistema eléctrico, también a la logística necesaria para desplegar tecnologías, transportar equipos y sostener procesos productivos. Incluso la transición energética, paradójicamente, necesita aún del combustible fósil si quiere avanzar.

Águila Zamora explicó que el MINEM ha creado un eje de soporte económico-financiero, coordinado con el Banco Nacional de Cuba, los ministerios de Economía y Finanzas, y la academia.

Entre las soluciones destacó el Fondo de Fomento para la Transición Energética, nutrido por cooperación internacional y proyectos de negocio con el objetivo de ofrecer mecanismos económicos diversos y que las entidades productivas implementen tecnologías renovables y hagan sostenibles sus proyectos.

Este cambio no transcurre en línea recta ni a la velocidad impuesta por la urgencia. Más bien se construye a retazos. Para millones de hogares, la transición sigue siendo una promesa lejana la cual no interrumpe el apagón de la noche. Los resultados de las herramientas en fase de implementación solo podrán valorarse a largo plazo, mas la premura cotidiana exige soluciones inmediatas que de momento siguen siendo parciales y limitadas.

El país ya no discute si debe transitar hacia las fuentes renovables: la discusión está en cómo hacerlo, con qué recursos y a qué ritmo.

Entre esos dos planos –la estrategia y la urgencia– se mueven hoy las energías limpias en nuestro país. Lo renovable no aparece como una salvación instantánea a la crisis; no obstante, sí constituye una de las rutas posibles para empezar a desmontarla.

(Tomado de Bohemia)

Comparte este artículo

Cuadrando la caja

Mercado cambiario en Cuba

¿Qué tipo de empresa estatal necesitamos hoy?

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *