A juzgar por el tiempo que ha pasado desde la última vez que vino a la bodega, por el precio de oro a que puede conseguirse, e incluso por la cotización que hasta en divisas tiene, es lógico que cualquiera piense que ya en Cuba no se producen huevos, y que la avicultura se extinguió.
Sin embargo, un trabajo reciente de Granma constató que sí, que se produce todavía, aunque en números mínimos que van creciendo lentamente y apuntando a una recuperación paulatina de la actividad avícola.
Para salvar ese frente de la agricultura cubana, el Grupo Empresarial de Alimentos y Aves (Gealav) estableció un nuevo modelo de gestión y se asoció con otros esquemas productivos, un mecanismo al que denominaron “formas cooperadas”.
Doriel González Molina, vicepresidente de Gealav, explicó que la producción cooperada no es más que unirse a un productor o a una forma de gestión estatal o no estatal que aporte el pienso.
“Nosotros aportamos todo lo demás: la granja, los animales, el trabajador, el salario y otros gastos”, precisó.
Con este esquema, comentó, logramos una producción conjunta, que al final se comparte también en función del gasto que tiene cada cual.
González Molina detalló que cada productor se queda con su parte en huevos, y la comercializa de acuerdo con sus gastos de producción, en tanto nosotros, con la parte nuestra, la destinamos al consumo social, a las embarazadas y a las dietas médicas.
Lo cooperado en detalles
Jorge Luis Parapar López, presidente de Gealav, en entrevista con Granma afirmó que la producción cooperada fue un proyecto que inició con 24 actores económicos: 12 mipymes privadas y una estatal, ocho productores agropecuarios, dos empresas mixtas y otra estatal.
Añadió que, actualmente permanecen vinculados al proyecto nueve actores: cinco productores agropecuarios, tres mipymes privadas y una estatal. A estos, en lo que va de año se les han entregado 64 852 900 huevos, acorde con el aporte de cada cual a la producción.
Parapar López significó que otro de estos esquemas de producción cooperada, que ha dado resultados positivos, es por medio del Grupo de Administración Empresarial (GAE), que incluye TRD, Cimex y Gaviota, y que va creciendo. “Comenzamos con 300 000 gallinas y ya hoy tenemos 800 000”, agregó.
“Al cierre de mayo se han vendido, en moneda libremente convertible, 29 244 000 huevos, y se han generado 4 919 385 dólares, que han permitido pagar 7 453.6 toneladas de piensos mediante este esquema”, ilustró.
“Eso nos ha permitido alimentar un promedio diario de 460 000 gallinas, algo que anteriormente no teníamos”, aclaró.
González Molina se refirió a la estabilidad de los actores que se vinculan a la producción. “Hay a quienes les va bien y están; a otros no les va bien o no logran mantener la logística de alimentos, que es lo más complicado y vence el contrato, y entran otros”, por lo que la producción va fluctuando.
“Como Estado, lo que sí procuramos nosotros, y cumplimos, es que toda la producción que nos corresponde como actor, y siendo empresa estatal, tenga como destino el consumo social y las dietas”.
Beneficios para los trabajadores
Las condiciones de trabajo en una granja avícola requieren de una gran voluntad y esfuerzo, sobre todo por parte de las naveras. El calor de las naves al sol, estar de pie todo el día caminando, lo mismo echando pienso que recogiendo huevos, o detrás de la gallina que se escapó de la jaula, debe reconocerse.
Hoy el salario escala establecido para una navera o navero en una granja avícola es de 2 800 pesos; sin embargo, al incorporarse estas formas de producción, se han logrado incrementar los salarios de quienes están directo a la producción, explicó Parapar López.
Pero sigue existiendo mucho personal con bajos salarios, apuntó.
En una granja de desarrollo
En la granja Cascajito, de la provincia de Artemisa, al momento de la visita de Granma se trabajaba en el reemplazo de gallinas ponedoras para un convenio de producción con la República Bolivariana de Venezuela, destinado al consumo nacional.
Allí hay en funcionamiento 13 naves, las que tenían –en esa fecha– 88 320 aves en jaulas; aunque el propósito es llegar a 140 000 pollonas, que es la capacidad, dijo Yudeisy Rivera Medina, directora del colectivo laboral Cascajito.
A esta granja se traen las aves con 42 días; y cuando llegan a los 112, es que se llevan a las granjas de las ponedoras para la producción, explicó.
Resaltó que esta es una etapa vital para las aves. De su buen trato y desarrollo en estos días –pues aquí ellas se adaptan a la vida en la granja– depende su rendimiento posterior.
La Directora del colectivo laboral Cascajito significó que lo que más impacta es la ausencia de fluido eléctrico. “Las gallinas son animales que necesitan unas 14 horas luz” y cuando los apagones son de noche, no es posible cumplir ese requisito.
En cuanto a la alimentación, detalló que en esa granja, con las más de 88 000 gallinas, el consumo es de 4.5 toneladas diarias. Con la granja al máximo, consumirían siete toneladas al inicio y, a medida que crecen las aves, llegarían a consumir diez toneladas diarias.
En cuanto al pago de los trabajadores, Rivera Medina destacó que los trabajadores perciben ingresos mensuales entre los 12 000 y los 16 000 pesos, en dependencia de la producción que tengan; todo ello posible gracias a los proyectos que han puesto en marcha, pues el salario de base es bajo.
Una experiencia cooperada
Idalberis Rodríguez Llanes, presidente de la mipyme RodSaiz –asociada a la Empresa Avícola de Artemisa, específicamente en la granja Manuel Ascunce Domenech–, dedicada específicamente a la actividad avícola, expuso sus consideraciones sobre el trabajo a través de la forma de producción cooperada.
Sobre el costo de producción para la parte privada, este dijo que está entre 30 y 50 pesos por unidad. Esto es solo en la granja, a ello se le suman otros cargos logísticos, aclaró. “Nuestro margen de ganancia está sobre el 25%”.
Reflexionó que esta es una actividad fluctuante, pues cada detalle influye en la puesta. “Aquí tuvimos que instalar una planta para darles todas las horas luz a las gallinas. No solo es el pienso, todo influye”.
Además, de las aves que están en las granjas con las que trabajamos, todas rebasaron su edad óptima como ponedoras, por lo que los rendimientos son menores.
Rodríguez Llanes comentó que no depende de ellos bajar el precio de los huevos, aun cuando se producen en el país. “Como privados, no tenemos acceso a grandes créditos, como los de fomento para el desarrollo ni tampoco a un mercado cambiario en divisas. El pienso es en divisas, y todos sabemos cómo los privados accedemos a esas divisas, y el precio que tenemos que pagar por ellas.
“Además, existen trabas en los procesos de importación; hay que entender que hablamos de animales que tienen que comer todos los días, no cuando se pueda cerrar el contrato o abrir el contenedor”, destacó.
Entre las dos granjas que tenemos con la Empresa Avícola de Artemisa consumimos a diario 8.5 toneladas de piensos. “Un contenedor aquí dura tres días”.
Alexis Naranjo, jefe del colectivo laboral de Domenech, expuso que la asociación con RodSaíz marcó un antes y un después en esta granja. Comenzamos con 24 000 aves, de una capacidad para 64 000. Habíamos perdido muchas por diferentes razones, y hoy ya tenemos 54 000 ponedoras, describió.
Además, se han mejorado las condiciones de trabajo, la atención y los salarios.
Definitivamente, la avicultura estatal necesita reinventarse, probar y evaluar los resultados de nuevas fórmulas de producción; necesita flexibilizar mecanismos para beneficio final de los consumidores, pero también de quienes, corriendo el riesgo país, invierten.
La inercia jamás será solución ni aportará comida, y vivir de la añoranza tampoco hará que los precios del huevo vuelvan a ser accesibles. En producir está la clave –más bien “la yema”– del problema.
(Tomado de Granma)