Por: Joel Mayor Lorán
Siempre he dicho que la Matemática no falla. Quien lleva 1 000 pesos en su bolsillo, tiene muchas necesidades por resolver, pero no puede solucionarlas todas, porque no le alcanza. Igual le sucede a mi país.
Cualquiera coincidirá que un hospital debe disponer de lo necesario a la hora de encarar urgencias, desde guantes, jeringuillas, gasa y algodón hasta esfigmomanómetros para medir la presión arterial, y medicamentos para bajarla. Si los aseguramientos resultan esenciales a la Salud Pública, igual ocurre con la Educación y sus textos, laboratorios, uniformes y maestros.
Todos quieren las mejores instalaciones para el deporte y condiciones óptimas para que peloteros, voleibolistas y atletas, en general, vuelvan a brillar entre la élite. Anhelamos el rescate del Teatro María Teresa Vera, contar con un sitio en Artemisa para disfrutar del Ballet Nacional de Cuba, espectáculos frecuentes y gozar de una vida cultural bien activa.
Cada una de esas aspiraciones requiere fondos abundantes, como los precisa ineludiblemente la agricultura, para que en nuestras mesas no falte variedad de alimentos.
¿A qué destinar, entonces, los magros ingresos de la economía cubana? La respuesta es simple: a todo, pero únicamente en la dosis posible. El Estado no puede soslayar ningún ámbito de la sociedad, ni el desarrollo de la ciencia ni la televisión, el transporte o la atención a los discapacitados. El problema radica en hacerlo con recursos mínimos.
La Matemática nunca fue mi asignatura favorita. Pero aporta tanta luz como la Historia. En segundos puede desmantelar esa “hipótesis” malintencionada sobre el peso del “bloqueo interno” frente al que impone a Cuba el gobierno de Estados Unidos. Los números no dejan dudas.
Desde el 1 de marzo de 2023 hasta el 29 de febrero de 2024, la política genocida de Washington causó daños y perjuicios materiales estimados en más de 5 000 millones de dólares, según el más reciente informe de la cancillería cubana.
Son unos 421 millones de dólares mensuales, casi 14 diarios y 575 683 por hora. Réstele eso a los bolsillos del Estado, principalmente cuando, debido a la propia escasez de financiamiento, no consigue producciones significativas en ninguno de sus renglones, ni exportaciones considerables. Imagine si, a lo poco que percibe cada mes, ha de deducirle el gasto por ir a buscar el arroz a Guantánamo, el azúcar a Camagüey… y al amigo que le traía el combustible para el viaje alguien lo atracó en el camino.
No diga jamás que pretendo defender la burocracia, la negligencia, falta de control y de exigencia, la corrupción y demás lacras tan dañinas a nuestro sueño de sociedad justa. Me indignan a más no poder. Pero algo sé de números, y esos costos (moralmente muy altos) no se asemejan a los otros. No minimicemos la guerra económica que nos hacen.
Desde pequeño siempre he visto burocracia, descontrol, plantillas infladas, empresas con más directivos que obreros… De niño abundaban tales críticas en Palante y Dedeté. No son problemas actuales, si bien alcanzaron proporciones mayores. Aun así, creo que, de duplicarse… y no existir el bloqueo, viviríamos en la abundancia.
Nada se compara con el intento de asfixiarnos desde Estados Unidos. Este país saltó de ser nadie en el deporte al quinto lugar olímpico en Barcelona’92, de una nación con 57 por ciento de analfabetos a una de millón y medio de universitarios y a ser referente en biotecnología, de una esperanza de vida de 62 años a más de 78. ¿Cuánto hubiera podido hacer con el billón 499 mil 710 millones de dólares arrebatados por el bloqueo, durante seis décadas? ¿Acaso hay algo comparable con eso?
(Tomado de El Artemiseño)