Por: Dr. C. Alberni Poulot Cumbá
La propiedad privada no creó al Capitalismo. Este último la perpetúa y la hace “sacrosanta”, hasta el punto de querer “capitalizar” el cielo.
Está la empresa Space X, que quiere colonizar la Luna y Marte como “tabla de salvación” espacial de los súper ricos y familias de la “Tierra Destruida”, después de esquilmarla y destrozarla con soberbio antojo. El dueño de Space X es Elon Musk, actualmente el hombre más rico del mundo, con la aberrante fortuna de 247 mil millones de dólares. Todos los PIB de las 14 naciones que integran CARICOM (77 mil 315 millones de dólares) son tres veces inferiores al del súper rico Musk.
Musk promueve y asegura viajes turísticos al cosmos. El primero se cotizó a 55 millones de dólares, con comida antigravitacional incluida. Ya hoy otras empresas siguen la “feliz y estratosférica” iniciativa, como la de Richard Branson, que a finales de este año pretende concretar su “paseo estelar” a unas 600 personas, que ya aseguraron el pago de 450 mil dólares por asiento.
Quien creó la propiedad privada fue el egoísmo humano. Acumuló primero riquezas materiales, luego riquezas humanas. Las riquezas más caras fueron los hijos (asegurar descendencia, herencia y perpetuidad en el dominio y control de las riquezas), luego las mujeres (muerte del matriarcado) y luego convirtió a unos hombres en dueños de muchos hombres- mercancías, de la libertad, y autodeterminación de todos ellos.
La propiedad privada “partió” la sociedad comunitaria en dos partes: por un lado, el gran rebaño de los explotados y vilipendiados, y por el otro, la minoritaria casta de privilegiados y explotadores. Así llega hasta nuestros días. Los dueños de la vida y la mente humanas pretenden eternizar, naturalizar y legitimar esta secular explotación entre semejantes.
Fue el “marxismo” de Marx y Engels el que descubrió esas verdades y quienes ofrecieron las primeras formas científicas de resolver los males generados por el egoísmo humano.
Lenin, el Che y Fidel se empeñaron en barrer las injusticias y desigualdades que en diez mil años prevalecen en las relaciones inter humanas, sociales y de estas con la naturaleza. Ofrecieron el antídoto más efectivo: formar a la mujer y al hombre capaces de edificar, desarrollar y defender una sociedad alternativa al Capitalismo y armoniosa y empática con el medio ambiente.
Por leyes descubiertas por Marx y Engels, el vientre del Socialismo es el Capitalismo, por ende, dentro de sus genes (del Socialismo) habitarán las células cancerosas de su “progenitor”, en perfecta “unidad y lucha de contrarios” y en permanente y mutua “negación”.
La corrupción, el robo, el soborno, el burocratismo, la discriminación de todo tipo, la desigualdad, la injusticia social y la explotación humana y ambiental, no son creaciones comunistas; al igual que la propiedad privada, existen antes de Cristo y la Biblia.
El pecado original del Socialismo fue reproducir esos vicios que lo matan. El Capitalismo necesita vivir con ellos, pues es una sociedad podrida e inmune a su propio veneno.
El mayor desafío de desarrollo y supervivencia del Socialismo es no insistir en replicar las “armas melladas” del Capitalismo: esta batalla se gana con originalidad, con resistencia creativa, con innovación, reconociendo lo complejo de hacer y construir lo “nuevo y alternativo”, rodeados del hegemonismo salvaje del Capitalismo.
Por eso, es risible observar a aprendices de capitalistas, persuadiendo a ingenuos de que la “fórmula mágica” para sacar a Cuba del subdesarrollo económico- social (aunque en esta última tengamos algunos estándares del “Primer Mundo”), incluso, de que nos “quiten” el Bloqueo, es que asumamos, como propio, al sistema capitalista.
“Privaticemos todo” y seremos “eficientes y prósperos”. Dejemos en manos privadas (nacionales y extranjeras) la economía cubana y veremos (como por acto de magia) el “milagro” de la fortuna, el éxito y la abundancia nacional.
No es lo mismo arrendar locales y espacios, extender servicios gastronómicos, de transporte, agropecuarios, de belleza, peletería, artesanía, hostelería, recreación y turismo, a escala de “Mipyme” (micro, pequeña y mediana empresa), que privatizar “Varadero”, “Ómnibus Nacionales”, “Cubana de Aviación” o las termoeléctricas.
No me imagino al burgués que justifica la venta de una libra de carne de puerco en 220 o 250 pesos, siendo dueño de un hospital: ¿a cómo cotizaría la operación de un corazón roto por su explotación?
No me imagino al aprendiz de capitalista, que prefiere que se les pudran frutas y vegetales, pero no colocar un precio solidario a sus productos para que sean accesibles y asequibles a la inmensa mayoría de “bolsillos necesitados”, dueño de un círculo infantil, una primaria, una secundaria básica, un preuniversitario o una universidad.
De seguro preferiría que se les “echaran a perder” el acceso gratuito, universal y de calidad de esos centros de enseñanzas si la “demanda” no pudiera pagar los altos precios de la “oferta” de estudios.
No me imagino a los que lucran con abusivos precios del pasaje de sus medios de transporte, dueños de terminales, carreteras, ómnibus, trenes, barcos y aviones.
Ninguno de los casi 80% de la población cubana, nacida después del triunfo de la Revolución, conocemos la privatización de los servicios funerarios. De seguro sumaríamos al lamento y al llanto por la muerte de algún ser querido, el inagotable desconsuelo por no tener dinero suficiente para pagar los costes del tradicional velatorio, de la ceremonia fúnebre y del entierro digno, decoroso y humano que quisiéramos darles en el último adiós.
Sí me imagino la cínica respuesta del dueño de la funeraria y/o del cementerio ante la imposibilidad de los muchos de no poder pagar la “caridad”, “humanismo” y “comprensión” de estos señores: “Siento mucho su pérdida, lamento sinceramente que no le alcance el dinero para un mejor entierro, pues no quisiera que nadie se muera, solo deseo que mi negocio prospere”.
Es el consejo funerario de un potencial capitalista.