Cerrar la “llave” del desorden

“Periodista, yo no voy a resolver nada con mi opinión”, dijo la artemiseña Rosa María Lemus a un equipo de este semanario, al frente del punto de venta del gas licuado 61301, del Consejo Popular Centro. Luego de mucho insistir, contó que llevaba tres semanas en la cola de impedidos físicos, en nombre de una sobrina, y ya era el número tres.

“Esto no camina; pienso que deberían distribuirlo por bodegas, para evitar aglomeraciones y tantas cosas que suceden…”Si entra hoy, me toca comprar”, afirmó.

La de personas en situación de discapacidad es solo una de las varias filas concebidas para “organizar” la distribución. Cira Oliva Cabo no adquiere su cilindro desde agosto de 2024. Marcó en noviembre y a partir de enero comenzó a ubicarse en la que ella denomina “la cola de Yaima”.

“Estoy entre las primeras 20 personas, más cerca de resolver; no obstante, hay quien no puede comprar desde julio pasado”, apuntó esta trabajadora de la escuela Juan Pedro Carbó Serviá.

Otra entrevistada, que exigió mantener el anonimato, reconoció el perjuicio que significa para quienes laboran, estar al tanto de tal embrollo. Ella se jubiló y espera su turno en una de las colas de Bertha.

Juana, Mirtha, La China y vaya a usted a saber cuántos nombres más lideran por estos días un servicio tan reclamado por la población, en especial después de liberarse su venta en Artemisa, San Antonio de los Baños y los poblados cabeceras de Mariel y Caimito, de acuerdo con Gladys Laura Machín Hernández, jefa de área comercial de la Empresa de Gas Licuado en el territorio.

Son 67 065 clientes, de ellos una parte considerable con atrasos de antes del 2 de diciembre, fecha establecida por la Empresa del Gas Licuado La Habana, Artemisa y Mayabeque para comenzar a equilibrar el expendio desde el 10 de febrero; antes habían destinados ¡cuatro días! (del 6 al 9), para aquellos que no adquirieron durante el periodo de venta anterior.

Y el asombro es comprensible, pues se han estipulado plazos muy cortos para satisfacer la demanda de miles de personas “en el aire”, desprotegidas ante la crisis electroenergética y la imposibilidad de cocer sus alimentos.

Asimismo, incomoda la forma en la cual algunos se desentienden de lo que ocurre puertas afuera del punto. Leonardo Rodríguez Gamboa, técnico del 61301, sostiene convencido que “lo mío es vender gas, no tengo nada que ver con la cola, esa la llevan los delegados. Allá afuera hay como cinco listas y creo que están llamando diez personas de cada una. Incluso, tengo clientes sin comprar desde 2023”.

¿Cómo las autoridades de una entidad se deslindan de la distribución de sus productos?; ¿acaso, en su condición de servidores públicos, no les corresponde, de la misma forma, velar por la entrega equitativa, en tiempos de recia escasez y abundantes oportunistas?

Una cara diferente…, de la balita

La distribución ha de ordenarse para bienestar de los clientes. Foto: Otoniel Márquez Beltrán/El Artemiseño.

Dos semanas atrás se inauguró el punto de venta del Consejo Popular Toledo, la última de las nueve demarcaciones de la localidad cabecera en disponer del suyo. Hasta el momento, se ha estructurado la distribución por bodegas, refiere María del Carmen Trápaga Mendoza, vecina del lugar.

“Comenzaron por El Tratado, una de las más rezagadas. Dijeron también que cada una tendría acceso a cuatro vueltas, hasta completar todos los consumidores. El sistema marcha bien, se informa del arribo del gas a través de un grupo de WhatsApp. Marcamos por orden de llegada y el delegado entrega chapillas, según la cantidad de balitas disponibles”.

En cambio, todavía las técnicas comerciales del municipio depuran los contratos de Toledo en otros puntos, lo que significa que la demanda crecerá y no al mismo ritmo de la entrada de gas. En cualquier caso, organizar mejor estos mecanismos alienta y tranquiliza.

Por supuesto, hay ejemplos de compromiso. Isley Cinta Jaime, técnico del 61303 La Matilde, explica que decidieron intercalar pendientes en las filas, siempre que la población se acerque y pregunte sus dudas al técnico del punto. “En realidad, somos pocos trabajadores para dedicarnos a cuidar colas; los delegados se ocupan de eso”.

Encauzar el río revuelto

A Odalys Fernández Cruz, técnica comercial del municipio, la encontramos entre tarjetas y cifras, que serían más asequibles, de encontrarse digitalizadas. Según detalló, la Villa Roja posee más de 24 000 clientes, pero solo entre los establecimientos de Centro y La Matilde se halla la mitad, de un total de diez puntos de venta, debido a la concentración de usuarios de otras direcciones.

Ese panorama exige redoblar el orden, sostiene Euler Velázquez Cantillo, presidente de la Asamblea Municipal del Poder Popular. A partir de quejas reiteradas de la población, “nos reunimos con los presidentes de las demarcaciones, Cupet y Minint, y adoptamos como acuerdo establecer bien a qué bodegas corresponde comprar en cada punto; el resto debe trasladarse a donde le toca”.

Además, “llamamos a eliminar las listas, organizar el expendio por bodegas y contratos, llevarles el cilindro a la vivienda a los Trabajadores por Cuenta Propia, regular la venta de una balita al día por mensajero y llamar en cada ocasión diez discapacitados, cinco encamados, por listado oficial de Salud Pública, y cinco vulnerables, a definir en el barrio por parte del coordinador de trabajo social y los factores”.

Antes de bajar las armas y rendirse sin soluciones, también la Unión Cuba Petróleo, conocida como Cupet, emitió la Resolución 18 del 23 de enero de 2025, que flexibiliza la contratación y permite ceder uno a un familiar, con lo cual se multiplicarán los clientes y las posibilidades de compra.

Sin embargo, ¿está preparada la Empresa La Habana, Artemisa y Mayabeque para esa apertura? De hecho, la Resolución no ha comenzado a implementarse en la provincia, pese a haber entrado en vigor, debido al déficit de tarjetas conocidas como W 25, dijo Fernández Cruz.

Entretanto, la directora del área comercial aseguró que “se monitorea cada semana la distribución para priorizar el punto que menos recibió o con atrasos considerables, de los que existe constancia en listas. El usuario debe presentarse en el suyo con la libreta de abastecimiento, último comprobante de venta y carné de identidad”.

Sin dudas, otro requisito vital es la transparencia en la información, ya que el técnico “ha de dar a conocer la cantidad de balitas que entraron y cuántas se expenderán, teniendo en cuenta el estado técnico”.

Si de cilindros de gas hablamos, los debates se acaloran y se sugieren diferentes salidas; mas, el denominador común apunta hacia la bodega y la urgencia de regular lo que algún día se liberó tanto, al extremo de perder las riendas. ¿Responsabilidad de chequear? En primer lugar, de la Empresa del Gas, dueña de las “balas” y de los problemas, a los cuales deben sumarse delegados (con sus respectivos oficios), presidentes de CDR, de bloques de la FMC, núcleos de jubilados, bodegueros, personas de prestigio en la comunidad, y cuanta gente honesta quiera contribuir a la solución de este asunto tan delicado, que anda a la deriva, por oscuras sendas.

(Tomado de El Artemiseño)

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Un comentario

  1. En Camagüey esto está más organizado. Ud. va, entrega tarjeta y recibe comprobante con un número. La empresa va informando desde el día anterior por sus canales en Telegram y su página en Facebook y en la puerta de cada punto, de qué número a que número les toca cada día, y la cantidad de «balitas» que le toca a cada punto. Entonces Ud. va ese día, lleva su balita, su comprobante con el número y paga y obtiene su balita. Si ese día no pudo pasar a recogerlo, queda en una cola para el día siguiente, aunque esa si no da muchas capacidades. Casos vulnerables se otorga una cantidad aparte y mensajeros, en las tardes y solo 2 por mensajero.
    Creo que el sistema de Camagüey está bien pensando y ejecutado. Pequeñas corruptelas aparte.

    En Santiago, el desorden es de otra forma.

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