Dos campesinos, usufructuarios de cooperativas en la Isla de la Juventud, están liderando un proyecto sostenible para expandir el cultivo ecológico de soya, destinado a la producción de aceite y alimentos para animales.
Esta iniciativa, basada en métodos agroecológicos y semillas seleccionadas, representa un esfuerzo local por fortalecer la soberanía alimentaria y reducir dependencias externas.
Alejandro Escalona Tamayo, productor asociado a la Cooperativa de Créditos y Servicios (CCS) Ernesto Che Guevara, cultiva media hectárea de soya en su finca La Luisa.
En exclusiva a la Agencia Cubana de Noticias, detalló su enfoque: “La plantación se sembró el 1 de abril con granos adquiridos en La Habana —variedad INCASOY-25—, y tiene como propósito conservar semilla para su propagación en noviembre venidero, considerada la fecha óptima”.
Los resultados, según Escalona, han superado expectativas gracias a condiciones climáticas favorables y técnicas orgánicas: “Los resultados han superado las expectativas gracias a un clima favorable, buena humedad y el uso especial de lixiviado de lombriz y microorganismos eficientes. Estos insumos naturales han contribuido a un desarrollo sano del cultivo, lo protege de hongos y nematodos”.
Explicó que aunque el rendimiento estimado ronda las dos toneladas por hectárea —menor que el promedio nacional y mundial debido al enfoque ecológico—, pero destacó el valor estratégico de la calidad y el apoyo del Instituto de Investigaciones de Granos, la universidad local y su cooperativa.
En paralelo, Francisco Hernández Rodríguez, ingeniero agrónomo de la CCS Rodolfo Carballosa, desarrolla un modelo diversificado en su finca La Granjita.
Además de destinar áreas a maíz, sorgo y plantas forrajeras, cultiva tres variedades de soya (INCASOY negra, roja y parda) en parcelas dedicadas específicamente a la producción de semillas para otros agricultores. Su enfoque integrado incluye cultivos como habichuelas que sirven como materia prima para piensos, fortaleciendo proyectos agrícolas colectivos en el territorio.
Este impulso agroecológico, respaldado por instituciones científicas y cooperativas, evidencia un compromiso con modelos productivos de bajo impacto ambiental y alto valor comunitario, priorizando la resiliencia y la sostenibilidad en el contexto agrícola cubano.