“Ojo que no mira más allá, no ayuda al pie”. Acaso esa moraleja, regalo de Silvio, jamás llegó a oídos de los que desvían cacao ni de quienes, por la vista corta, le abrieron cause al desvío. O quizá la oyeron sin atender la advertencia tácita, da igual.
Quién sabe si ahora, frente al juicio de la conciencia, ese trozo de lección-poesía ayude a regresarlos al camino limpio, aunque en el retorcido hayan provocado daños que no podrán reparar correctivos ni sanciones.
Sobre varios implicados en el desvío de cosechas de cacao recayó la justicia laboral y administrativa, según Raúl Matos Pérez, director de la Empresa Agroforestal y del Coco de Baracoa; –cargo en el que no estaba cuando los hechos–.
“Hubo que aplicar sanciones administrativas a funcionarios y directores; en uno de los casos, la medida consistió en la separación”, refiere.
Y queda claro otra vez; en Baracoa el desvío de cacao, al margen de otras realidades urgidas de tratamiento, es hijo de unos planes de producción proyectados a la ligera, y nieto de estimados mal hechos, por gente que sabía cómo hacerlos con el rigor necesario.
“Para eso –detalla Raúl– hay que entrar al terreno y contar los cacaoteros y la cantidad de frutos por planta, antes de proceder a un estimado estadístico-matemático certificado por especialistas de la Estación Agroforestal, como se hace ahora”.
Antes no hubo control en ese proceso, se sabe. La pregunta es, en este caso, ¿a quién o a quiénes correspondía controlar a un controlador que, a su vez, no cumplió su tarea?
El control es una cadena con nombre y apellidos en cada eslabón, el fallo en uno de ellos cuestiona el funcionamiento de los demás. Entonces, por las consecuencias del desliz en el asunto, ¿respondió todo el que debía?
¿Y ahora?
“¿Qué hacer con estos equipos?”, pregunta Éiser Machado Tardo, uno de los dueños de la mipyme exchocolatera de Paso de Cuba. Habla de tostadoras, pulverizadoras, prensas, molinos…; artesanal andamiaje de máquinas en las que, según Alexis Durand Gamboa –el otro socio de la mipyme–, gastaron más de medio millón de pesos, aparte de lo invertido en la ampliación de un local para procesar y almacenar los productos.
Su “qué hacemos”, Éiser lo plantea contrariado. Le han cambiado el objeto social a su pequeña empresa. La inconformidad de él y de Alexis es la misma de otros homólogos suyos, y por igual razón.
El empeño de reencaminar la ruta del cacao a la modernizada industria de Baracoa desautorizó la línea de procesamiento y comercialización autorizada antes para seis mipymes y más de cien trabajadores por cuenta propia. Mal parados y sin respaldo quedan esos actores económicos, que también le habían restado algunas cifras al desempleo.
La “industrial guarida” del Choco, de un tiempo acá
La propensión al desvío ha disminuido, sostiene Raúl Matos Pérez, y habla de medidas organizativas para repotenciar la producción de cacao.
En tanto, sobre la presencia de actores privados en el sector, Yanelis Borrero Hernández, a cargo de la dirección de Trabajo y Seguridad Social en el municipio, confirmó que a los actores privados que realizaban la actividad se les modificó también esa línea.
¿Será acaso garantía de que todo el cacao de las plantaciones de Baracoa llegue a la industria local? No es lo que sugieren ni el rumor ni el olfato en calles y vericuetos, y hasta en sitios insospechados, más allá de la urbe.
***
El paisaje encanta y el camino es de sobresalto, topográfica versión de una montaña rusa. Recorrerlo es un constante sorteo de grietas, veriles polvorientos, ondulaciones bruscas, piedras sueltas y giros inesperados.
Por esta ruta van y vienen algunos a la usanza de Valentino Rossi; no tendrán la pericia del afamado motociclista italiano, pero sus motos suben y bajan como si este recoveco fuera una avenida; se nota que lo conocen bien.
Mas, desconocer este laberinto no impide llegar hasta donde lo hizo Granma, pues el mismo aroma que dejan los bultos en las parrillas de las motos guía hasta el vértice de la loma en que está una fábrica clandestina.
Su dueño, afable y de buen humor, reclama el anonimato. De su actividad habla bajo el mote de El Choco. “Tengo mis papeles en regla; yo no hago nada escondido”.
—Si es así, ¿por qué razón enmascara el nombre?
—Para evitar rollo, periodista, esta gente “no son fáciles” —dice, sin especificar a quienes alude.
Refiere tener licencia de cuentapropista y autorización para procesar cacao. “Pero esa licencia ya caducó, ¿usted lo sabe?”
—Nadie me ha dicho nada.
El Choco mezcla cocoa, licor, y otros derivados del cacao, a los que les agrega valía. Sus clientes, dice, además de trabajadores por cuenta propia baracoenses, son de Villa Clara, Santiago de Cuba y La Habana, fundamentalmente. Él trabaja por encargo.
Los documentos legales que acreditan su actividad no los enseña. Había con él un joven y otro hombre entrado en edad; “mis ayudantes”, dice.
Otros llegan con recipientes llenos de mazorcas de cacao: “poquitos que me traen los campesinos de por aquí, se los pago bien. Y mi plan de entrega lo cumplo”.
El Choco es campesino; además de cacao, produce cultivos varios y coco. Tiene cerdos y decenas de ovejos.
Por un recipiente de cacao seco, que equivale a 24 partes de un quintal, paga 700 pesos; es decir, 16 800 pesos por quintal. ¿Cobra mucho o poco por sus derivados?; no quiso decirlo, pero se infiere.
“Minindustria” le llama El Choco al amasijo de metales con los que procesa el cacao. Por tostadora, una “balita” de gas licuado, en desuso. Tiene prensa, molino ruidoso y altamente consumidor de energía, y una pulverizadora. Trastos por doquier, envases de mal aspecto. ¿Será una excepción El Choco?
En perspectiva
Una nueva fórmula en marcha, que consiste en la entrega de productos alimenticios a precios diferenciados, busca incentivar en los cacaoteros el aumento de sus aportes.
Hasta ahora da algunos resultados, dice Raúl Matos, mas, el acento, cuando se refiere a la definitiva solución para revertir el déficit productivo del importante rubro, él cree que debe ponerse en un posible esquema de financiamiento, ahora mismo en propuesta.
En este punto, Matos opina que debe hacerse como se retribuye el aporte tabacalero; le parece que esa variante, o una parecida, ayudaría a expandir el cacao por las montañas y valles de Baracoa, y aún más allá.
Su razonamiento encaja en los vaticinios que se repiten sobre el cacao en el mundo: que sus altos precios llegaron para quedarse, que es el producto con mayor crecida de precios en los últimos años…
Escucharlo lleva a pensar en la moderna industria cacaotera de Baracoa, capaz de procesar 7 000 toneladas por año, si se le garantizaran esos volúmenes, después de que se haya hecho realidad la convocatoria del vice primer ministro Jorge Luis Tapia Fonseca: desbordar el Alto Oriente con cacaotales.
Todo lo que puede hacerse también hace pensar en la investigación doctoral que propone extender el cultivo a otras regiones de Cuba; y también en los cuentapropistas y en las mipymes, que bajo esas premisas pudieran regresar a un proyecto en sinergia con la industria local, sin afectarla.
(Tomado de Granma)