
La extrema vigilia de un ganadero
Con sus ojos cansados y la piel curtida por el sol, Osvaldo Dairel García Gil se ha sentado unos minutos en una silla de metal frente a una de las naves transformadas en hogar. La mañana aún no calienta y ya la camisa del ganadero muestra el sudor del ajetreo incesante. Las puntas de las botas de goma revelan la humedad del rocío impregnado en las plantas que crecen a ras de suelo, y que a cada paso van incrustándose en el calzado.