La decisión del presidente Donald Trump de incrementar los aranceles sobre las importaciones de acero y aluminio del 25% al 50%, con entrada en vigor prevista para el 4 de junio, amenaza con repercutir en los bolsillos de los estadounidenses en un ámbito cotidiano e inesperado: los pasillos de los supermercados.
El anuncio realizado el viernes pasado de este gravamen elevado ha generado preocupación generalizada de que productos de gran valor, como automóviles, lavadoras o incluso la construcción de viviendas, puedan experimentar significativos incrementos de precio.
Sin embargo, el impacto podría ser aún más penetrante y directo en productos básicos de consumo diario. La ubicuidad de estos metales en el envasado de alimentos sugiere que una amplia gama de artículos, desde sopas hasta frutos secos enlatados, se verá afectada.
“El aumento de los precios de los comestibles sería parte de los efectos en cadena”, afirmó Usha Haley, experta en comercio y catedrática de la Universidad Estatal de Wichita, y agregó que los aranceles podrían aumentar los costos en diversas industrias y tensar aún más las relaciones con los aliados de Estados Unidos “sin contribuir a un resurgimiento a largo plazo de la fabricación en Estados Unidos”.
El regreso de Trump a la Casa Blanca ha venido acompañado de una avalancha sin precedentes de amenazas de aranceles, gravámenes añadidos y, a menudo, retirados, en un vertiginoso frenesí difícil de seguir.
El mandatario insistió el viernes en que el reciente aumento de aranceles era necesario para “asegurar aún más la industria del acero en Estados Unidos”. Esta postura parece entrar en contradicción directa con su compromiso recurrente de reducir los costos de vida, particularmente los de los alimentos, que Trump ha citado como una de las principales razones por las que los votantes se inclinaron a su favor.
Una simple visita a cualquier supermercado evidencia la cantidad de productos potencialmente afectados por los nuevos impuestos, desde cervezas y refrescos enlatados hasta comida para perros, frijoles, frutas, puré de tomate y una miríada de otros artículos enlatados. La industria alimentaria estadounidense enfrenta un desafío estructural: la capacidad productiva nacional de estos metales clave es insuficiente.
“Esto juega a favor de China y otros productores extranjeros de alimentos enlatados, que están más que felices de perjudicar a los agricultores y productores de alimentos estadounidenses”, afirmó Robert Budway, presidente del Instituto de Fabricantes de Latas.
“Duplicar el arancel al acero aumentará aún más el costo de los productos enlatados en el supermercado”. Budway explicó que la producción nacional de acero laminado en hojalata, esencial para fabricar latas, ha disminuido drásticamente en los últimos años, forzando a la industria a depender de materiales importados. Cuando esos precios suben, dice, “el costo recae sobre millones de familias estadounidenses”.
Las principales empresas del sector alimentario ya evaluaban con cautela el impacto de los aranceles previos antes de este incremento anunciado. Campbell Soup Company, cuyas latas de sopa son un elemento básico en millones de hogares, señaló que trabaja para mitigar el impacto de los gravámenes, pero no descarta verse obligada a trasladar parte de los costos a los consumidores mediante aumentos de precios. ConAgra Brands, propietaria de marcas que van desde latas de crema batida hasta aerosoles de cocina como Pam, también ha destacado la presión que estos impuestos ejercen sobre sus costos.
David Marberger, director financiero de ConAgra, subrayó la dependencia de las importaciones en una reciente conferencia de Goldman Sachs sobre productos básicos globales: “No podemos obtener todos nuestros materiales de Estados Unidos porque no hay suministro”.
Más allá de los productos obviamente envasados en metal, como el atún, el caldo de pollo o la salsa de arándanos, los economistas advierten sobre los efectos indirectos y en cascada. El aumento en los costos de infraestructura comercial y logística –como la construcción de nuevas tiendas o la compra de camiones para transporte de alimentos– podría filtrarse finalmente a los precios en los lineales.
Babak Hafezi, director de una firma de consultoría global y profesor de negocios internacionales en la Universidad Americana, ilustra este efecto: “Si un tractor John Deere cuesta 25 por ciento más, los consumidores pagan el precio”. Hafezi añade: “Esto se filtra en la economía e impacta en todos sus aspectos. Parte de la filtración es inmediata y otra tarda más en manifestarse. Pero sí, los precios aumentarán y las opciones disminuirán”.
Trump presentó los nuevos aranceles ante una multitud de trabajadores siderúrgicos en un mitin cerca de Pittsburgh. David McCall, presidente del sindicato United Steelworkers International, emitió un comunicado calificando los gravámenes como “una herramienta valiosa para equilibrar la balanza”, pero enfatizó que “se necesitan reformas más amplias de nuestro sistema comercial global”.
Andreas Waldkirch, catedrático de economía especializado en comercio internacional del Colegio Colby, señala la dificultad de cuantificar el impacto exacto en productos individuales, pero es claro sobre las consecuencias netas: “Cualquiera que esté directamente vinculado con la industria del acero se beneficiará. Ello simplemente tendrá un costo muy alto”. Waldkirch advierte: “Puede que consigas algunos empleos más en la industria del acero. Pero todos estos costos indirectos significan que luego destruyes empleos en otros lugares. Si sumaras todo eso, obtendrías una pérdida negativa bastante grande”.