La estrategia del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, para revitalizar la manufactura nacional mediante la inversión extranjera choca directamente con otra de sus políticas clave: la mano dura contra la inmigración irregular.
Este enfrentamiento de prioridades gubernamentales ha quedado en evidencia tras una redada de inmigración que ha generado una crisis diplomática con un aliado crucial, informó AP.
El incidente se desencadenó hace apenas una semana, cuando agentes de inmigración allanaron una planta de baterías de Hyundai en el estado de Georgia.
En la operación, fueron detenidos más de 300 trabajadores surcoreanos, y la circulación de videos que mostraban a algunos de ellos esposados y encadenados provocó indignación.
Como respuesta directa, el presidente surcoreano, Lee Jae Myung, advirtió que otras empresas de su país podrían reconsiderar las invitaciones de Trump para invertir en Estados Unidos.
La postura de Corea del Sur es clara: si Estados Unidos no agiliza la emisión de visas para técnicos y trabajadores calificados esenciales para la puesta en marcha de nuevas plantas, entonces “establecer una fábrica local en Estados Unidos conllevará severas desventajas o se volverá muy difícil para nuestras empresas”, dijo Lee el jueves. “Se preguntarán si siquiera deberían hacerlo”.
Este conflicto ilustra la creciente tensión entre dos pilares de la agenda de la Casa Blanca: la implementación de deportaciones masivas y la promesa de atraer capital extranjero para estimular la economía estadounidense y crear empleos.
Analistas señalan que medidas como las redadas en lugares de trabajo y el endurecimiento de las restricciones de visas pueden disuadir a inversionistas extranjeros, justo cuando la administración busca consolidar alianzas económicas.
La política económica de Trump se fundamenta en el uso de aranceles elevados a las importaciones, incluido un gravamen del 15% sobre los productos surcoreanos, como herramienta para forzar el regreso de la manufactura a suelo estadounidense.
El mensaje constante de la administración ha sido que las empresas extranjeras pueden eludir estos aranceles si trasladan su producción a Estados Unidos.
Corea del Sur, siendo uno de los principales inversores, había sellado un compromiso de invertir 350 mil millones de dólares en el país, un acuerdo anunciado con bombo y platillo por ambas partes en julio pasado como una victoria de la política comercial de Trump.
Sin embargo, incidentes como la redada en Georgia ponen en riesgo la materialización de estas inversiones, sugiriendo que los objetivos de seguridad nacional y política migratoria podrían estar socavando las ambiciones económicas de la administración.