La escasez de fuerza laboral en el campo cubano, exacerbada por un acelerado envejecimiento poblacional y constantes flujos migratorios, se perfila como un obstáculo crítico para la producción de alimentos y la explotación de tierras ociosas en la isla, según un informe publicado en el sitio web del Ministerio de la Agricultura (MINAG).
El problema es visible en diversos recorridos por zonas rurales, donde extensas áreas aparecen cubiertas de marabú, una maleza invasora, y pastizales sin uso alguno. Productores entrevistados coincidieron en que, aun teniendo acceso a extensiones cultivables, se enfrentan a la imposibilidad de trabajarlas por la aguda carencia de personal suficiente para atenderlas.
Esta limitante frena iniciativas gubernamentales destinadas a aumentar la producción nacional de alimentos y reducir las costosas importaciones.
Las proyecciones demográficas oficiales pintan un panorama complejo para el futuro. Según la Oficina Nacional de Estadística e Información (ONEI), se estima que para el año 2050, el 35.4 por ciento de la población cubana estará categorizada como envejecida.
Frente a este desafío estructural, Juan Carlos Alfonso Fraga, vicejefe de la entidad, ofrece una perspectiva de gestión: “el reto no es enfrentar el envejecimiento, sino aprovechar los recursos laborales existentes y adaptar las estrategias económicas”.
En respuesta a esta crisis, el Ministerio de la Agricultura impulsa con mayor énfasis la entrega de tierras en usufructo. La estrategia no solo busca poner superficies productivas a disposición, sino que incluye un riguroso control sobre su uso efectivo para la producción de alimentos.
Paralelamente, se brindan oportunidades prioritarias a jóvenes que concluyen el Servicio Militar Activo, en particular a aquellos provenientes de zonas rurales, en un intento por rejuvenecer y repoblar el campo.
Expertos consultados coinciden en que las soluciones deben ser multifacéticas. Señalan que es imperativo motivar a las nuevas generaciones hacia la labor agrícola, una tarea que implica rescatar tradiciones familiares erosionadas y fomentar el uso de tecnologías modernas y apropiadas, en correspondencia con las reales posibilidades económicas del país.
Como un antecedente de posible utilidad, se recuerda que durante la crisis económica de los años 90, conocida como Periodo Especial, diversas instituciones estatales cultivaron productos para el autoconsumo y la venta.
Esta práctica, aunque decayó, ha sido retomada en algunos lugares de la isla en la actualidad con resultados visibles, sugiriendo que la agricultura local y de proximidad podría ser un componente más dentro de la estrategia para paliar el déficit de mano de obra especializada.
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