Despoblación y abandono rural alimentan incendios forestales en España

Una severa ola de incendios forestales azota durante el mes de agosto el noroeste de España, afectando con especial crudeza a regiones que han sufrido una masiva despoblación en las últimas décadas.

Provincias como Ourense en Galicia, y León y Zamora en Castilla y León, han visto arder más de 70 000 hectáreas en los últimos días en un fenómeno que ya se ha cobrado la vida de dos personas.

Los científicos advierten que el cambio climático provocado por los humanos hace que los fenómenos meteorológicos extremos —como las sequías, las olas de calor y los incendios— sean más frecuentes, más intensos y más largos. No obstante, expertos y habitantes locales señalan que existen factores específicos que han creado las condiciones propicias para que estos incendios sean tan devastadores.

“Si está limpio [el monte], se puede cortar el fuego”, explica Ángel Román, alcalde de Ferreruela, un pueblo de la provincia de Zamora.

El funcionario lamenta la desaparición de las actividades tradicionales que mantenían el territorio controlado: “La falta de agricultura y ganadería, actividades que limpiaban el campo de matojos y creaban frenos para los incendios”.

El paisaje rural ha cambiado radicalmente. Donde antes había ovejas, cultivos y un terreno como un mosaico, hoy hay extensiones interminables de pinos y eucaliptos secos por el calor en verano, auténticas autopistas para el fuego.

Paradójicamente, mientras la deforestación preocupa a nivel global, España experimenta una situación contraria. Según el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), la superficie forestal pasó de 7 millones de hectáreas en 1930 a 28 millones en la actualidad.

José Ramón Jiménez, responsable de medioambiente en el sector público del sindicato Comisiones Obreras en Castilla y León, considera que la despoblación es imposible de revertir por la “pobreza estructural de algunas comarcas”, y reclama al menos más medios para combatir el fuego.

“Un bombero forestal tiene que ser un profesional que se forme y se relacione con el monte todo el año”, dice, algo que no ocurre en la región castellana y leonesa, con medios cambiantes y sin una definición de los requisitos necesarios para trabajar en la extinción de incendios.

“La gente va rotando porque las condiciones son malas”, ahonda Miguel Ángel Villalba, un agente medioambiental que trabaja en el bosque desde hace 30 años. Esta falta de estabilidad laboral impide la existencia de equipos profesionales y experimentados para hacer frente a los fuegos estivales.

Los incendios españoles muestran cada vez un comportamiento más extremo, similar al observado en Australia, California o Canadá. Según explica Villalba, el monte ahora está más seco y, cuando se suman una ola de calor y la falta de lluvia, “se facilita mucho la propagación del fuego”.

Las cifras son elocuentes. En 2022, un año particularmente catastrófico para los incendios en Europa, España fue el país más afectado con casi 307 000 hectáreas consumidas, cerca del 40% del total calcinado en la Unión Europea, según el Sistema Europeo de Información sobre Incendios Forestales (EFFIS). El acumulado de este año ya alcanza las 157 000 hectáreas, con más de 70 000 quemadas en apenas una semana.

Para las comunidades envejecidas de estas zonas rurales, los incendios acentúan la sensación de abandono y representan un golpe devastador para su forma de vida.

“Es muy doloroso tener que llevarse a las personas mayores de ahí”, explicó a AFP María Andrés, de 68 años, vecina de Sesnández de Tábara, un pueblo de 136 habitantes en Zamora, que tuvo que huir con su padre de 92 años de los incendios de 2022.

“Te pones en su lugar y es muy triste que esas personas tengan que salir así de esa manera, dejando toda su vida atrás. Y después no sabes lo que te vas a encontrar a la vuelta”, sentenció.

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