Los organismos genéticamente modificados (OGM) son una alternativa necesaria para incrementar la producción de alimentos en Cuba, ante la carencia de recursos, el deterioro de los suelos y los impactos del cambio climático, afirmó el doctor en Ciencias Mario Pablo Estrada García, director de Investigaciones Agropecuarias del Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB).
Según declaró a Granma, el término OGM comprende plantas, animales y microorganismos cuyo material genético (ADN) ha sido alterado para dotarlos de características mejoradas. El impulso a la biotecnología agrícola desde finales de los años 80 permitió que en 1996 el CIGB obtuviera las primeras plantas transgénicas a nivel de laboratorio.
“A partir de esos resultados iniciales, logramos abrir el camino a la manipulación de genes, capaces de conferirle a ese tipo de cultivo determinadas propiedades, como, por ejemplo, incrementar la tolerancia a plagas y enfermedades, y favorecer el aumento de los rendimientos”, explicó Estrada García.
Ante la urgencia de producir maíz y soya —claves para la alimentación animal—, Cuba priorizó estos cultivos transgénicos. Tras 25 años de investigación, el país avanza hacia la liberación comercial bajo normas de seguridad respaldadas por el Decreto-Ley 4/2020 y la Política para OGM aprobada en 2018. Una Comisión Nacional con los ministerios de Ciencia, Agricultura y Salud supervisa el proceso.
Datos actuales
Actualmente hay sembradas 5.608 hectáreas de soya transgénica para consumo animal y 300 hectáreas para semillas. En maíz transgénico —con potencial de nueve toneladas por hectárea— se cultivan 150 hectáreas para semilla y ocho de líneas puras. Las proyecciones para 2026 incluyen 25 000 hectáreas de maíz transgénico (125 000 toneladas estimadas) y 4 500 hectáreas de soya por provincia.
“El programa de semillas transgénicas es un pilar esencial para la seguridad alimentaria en Cuba”, enfatizó el científico. “Los beneficios más notables son el aumento de los rendimientos, al lograr mayores producciones por hectárea, la reducción de las pérdidas por plagas y enfermedades, mejora de la eficiencia en el uso del agua y de fertilizantes, y el incremento de la disponibilidad de alimentos”. Todos los cultivos se ubican en polos productivos autorizados por la Oficina de Regulación y Seguridad Ambiental (ORSA).
Desde 2020, Cuba ejecuta un proyecto internacional financiado por el Fondo para el Medio Ambiente Mundial (implementado por el PNUMA) para fortalecer la bioseguridad.
La doctora Tanya Romay Fernández de ORSA detalló que esto incluye dos laboratorios para detección de OGM, un sistema de monitoreo con protocolos para muestreo en campos y fronteras, y estudios socioeconómicos en Villa Clara y Ciego de Ávila para evaluar impactos ambientales. Los laboratorios serán acreditados por el Órgano Nacional de Acreditación.