Que el azote de varias sequías y de alguno que otro ciclón se cuente entre las causas del deterioro del cultivo del cacao en este municipio es lógico y comprensible.
Lo cuestionable es que, como sucedió en cosechas recientes, a costa de un nuevo huracán y de otra sequía, algunos productores sobredimensionaran los daños ocasionados a sus plantíos y declararan menos producto del que en realidad habían cosechado.
El ardid del cacao, supuestamente dejado de producir debido al mal tiempo, sirvió para justificar una parte del déficit de ese grano, y le abrió camino a la producción “malograda” que, finalmente, acabó en manos privadas.
Ya no solo se trata de que una materia prima haya echado arrugas en almacenes; la producción cacaotera en Baracoa desciende en picada, de 1 100 toneladas en 2022 a poco más de 700 al año siguiente.
El descenso continuó hasta marcar 380.5 toneladas al cierre de 2024, y según vaticinan productores y especialistas, despedirá el presente almanaque apenas con 150 toneladas.
Es verdad que llovió mucho; que la lluvia fue poca o ninguna, y también que el azote de los ciclones y de un omnipresente bloqueo dificulta el acceso a fertilizantes e insumos.
No obstante, nadie se engañe: esta historia, además del clima y del cerco económico, tiene otros responsables y matices.
Los caminos del desvío
Allá en El Frijol de Sabanilla, Paso de Cuba, cuando Juan Romero Matos recorría áreas cacaoteras, en el camino vio a un productor de cacao, que también es arriero. Agitados iban caballo y hombre aquella mañana, cubierto el lomo del animal por dos sacos llenos de granos secos, y delatada la carga por el olor a cacao.
Juan, quien conduce el Centro de Gestión de Café y Cacao de Paso de Cuba, recuerda que el arriero se puso como nervioso al verlo; “ese cacao quizá lleva otro destino”, sospechó el ingeniero.
Conocía al productor-arriero, y a sus oídos habían llegado presuntos desvíos de cacao, un murmullo que recorría ya todo Baracoa. Por eso decidió buscar a la especialista del área donde está enclavada la finca del susodicho, y que se personaran los dos por allá.
Así confirmaron que una parte de su cacao, el labriego-arriero lo comercializó “por la izquierda”, y que la cantidad del producto vendida por él a la Empresa Agroforestal y del Coco de Baracoa había sido inferior a lo acordado y planificado.
Para camuflar la verdadera causa de su incumplimiento, el productor esgrimió los daños del ciclón Oscar que, según él, le llevó el producto faltante; mas, por evidencias incontestables, el hombre admitió una treta que entre sus colegas no fue generalidad, pero tampoco infracción cometida por uno o dos, y esto último es lo peor.
En favor de compradores privados que pagan “al tin tin” y a mejores precios, unos cuantos cacaoteros se valieron del amaño para no honrar sus planes de entrega a la Agroforestal y del Coco, empresa que les debía dinero de anteriores cosechas.
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“Yo sí vendí a las mipymes una buena parte de mi cacao en la cosecha pasada, y mi plan con la empresa no lo cumplí”. En predios de Saibá, Baracoa, el campesino José Luis Borges Gallego reiteró su verdad, dicha antes “a los compañeros de la Agricultura.
“La verdad salva y no tiene manchas”, dice, en tono culto, sincero y sin arrogancia. Rubricó un plan, en virtud del cual debió venderle 60 quintales de cacao a la Agroforestal y del Coco; “y los tuve –recalca–, pero le vendí solo algo más de 40 quintales.
“La empresa paga a 2 000 pesos el quintal de cacao, más del doble de lo que pagaba hace un año”, reconoce Borges Gallego, pero “hoy por hoy, como están los precios, eso no me alcanza para cubrir los gastos básicos de la casa, porque la vida está cara”.
Otros “colores” del extravío
“¡Oiga! –insiste el productor José Luis–, si mi familia y yo fuéramos a vivir del dinero que nos reporta el cacao vendiéndoselo a la empresa… menos mal que la finca sustenta parte de nuestra dieta”.
Hace una pausa, respira profundo, y con el verbo empieza a graficar ventas de cacao “por la izquierda”, pagos demorados en el trayecto empresa-banco-cajeros, “una cuestión de ineficiencia y de apuros”, dice, e invoca el rigor del día a día en el hogar.
“Que si la empresa le pasó los vales al Banco, pero hay que esperar a que a este le entre suficiente dinero, que si usted necesita 10 000 pesos y no puede extraer más de 2 000 o 3 000, y encima de eso, unos cuantos establecimientos no aceptan pagos por transferencia… ¡imagínese!”.
“Las mipymes están a la viva– continúa el cacaotero–, tienen plata, la traían en la mano y me decían ‘aquí está, dame una, dos, cuatro tanquetas’ (en cada una iban 40 libras de cacao)… y me traían 2 000 pesos por cada una; así se fueron unos cuantos quintales.
“De veras, no quería hacerlo así, yo soy cumplidor, pero tengo necesidades, hogar y familia, y soy su sostén”, remata el hombre, y asegura que el desvío para él ha quedado atrás. “A la empresa le di mi palabra y mi compromiso, y ella hizo lo mismo conmigo.
“Pero fíjese, en esta cosecha yo estoy cumpliendo mi plan y no están haciéndolo igual conmigo; de seis quintales entregados hasta la fecha, solo me han pagado seis libras (108 pesos); entonces, ¿de qué hablamos?”.
José Luís asegura que nada de lo dicho significa que él vaya a volver al desvío. “No lo haré, pero la cuestión de los precios y la demora en los pagos es vieja; para bien de todos, es hora de resolverlo”.
Tampoco voy a echar a un lado al cacao, dice el campesino, sería como renunciar a mi origen; lo que hace falta es que haya más de ese producto, y para eso hay que mejorar y estabilizar el precio y los pagos. No es capricho. “Si no, ¿cómo yo le pago al que me ayuda en la producción, cómo la sustento, cómo yo vivo?”.
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Al desvío de cacao, la entidad afectada le respondió “con mejor chequeo y más control en la base”, asegura Raúl Matos Pérez, director de la Agroforestal y del Coco; “empezamos a hacer análisis.
“Cada productor que incumplía, llevaba después una visita de nuestra empresa y de la Delegación de la Agricultura”, dice Matos Pérez, y es revelador su “después”; confirma que en este asunto la previsión iba con muletas mientras la distorsión galopaba.
Agrega Raúl que, por incumplir sus contratos, fue multado un grupo importante de productores, y que por esa misma razón se les rescindió la tierra a algunos usufructuarios.
El directivo admite que hoy su empresa paga el cacao a precios que no satisfacen a los productores, y que en eso las mipymes le llevan un trecho. Acepta que hubo superficialidad en la realización de unos estimados que, a juicio de Mayelín Frómeta Alayo, intendente de Baracoa, “no se hacen desde oficinas”.
¿La cantidad de cacao desviado?, cientos de toneladas, quizá, admite Raúl, “pero no tenemos la manera de confirmarlo”.
Así sucede con la mayoría de los problemas a los que, a tiempo, no se les corta de raíz. Si encuentran tierra fértil crecen, se fortalecen y ramifican, hasta que, aunque se les contenga, los prejuicios no tienen retroceso.
(Tomado de Granma)