Cacao: Tras la huella de un extravío (Parte I)

De una parte hubo lógicas ignoradas y pifias difíciles de entender; y de la otra una voraz prontitud que le hizo burla al descuido, mientras degustaba las “achocolatadas aguas” del titubeo y la ligereza. Es una historia que tiene que ver con el curso extraviado de un cacao en la más oriental de las provincias cubanas.

Renovarse o perecer. Sí o sí. Inaplazable dilema en 2018 para la industria de “la gallina cubana de los huevos de chocolate”. Con 55 años de explotación y, por si fuera poco, el remate de un meteoro nombrado Matthew, sus máquinas no resistían otro achaque más.

O definitivamente dejaba atrás el desfase, o renunciaba a agregarle valor a su producto líder, de cuyo potencial, cuando al fin se aproveche bien, podría salir un “suero monetario” de los que tanta falta les hacen a las sitiadas arcas de Cuba.

Rejuvenecer la chocolatera era inaplazable. Que no sería cuestión de unas pocas semanas —mucho menos en época de asechanzas y rémoras económicas— se sabía, aunque nadie la supuso tan dilatada.

Y, también es cierto, que cuando la ruta y las etapas de ejecución de la reforma tecnológica parecían despejadas, una pandemia mundial hizo causa común con el cerco económico-financiero estadounidense, detallado y multiplicado.

No obstante, la parada fabril ya era un hecho, pero sin paréntesis productivo en los cacaotales, pues, aunque atropellados igual por el huracán, no dejarían de tributarle materia prima a una industria procesadora en reposo. Eso, igualmente, se conocía.

Lógico fue entonces pensar que a la producción emblema de Baracoa los garantes del cacao le planificarían un destino adaptable a cualquier “marejada”. Justamente de ahí vienen las preguntas sobre el asunto.

¿Qué faltó? ¿Previsión, pragmatismo, agilidad ante lo eventual? ¿Se le dio la necesaria preponderancia a la solución del dilema? Porque titubeos y deslices hubo, y dieron lugar a extravíos, ahora en curso de revertirse.

Atraídas por la tentación monetaria proveniente de un actor económico que irrumpió en Cuba hace apenas tres años, cientos de toneladas de cacao han circunvalado órbitas privadas.

Lógica y absurdos

Todo empezó a gestarse en 2018, en medio de la aún vigente crisis económica mundial, cuando la actual empresa Derivados del Cacao Baracoa detuvo su maquinaria para dotarse de dos modernas líneas de producción. En lo sucesivo, aparecerían los inconvenientes.

Primero, la pausa impuesta por la covid-19. Después, fabricantes a los que se les compró la tecnología, morosos en el envío de sus técnicos para montar, probar y echar a andar los equipos. Hasta que, a guisa de prueba, la industria por fin arrancó en noviembre de 2022.

Así, una inversión concebida para menos de un año demoró más de un lustro en ejecutarse, y la materia prima sobreacumulada creció, explica Raúl Matos Pérez, director de la Empresa Agroforestal y del Coco, rectora de la producción de cacao en la Primigenia Villa.

Unas 800 toneladas de ese producto, después de ser vendidas a Derivados del Cacao Baracoa, permanecieron en almacenes de nuestra entidad, “sin contar lo guardado en otros municipios y en depósitos de otras provincias de Oriente”, aclara Raúl.

Que los cacaotales no dejarían de abultar la acumulación del producto, pese a la parálisis de la industria, se conocía. Que ello planteaba un dilema ante los decisores, también. Vaticinio suficiente para preverle, de cara a cualquier eventualidad, más de una variante al destino de la materia prima en espera.

Exportarla, propuso la entidad que lidera Matos. Pero esa propuesta no fue aceptada, “y se optó por venderla a la industria y preservarla para cuando esta echara a andar”.

Tras arrancar Derivados…, a finales de 2022, funcionó con intermitencias hasta el epílogo de 2023.

Que por lógica, al menos en ese también dilatado periodo de reajuste posarrancada, la fábrica solo desplegaría una parte de su potencial, y que, por tanto, la materia prima seguiría sobreacumulada, era de inferirse.

El cacao que procesó el municipio en la mencionada etapa fue mucho menos que el que tenía en reserva de esa materia prima, cuyo valor en el mercado mundial iniciaba un despegue, a la postre vertiginoso, de cerca de 2 000 dólares por tonelada en el propio 2022, hasta más 12 700 dólares por igual cantidad en 2024.

Preservar el producto para que la industria le agregara valor antes de exportarlo fue, sin duda, una idea bien fundada; de haber cuajado, habría dejado ganancias más lucrativas. Lo conservador fue no optar por otra variante cuando se hizo evidente que el reinicio de la fábrica se prolongaba, y se perdería la oportunidad de exportar.

En las dinámicas del comercio mundial algunos cambios llegan de golpe, agitados por coyunturas. Y, como en la pelota, si el competidor no reajusta el swing, sale mal parado. La reacción retardada, en este caso ante lo eventual, a Baracoa y al país les impidió un sorbo de divisas frescas de algunos millones. La calculadora no miente.

Atribuciones no, ¿y deber tampoco?

Seis micro, pequeñas y medianas empresas (mipymes) sí aprovecharon bien la oportunidad que la coyuntura les dio en la Primera Villa, con la fábrica de chocolate en reposo y la producción cacaotera en marcha y sin destinos suficientes para el producto.

Combinadas esas variables, les propiciaron un “turno al bate” ideal a nuevos actores económicos y a trabajadores por cuenta propia.

A las mipymes que ya tenían una clara estrategia al respecto, les fue admitida una línea de chocolate; “dentro de su objeto social tenían aprobada la comercialización de productos derivados del cacao”, confirma Mayelín Frómeta Alayo, intendenta de Baracoa.

“Seis mipymes que tenían contrato con la Empresa Agroforestal y del Coco habían comprado cacao también en Santiago de Cuba y en Granma”, abunda Frómeta Alayo.

Los registros de venta lo dicen todo. Una sola de esas mipymes, localizada en Paso de Cuba, compró a la Agroforestal y del Coco 45 toneladas de cacao, “en tres partidas –detalla uno de los dos socios del mencionado ente; ‘20 toneladas primero, 20 después, y finalmente cinco’”, remata.

Al sexteto de mipymes les fueron vendidas en total 101 toneladas de Cacao; lo dice Ogli Pérez, director económico de la Forestal y del Coco, la cual vendió la materia prima. Mayelín Frómeta, por su parte, deplora “que un producto principal, destinado a la industria del municipio, haya ido a parar a otra parte”.

Aprobar las mipymes y las actividades que estas asumirían como objeto social, en el momento de la historia que nos ocupa, era facultad del Ministerio de Economía y Planificación, al amparo del Decreto-Ley 46 de 2021, del Consejo de Estado de la República.

Granma, no obstante, se pregunta si en este caso no era deber de las autoridades locales alertar a los decisores acerca del inconveniente que suponía, para la estrategia de desarrollo cacaotero de Baracoa, aprobar mipymes con el cacao como línea de producción.

Entre otras razones, por la inseguridad de una tecnología rústica no apta para impregnarle mínimos estándares de inocuidad a sus producciones.  Y porque la materia prima para esos actores va contra la que necesita una industria moderna como lo es hoy la chocolatera de La Primada.

La capacidad de procesamiento anual de esa fábrica (7 000 toneladas) supera con amplitud las cerca de 2 200 de cacao entregadas por el municipio desde 2022 hasta 2024, las 150 que pretende aportar en el año actual, y las 4 000 que, estiman, logrará producir en 2030.

Entonces, ¿aprobar que 120 trabajadores por cuenta propia, sin contar los más de 400 que de manera informal —se comenta— también procesaban y comercializaban cacao, tampoco era facultad de las autoridades del municipio?

Ciertamente, este es un asunto que va más allá de competencias. Se trata de alerta y previsión, y ambas fallaron. ¿Qué pasó después? Esa es una interrogante a cuya respuesta nos acercaremos en un segundo trabajo.

(Tomado de Granma)

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