Pepe, una turbina humana en el corazón de la Céspedes

Hace más de 30 años, Pepe, el actual director de la Central Termoeléctrica, Carlos Manuel de Céspedes, se adentró en el mundo de la energía, y desde entonces no hay quien le haga un cuento sobre esa imponente mole de hierro. Hoy, mientras camina por los pasillos de la planta, se detiene a conversar con cada trabajador, su rostro sereno contrasta con la urgencia que caracteriza estos tiempos “de contingencia”.

A pesar de las dificultades, la tranquilidad que reina en las unidades generadoras parece una promesa de la labor incansable que realizan cada día para revivir la producción eléctrica en una zona clave para el país. Las dos unidades de la central, sometidas a un riguroso proceso de mantenimiento, tienen la capacidad de aportar más de 300 MW al Sistema Electroenergético Nacional en tiempos normales.

José Osvaldo González Rodríguez, como es su nombre completo, irradia calma. Sabe bien la importancia de estas unidades de 158 MW cada una, que en conjunto suman 316 MW de potencia activa. “Lo fundamental que nos distingue es la estabilidad”, explica, enfatizando que su disponibilidad media anual acumulada supera el 80% en toda su vida útil.

Este rendimiento, comparado con estándares internacionales, es notable. Un fabricante moderno podría ofrecer un 85% de rendimiento en sus primeros años, mientras que ellos llevan más de 40 años produciendo energía con resultados excepcionales.

Lo que hace aún más impresionante a la termoeléctrica es su avanzada tecnología, que mantiene la regulación automática de sus parámetros operacionales. Esto significa que todos los sistemas de caldera y combustión funcionan sin necesidad de intervención manual, permitiendo absorber cambios de carga de manera automática y evitando disparos eléctricos inesperados. “Podemos estabilizar no solo la potencia activa, sino también los niveles de voltaje en la zona centro-sur del país”, dice Pepe con orgullo. Esta capacidad es crucial, ya que un pequeño desbalance en la distribución eléctrica puede causar pérdidas significativas.

Mientras detalla el funcionamiento de la planta, Pepe hace un viaje en el tiempo. Regresa a 1987, cuando se graduó en ingeniería nuclear, preparado para operar la planta de Juraguá. “Me mandaron a entrenar aquí en la termoeléctrica, y me quedé porque me encantó”, recuerda, con una sonrisa nostálgica. Sin embargo, la realidad golpeó pronto: la obra de Juraguá fue paralizada por el Comandante en Jefe debido a la crisis financiera del país.

José Osvaldo González Rodríguez, director de la CTE Carlos Manuel de Céspedes. Foto: Abel Padrón Padilla/Cubadebate.
José Osvaldo González Rodríguez, director de la CTE Carlos Manuel de Céspedes. Foto: Abel Padrón Padilla/Cubadebate.

Comenzó como operador local en la termoeléctrica y, a lo largo de los años, ha desempeñado múltiples roles hasta alcanzar la dirección general. “Fui un joven inquieto”, reflexiona, reconociendo que cada etapa de la vida tiene sus propios encantos. “No se puede pedir a los jóvenes la madurez de los mayores, cada generación tiene sus propias características”.

Pepe recuerda la carga de trabajo en su juventud: largas jornadas y guardias que parecían interminables. “Hacíamos nuestras travesuras, pero siempre aprendí principios que trato de aplicar ahora”, dice, subrayando la importancia de no maltratar a nadie, de ser honesto y de mantener la palabra. Estos principios son lecciones que intenta transmitir a las nuevas generaciones.

Como líder, ha aprendido a resolver conflictos y, sobre todo, a escuchar. “Cuando alguien viene a ti con un problema, es vital escuchar y ayudar si está en tus manos”, enfatiza. La comunicación efectiva es clave. “Una palabra mal dicha puede cambiarlo todo”, advierte, recordando que el respeto y el amor por la profesión deben ser el hilo conductor en cada interacción.

“En nuestra planta seguimos un precepto japonés: no todos podrán ser ingenieros o médicos, pero sí deben esforzarse por ser los mejores en lo que elijan”, concluye Pepe, reafirmando su compromiso. Con un legado de sacrificio y empeño, este ingeniero no solo dirige una central eléctrica, sino que también inspira a quienes lo rodean a amar lo que hacen, un compromiso que, sin duda, ilumina el camino hacia el futuro.

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