De apremios y dilemas está empedrado el camino de la producción de alimentos en Sancti Spíritus; da igual arrimarse al surco, sudar frío al pie de una tarima o volver a los teatros. Aparecen carencias, problemas, descontrol, cifras, explicaciones, contrataciones de mangas cortas frente a las necesidades, mientras los altos precios ahogan la mesa familiar. Hasta pareciera que tenemos más de una agricultura: la de los recorridos y visitas, y la que llega al consumidor.
Querer producir alimentos en medio de la asfixiante estrechez de recursos es como pararse frente al surco con las manos amarradas. Ningún productor escapa a los latigazos del momento, ni el campo de hoy es el mismo de hace una década, para no buscar tan atrás. Miremos un dato del que rara vez se habla: hay zonas de Cabaiguán donde el jornal le cuesta al campesino 1 300 pesos.
No sé si haya otro desvelo mayor que el de la comida; si difícil y costoso se ha tornado producir, desesperante se ha vuelto la compra de alimentos. Tal es la ecuación que tiene delante la agricultura en el territorio, sin obviar el camino de la exportación como vía para acceder a los insumos necesarios pata trabajar la tierra.
Con los arrastres de un año que algunos dicen que peor no pudo ser, se pasó revista al trabajo del sector en el 2022. Doce meses después, la agricultura en Sancti Spíritus casi está en el mismo surco, poco cambió de un año a otro, y no todo es cuestión de bloqueo, apagones, falta de combustible, plagas y recursos. Tal vez la actividad que marca la diferencia tiene que ver con la entrega de tierra, pues se aprobaron 1 621 solicitudes con un área superior a las 23 400 hectáreas, de ellas 16 000 a nuevos productores.
Es una señal positiva, pero no se trata de entregar tierra por entregar, sino ponerla en manos de usufructuarios con capacidad de trabajo si se quiere buscar una respuesta productiva rápida y eficaz. Sin embargo, el territorio sigue arrastrando por años dos fenómenos que parecen insolubles: controlar y lograr que la tierra se use para el destino previsto, y resolver lo de las áreas ociosas en entidades estatales que no las utilizan ni permiten que se entreguen.
Al pie de la tarima poco importa quién la produzca, lo que hace falta es alimentos a menos precio; entonces, ¿hasta cuándo la provincia va a convivir con hectáreas de tierra ociosas, mientras hay nuevas personas o productores establecidos solicitándolas para explotarlas o terrenos entregados hace años sin impacto productivo?
Si otra asignatura sigue pendiente en el territorio es la ganadería, más allá de despuntes individuales, y de que la masa aumente en 2 581 cabezas de un año a otro; incluso, trascendió que Sancti Spíritus fue la única provincia que creció en el rebaño vacuno. Visto así, pareciera que la actividad anda a cantina desbordada, pero todo lo contrario, entre muertes, baja natalidad y vaivenes de la leche, alrededor del rebaño aflora un volcán todos los días.
Es cierto que la mortalidad disminuyó ligeramente de un año a otro, un signo positivo, mas resulta inconcebible que se hayan muerto 18 946 animales en el 2022. Lo peor, vuelven las mismas causas, la misma película de suspenso: desnutrición y accidentes. ¿Será tan así o podemos imaginar una trama con diferentes finales? ¿Acaso conviene que la res pase hambre, caiga en un hueco o barranco, si es que no perece antes de una puñalada?
¿Qué decir entonces de esa natalidad al 50%, o lo que es igual, que la mitad de las hembras no parieron en 12 meses? ¿Serán óptimos los sementales? ¿Existirán los suficientes? ¿Está tan desnutrida la res que no se carga? ¿Quién asegura que se declaran todos los nacimientos? En el potrero cabe todo, no por gusto directivos y especialistas admiten que prevalece el descontrol, pues hay productores que pasan dos años y no acuden al registro de control pecuario. También se ha convivido con deudas de pago al productor.
Si en un lugar de Cuba hay tradición de ganadería es en Sancti Spíritus y no son pocos los productores reconocidos por los resultados, las buenas prácticas y acertado manejo. Que se sepa, ninguno recibe piensos de importación para el rebaño. Entonces, ¿la insuficiencia alimentaria es solo asunto de la sequía? ¿Es tan imposible garantizar, al menos, un pedazo de área cañera?
En tan adverso escenario, la leche se ha convertido en el tsunami del sector, lo mismo a la hora de producirla o acopiarla que de intentar distribuirla en los horarios establecidos; una odisea diaria resulta asegurar en estos meses de sequía el reparto del alimento, sobre todo en la cabecera provincial, donde no funciona el cruzamiento directo.
Se pensó que subiendo el precio de compra a 20 pesos el litro se favorecería el encargo estatal. Bien se sabe que no ha sido así, porque también se abrieron –enhorabuena– el trabajo por cuenta propia y las modalidades de venta de derivados de la leche. A ello sumemos que un litro se cotiza en la calle hasta en 60 pesos.
Alrededor del aporte de leche queda poco por inventar, ni siquiera el contrato es efectivo muchas veces; por ejemplo, en enero más de 400 productores incumplieron la entrega con una contratación acabada de hacer. Hablamos del alimento de los menores hasta siete años, embarazadas y dietas médicas. No obstante, el problema y la preocupación mayor debieran enfocarse en el potrero, en que se geste la vaca, porque ahí estarán la leche, el ternero, el crecimiento de la masa y el autorizo al sacrificio legal.
En el ámbito agrícola, el sector no tiene más camino que producir a sabiendas de que poco, o nada, le llegará de afuera; por cierto, la papa agroecológica enseña que sí existen posibilidades de cosechar empleando medios alternativos. Apura sacar la agricultura del informe, del discurso, de los planes y aterrizarla en la piel de la familia, porque entre el surco, la tarima y la mesa hay un nudo llamado precio que estrangula y tiene al consumidor de rodillas.
Por delante hay serios desafíos: se abrió la comercialización para incentivar la producción, pero, en cambio, se dice que las carencias de insumos y el trips de las flores apagaron las frijoleras y ahora el territorio no reporta contratación de dicho grano para el encargo estatal. Por otra parte, en cualquier lugar de la provincia se vende frijol a precios casi impagables. ¿De dónde sale? ¿La plaga no afecta el grano que va a la venta particular?
No todas las carencias son de insumos. Se vuelve una rareza encontrar frutas a cualquier precio, la contratación de comida pactada para el 2023 se considera insuficiente de cara a las necesidades y también por debajo de la potencialidad real que atesora una provincia considerada como referencia para el país.
La mirada al trabajo del sector en el 2022 no fue ni complaciente ni conformista; primó el juicio crítico y se llamaron los problemas por su nombre. La dirección del Partido en la provincia hizo énfasis en una arista pocas veces mirada y admitida: “Falta trabajo y exigencia con lo que tenemos contratado, no podemos seguir permitiendo que el tomate bueno, la mejor malanga o el plátano de más calidad se vayan para el mercado informal y entonces los productos malos sean los que lleguen a la placita de Acopio”.
El 2023 abre un surco desafiante para la agricultura espirituana, porque alrededor de la mesa hay muchas expectativas, por eso, a sabiendas de que la comida es insuficiente y los precios asfixian, apremia dejar las estadísticas a los economistas y concentrarse en lograr más producción física para así acortar la distancia entre la tierra y el plato.
(Tomado de Escambray)