A río revuelto, ganancia de abusadores

—¿En cuál?— le pregunto. Pero ella apenas ladea el rabillo del ojo, a punto de sombreársele el rostro color remolacha. Mientras, ya el susodicho parece haber puesto en orden sus asuntos y luce fresco como una lechuga.

—Periodista, en esa tarima están recogiendo apurados los productos—me llama una clienta que se percata de la inusual prisa de un vendedor, en la Feria Agropecuaria de la cabecera provincial de Artemisa.

—Tal vez están esperando inspectores—explica. Tenemos que aplicar el concepto de Revolución, como decía Fidel. Hay mucho que cambiar. Este nivel de especulación es un abuso. La situación está muy crítica, afirma Sonia Galá.

—Yo con mi chequera de 1 578 pesos no puedo comprar en la Feria, no con estos precios— agrega Mireya Domínguez.

Otro tanto sucede en Güira de Melena. Un municipio eminentemente agrícola como este, debería abastecer con estabilidad sus puntos de venta estatales. En cambio, la escasez por razones consabidas es aprovechada por los particulares para vender cada vez más caro; los precios topados se aplican solo en teoría.

“La práctica dista mucho de hacer justicia. Las tablillas exponen precios muy distantes del poder adquisitivo del pueblo”, sostiene Alina González, de 63 años.

No pocos güireños, como Orlando Pérez, de 71 años, repiten que, en días sin control de inspectores, reaparecen los importes reales: los elevados. Cuando se filtra el recorrido de inspectores y representantes del gobierno, o todos los particulares cierran, o publican precios topados y, cuando vas a pagar, te los rectifican verbalmente.

Según Osmany Alayo, director de Inspección en Güira, “desde el 1 de noviembre se dio a conocer la resolución 127, emitida por el Gobernador, en aras de hacer cumplir la política de precios; aun así, el tema va más allá del trabajo que puedan hacer los inspectores”.

Los establecimientos estatales no cubren la necesidad. Incluso la Feria Agropecuaria dominical queda muy por debajo de la demanda. No queda más remedio que desinflarse el bolsillo ante la inflación, a manos de los particulares.

Tampoco en Güira los establecimientos estatales cubren la necesidad, y es preciso recurrir a particulares. Foto: Lianet Guerra/ El Artemiseño.

Dos caras tan distintas

También de los fértiles y ferralíticos suelos de San Antonio de los Baños emergen alimentos de primera calidad; mas, desde la entrada de la pandemia y las normativas del ordenamiento monetario, tanto el abastecimiento como la calidad y los precios disgustan a los consumidores.

Hace varios domingos, los Mercados Agropecuarios Estatales insistían en permanecer cerrados, lo cual redirige a los ariguanabenses hacia los puntos privados, donde el salario desaparece aun sin grandes compras.

Algo similar ocurrió en la Cooperativa No Agropecuaria (CNA) 26 de Julio, que sí abrió, pero sin expender mercancías; al parecer, porque los emprendedores allí arrendados carecían de autorizo comercial.

Calidad y variedad distinguieron, el domingo 19 de enero, las ofertas en la CNA 26 de Julio.
Sin embargo, el domingo 29 de enero, la CNA mantenía sus áreas con variedad de productos, aunque casi ningún quiosco vendía viandas, salvo dos que ofertaban ñame. ¡Todo con calidad de primera! Y los precios, al igual que en la Feria Agropecuaria, variados y a tono con el máximo establecido.

De manera afortunada, la moneda muestra una cara bien distinta desde finales de enero, y en la feria dominical se insertan, además, ofertas gastronómicas, módulos de confituras y actividades para el público infantil.

En busca de respuestas

Calidad y variedad distinguieron, el domingo 19 de enero, las ofertas en la CNA 26 de Julio. Foto: El Artemiseño.

Tres o cuatro adultos mayores que ven a un reportero con agenda, bolígrafo y mirada escudriñadora, insisten en que pregunte a la administradora de la Feria Agropecuaria de Artemisa sobre su responsabilidad.

Piden que indague por qué permitir escaladas tan extremas como malanga a 80 pesos la libra, o los inéditos montos de la calabaza y el boniato, antaño menospreciados.

Yuleidis Trujillo Castro no tarda en responder. “Respecto a nuestro listado oficial, los precios han variado un poco. La mercancía que se comercializa dentro de la Feria ha subido un 20 por ciento, porque el municipio no tiene esos productos, y los guajiros los compran en otro, con gastos en transportación, combustible y mano de obra para cargarlos.

“Por eso no corresponden ciertos precios con el listado en nuestro poder. Fue algo colegiado con el presidente de la Asamblea Municipal del Poder Popular, el intendente y los factores implicados, a causa de la escasez de productos.

“Anteriormente, lo único que comercializábamos era adobo, vinagre, vino seco… surtidos de minindustria. No se podía comprar una col y venderla a ocho pesos la libra, cuando ellos la adquieren a 60 pesos.

“¿Mercancía oculta? Aquí adentro no. Eso surgió ayer (lunes 20) fuera de la Feria. Ha habido varias quejas. Ahora mismo me llamaron de Inspección, porque aquí —como usted ve— hay inspectores a diario. Los lunes no abrimos, pero hay quien se pone a vender afuera.

“Además, los vendedores tienen que declarar, yo reviso la pizarra, y ellos están de acuerdo con los precios actuales, que les permiten recuperar los gastos de compra más la ganancia”, subraya la administradora.

Que se acabe el abuso

Los precios topados no pueden quedar solo en un listado. Foto: Lianet Guerra/ El Artemiseño.

Ana Alicia Cárdenas, inspectora estatal, asevera que sí encontraron a alguien vendiendo arroz a 150 pesos la libra, ese lunes en un kiosco de la Feria. Refiere que lo acordado por la Administración Municipal y la Provincial es venderlo a 60 pesos, “así que le aplicamos una multa de 7 000 pesos, por el decreto 30.

“Cuando costaba 15 los compradores protestaban. ¿Quién puede pagarlo a 150? Nos han informado que personas inescrupulosas lo venden a 140 y a 150.

“A mí no me ha ocurrido que me escondan productos, a algunos de mis compañeros sí. Pero existe un decreto que nos ampara a descubrirles la mercancía: si la ocultan pueden ser penalizados; es una violación grave, un intento de evadir los topes fijados a los precios”.

Y Odeivis Olivero, otra inspectora estatal, enfatiza su papel. “Queremos que se les brinde una buena atención a los clientes, con los precios visibles y buen aspecto de la mercancía. Hasta ahora he visto que en la Feria se rigen por lo establecido, sin ningún tipo de irregularidad.

“Tampoco tiene porqué filtrarse la información sobre cuándo nos trasladamos hacia un lugar. No hay tiempo para eso. No sé cómo se enteran. Tratamos de hacer cumplir lo establecido. Tenemos que ayudar al pueblo, combatiendo contra lo mal hecho”.

Ciertamente, entre administradores, inspectores, el gobierno, el pueblo y la prensa, hemos de estrecharles los márgenes a los codiciosos. Mientras más claras las aguas, menos oportunidad de ganancias para los abusadores.

(Tomado del Artemiseño)

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