La Asamblea de la prefectura de Niigata aprobó recientemente un proyecto de ley presupuestario destinado a financiar los procesos necesarios para reactivar la central nuclear de Kashiwazaki-Kariwa. Esta decisión marca un hito en el largo y complejo camino hacia el reinicio de operaciones de la mayor planta atómica del mundo, ubicada en la costa del Mar de Japón.
La medida adquiere una dimensión histórica al ocurrir catorce años después del desastre en Fukushima Daiichi, un grave accidente nuclear en 2011 a raíz de un devastador seísmo y posterior tsunami que llevó a la paralización de todos los reactores del país y a una profunda revisión de los protocolos de seguridad.
La reactivación de Kashiwazaki-Kariwa representa, por tanto, un paso decisivo en la estrategia del gobierno central de relanzar la energía nuclear como pilar para la seguridad energética y la descarbonización, ante la presión por reducir la dependencia de costosas importaciones de combustibles fósiles.
El gobernador de la prefectura, Hideyo Hanazumi, afirmó durante el proceso que “garantizar la seguridad será un proceso continuo, y empezarán a difundir las medidas de seguridad y a preparar rutas de evacuación y refugios”.
Esta declaración subraya la prioridad absoluta que las autoridades locales pretenden dar a la protección de los ciudadanos, buscando generar confianza en una comunidad que alberga recuerdos vívidos de la tragedia de Fukushima. Los fondos aprobados estarán dirigidos, precisamente, a fortalecer la infraestructura de respuesta ante emergencias y a campañas de información pública.
Tal proyecto de ley fue presentado a principios de diciembre por el gobernador de la prefectura tras llevar a cabo una serie de estudios sobre la acogida de la medida entre la población local. Este proceso de consulta y sondeo previo fue esencial para medir el sentir de los residentes, quienes han vivido años de incertidumbre y debate sobre el futuro de la instalación, una de las principales fuentes de empleo e ingresos fiscales para la región.
La planta tiene actualmente siete reactores que no están operativos y que son operados por Tokio Electric Power Company (Tepco), la misma empresa que operaba los seis de la central de Fukushima Daiichi antes del accidente de 2011. La sombra de Fukushima pesa inevitablemente sobre Tepco, cuya gestión ha sido sometida a un escrutinio extremo.
La empresa ha tenido que implementar reformas de gran calado y cumplir con estándares de seguridad drásticamente más rigurosos impuestos por la Autoridad de Regulación Nuclear de Japón para poder aspirar a reiniciar cualquier reactor. La aprobación del presupuesto en Niigata es un voto de confianza crítico, aunque condicionado, en la capacidad de Tepco para operar con seguridad absoluta.













