Herencia de semilla propia

Cuando preguntas por Yosdeny, a la entrada del pueblo de Bacuranao, en el municipio capitalino de Guanabacoa, casi seguro te dicen: “Ya pasaste su casa. Es una de dos plantas que está después de la primera parada, a la izquierda, encima de la loma, pero pegada a la carretera, en la misma entrada del poblado”.

Llegas y lo más visible en el jardín es una mata enorme y poco frecuente de flores lilas, cuyo nombre es ajeno a su belleza “Palo cenizo”, así se llama según la anfitriona de la morada. No hay vivienda de campo que se respete y deje de exhibir en su recibidor un amasijo de pétalos perfumados, gracias a la originalidad y delicadeza de la mujer.

La casa pulcra, paredes fuertes y todos los inventos a los cuales debe acudir el cubano para poder garantizar el agua escasa en esos lares, o el deficiente gas destinado a la cocina.

Otra de las “reliquias” del jardín, son las lechugas sembradas a la izquierda en un pequeño cantero por Dilan Hernández Cruz, el niño de Yosdeny Hernández Ciq. El pequeño solo tiene cinco años, pero crea las siembras con tierra fértil, transportada desde el campo en un pequeño camioncito plástico de juguete.

“Ese es el que me da fuerzas para levantarme todos los días y seguir batallando en la finca. Él me motiva, recoge los carneros y los terneros”, dice el padre, quien pertenece a la Cooperativa de Créditos y Servicios (CCS) Emiliano Montes de Oca.

Lo conocimos en el XIII Congreso de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP). Estaba allí de invitado. En el Palacio de las Convenciones de La Habana fue uno de los primeros en hablar, porque Félix Duarte Ortega, el presidente de la organización, lo conminó a explicar cómo es posible cosechar lechugas en pleno verano, cuando el fuerte sol arrasa con los cultivos.

El campesino tiene solamente 34 años. Es de mediana estatura. La piel blanca, curtida por tanto tiempo dedicado al trabajo duro a la intemperie. Es el secretario de la Unión de Jóvenes Comunistas de la CCS, militante del Partido, merecedor de la medalla Antero Regalado, Vanguardia Nacional en el año 2024. Estuvo entre los 100 seleccionados para ascender el Pico Turquino junto a las máximas autoridades de la nación. En representación de su sector, fue delegado al Festival Mundial de la Juventud de Rusia en marzo de ese propio año.

Dilan cuida de animales pequeños y siembra sus canteros de verduras. Foto: Ricardo Gómez.

“Allá me encontré con unos muchachos brasileños que habían estado en mi finca. Me llamaron contentos. El mundo el chiquito”, dice y sonríe como solo sabe hacerlo la gente feliz.

Hay virtudes provenientes de la herencia del abuelo, quien levantó la casa en esa zona y tuvo las primeras tierras. También fue esencial la enseñanza del papá, Jesús Hernández Pereira, quien pertenece a la directiva de la cooperativa, y las enseñanzas de Yudith, la madre, ese sostén imprescindible en cada hogar campestre.

Gracias al aporte de Yosdeny y su familia, se les entregó recientemente otras nueve hectáreas, con lo cual suman en total 14 que ahora están bajo su responsabilidad.

“En las nuevas áreas estoy cosechando calabaza y yuca, porque lo hago en secano. Esas producciones van directo a la cooperativa. Ella es la encargada de distribuirla al consumo social o las ventas. Además, he hecho donaciones al Hogar de Ancianos de Santa Fe y a un niño enfermo en Guanabacoa, a solicitud de la ANAP”.

Pone los brazos encima de una cerca de la finca El empuje, trato de imitarlo y me doy cuenta de que, quien estiró el alambre de púa, tiene experiencia en esa faena, parecían cuerdas de guitarra.

“Esta campaña de frío no ha sido la mejor. De momento no llovía nada y luego empezó a caer demasiada agua. Eso nos afectó un poco porque empezaron a proliferar hongos y arrasó con un área de lechuga cuando estaba naciendo.

“Tuvimos que resembrar. Empezar de cero y seguir produciendo. Tratamos de sacar adelante las producciones con el mayor cuidado posible”.

–¿Cuál es el plan para esta temporada?

–El año pasado sembré poco más de una hectárea y media de lechuga, acelga, zanahoria y en este 2025 me propuse incrementar esos niveles y llegar a tres hectáreas de esos mismos cultivos, sumada la remolacha. En general ya tengo más de una hectárea y media plantada.

“Las voy llevando al surco escalonadamente para ir recogiéndola poco a poco y mantener la cosecha durante toda la etapa”.

–¿Cómo es eso de hacerlo escalonadamente?

–Siembro varios canteros con una diferencia de 15 días. Empiezo con la postura nueva, cuando la lechuga empieza a mudar la hoja, para dar tiempo a limpiarla y siempre tener cultivos listos para recoger.

En los huertos nos enseñó cómo algunas hojuelas de lechuga estaban maltratadas por el hongo del cual nos habló, pero la mayor parte de la plantación crecía vigorosa y sana, encima de surcos revestidos por estiércol vacuno.

En los lugares donde el agua había matado varias matas replantaba remolacha, ayudado por sus obreros Rangel y Edel. Estos últimos nunca levantaron la mirada y caminaban con cierta comodidad en un terreno embadurnado por el fango y donde no crecía ni una yerba.

“Ese es el trabajo diario. Imposible dejar de hacerlo. Cuando te maten una plantación, es importante seguir produciendo. Ahora el agua me afectó la remolacha, le dobló el cogollo y la pegó a la tierra; estamos resembrándola donde están los claros, así mantenemos la que prendió y tratamos de hacer renacer la otra. De todas formas, la remolacha no se arranca toda a la misma vez. Vamos cogiendo la más adelantada y la otra va creciendo y siempre tenemos el cantero poblado y aprovechamos bien el suelo”, comenta.

Cuando abren las rejas, los carneros salen en carrera al área de pasto. Foto: Ricardo Gómez.

–Algunos campesinos con los que hablé antes de llegar aquí, argumentaron problemas para adquirir la simiente, ¿la tuya cómo la garantizaste?

–Yo obtengo aquí mi propia semilla –muestra unos paquetes separados por especies de vegetales–, la logro en mis surcos. Hay gente diciendo que la lechuga Tokyo Bekana no se puede reproducir en verano, pero yo lo consigo aquí.

–¿Y eso cómo lo haces?

–Para hacerlo es esencial aprovechar la semilla de noviembre. Alguna se muere, pero logras algunas. Las siembras en noviembre y la vienes a coger en febrero.

–¿Incluso en tiempo de verano eres capaz de garantizar esas hortalizas?

–Sí. Es un poco difícil cosecharlas en junio, julio y agosto, pero se hace. Yo me he trazado la meta y lo he logrado. Las reproduzco el año entero. A excepción de la remolacha. Esa solo la recolecto en tiempo de frío, a partir de octubre.

La atención al ganado garantiza cumplir el plan de entrega de leche. Foto: Ricardo Gómez.

–¿Entregaste algunos quintales de yuca recientemente a la cooperativa?

–Eso fue gracias a una tierra que me entregaron en usufructo hace aproximadamente un año. Estaba perdida en aroma cuando me la dieron. Ya la tengo limpia y hasta la fecha aporté a la cooperativa más de 200 quintales entre yuca y calabaza.

Mientras hablamos, salimos a caminar la finca. Ningún dueño de tierra te perdona el hecho de visitarlo y no llegar hasta el lugar más recóndito de sus propiedades, sobre todo cuando son personas laboriosas y con buenos resultados productivos.

Primero llegamos hasta los caballos; enormes, fuertes, bien cuidados.

Luego al lugar donde descansaban bajo un árbol parte de los 16 vacunos de la raza Mestizo Siboney. El pasto natural era abundante y eso era evidente porque los bovinos estaban satisfechos.

“Tengo una finca diversa: ganado mayor, menor y cultivos varios. Cumplo con mi plan de leche de 5 400 litros anuales. Lo voy a incrementar el año próximo, porque estoy aumentando el número de vacunos en la tierra nueva. En eso me va bien.

“Además, criamos 27 carneros para el autoabastecimiento. A veces es difícil mantener todo esto en momentos como los actuales”.

Entendimos. Días antes de la visita le habían violentado las cerraduras del corral metálico y robado nueve ovinos en una sola noche. Esa es la consecuencia de tener los bienes en sitios cercanos a poblados; hay a quien le gusta sudar los frutos, otros velan la menor oportunidad y viven del esfuerzo ajeno.

Por costumbre, el propio ganado sabe trasladarse de un corral a otro o hacia las zonas de pasto. Solo les abres la puerta y si no te quitas, te tumba el tumulto de caprinos en una carrera desesperada.

Como protección ante el hurto, crearon condiciones junto de la casa familiar para tener cercanas a las vacas y caballos en las noches.

–¿El plan de leche en estos momentos lo estás cumpliendo?

–Lo cumplo y sobre cumplo.

–Recuerdo que en el último congreso campesino, al cual fuiste invitado, hablaste de la familia, de las tradiciones en el campo. ¿Te graduaste de técnico medio superior en Hotelería y Turismo, cumpliste con el servicio social y retornaste al terruño?

–Cuando terminé la carrera, regresé porque en toda mi vida lo único que he visto es el campo. Quise seguir los pasos de mi abuelo, de mi papá. Aquí me voy a retirar. De eso puedes estar seguro.

Luego me presentó orgulloso al padre, quien venía manejando un tractor.

De ninguno de los dos escuché lamento alguno, ni por las limitaciones de petróleo, ni por la falta de fertilizantes, ni siquiera debido a lo complicado del abasto de agua para los pobladores de Bacuranao. Ellos ubicaron un tanque en las alturas de la vivienda y lo llenan con una turbina los días cuando llega el líquido hasta allí.

Como esta familia, hay muchos agricultores que tienen el compromiso de llegar, contra viento y marea a 517 000 hectáreas de cultivos varios en la campaña 2025-2026 en el país, con fecha de clausura en febrero próximo, según datos del Ministerio de la Agricultura.

El peso de los campesinos en ese propósito es esencial, sobre todo por la pericia demostrada de hacer brotar frutos en tiempos complejos.

(Tomado de Bohemia)

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