Científicos cubanos están desarrollando un sistema innovador para la deshidratación de alimentos que aprovecha el calor y la energía solar, una iniciativa dirigida a prolongar la conservación de los productos agrícolas y diversificar su uso en la isla, según reporta la prensa local.
El proyecto, evaluado en esta capital provincial, emplea técnicas de conservación mediante altas temperaturas y enfrenta simultáneamente un reto de índole cultural: introducir en los hábitos alimenticios de la población cubana el consumo de productos resecados, una práctica que no es tradicional en la dieta nacional.
De acuerdo con el periódico Mayabeque, los investigadores involucrados han reconocido la viabilidad de una tecnología de fácil acceso, diseñada con recursos endógenos, que podría ser adoptada por campesinos, cooperativistas y usufructuarios. Este enfoque busca empoderar a los productores locales y se alinea directamente con la estrategia gubernamental de fortalecer la soberanía alimentaria del país.
En las pruebas prácticas de la iniciativa se han utilizado diversos cultivos para demostrar su versatilidad. Se emplearon orégano, flor de Jamaica, ajíes y caña santa. Un resultado significativo fue el procesamiento de yuca desecada, que permitió obtener una harina de mayor calidad para ser utilizada en la elaboración de panes, dulces y otros productos alimenticios.
El deshidratador solar, que incorpora una casa de cultivos tapados, ha sido identificado como un proyecto innovador que ya encuentra aplicación en otras provincias cubanas. En Mayabeque, las autoridades analizan su implementación a corto y mediano plazo, valorándolo como una táctica agroecológica prometedora.
La deshidratación de alimentos es un proceso científico que elimina la mayor parte del agua contenida en los productos para impedir el desarrollo de microorganismos y reacciones químicas. Se trata de una técnica milenaria que ha sido perfeccionada con métodos modernos como hornos de aire caliente, secadores industriales y liofilización.
Para el Instituto Nacional de Ciencias Agrícolas (INCA), la aplicación de esta tecnología tendrá un impacto multifacético. Permitirá conservar los alimentos por más tiempo, reducir su peso y volumen para facilitar el transporte y almacenamiento, y ayudar a mantener sus propiedades nutritivas y organolépticas, todo lo cual se traduce en un impacto directo y positivo para la seguridad alimentaria del país.
Fundado en 1970, el INCA es un centro de referencia nacional e internacional en investigación agrícola, subordinado al Ministerio de Educación Superior. Su misión abarca el desarrollo de tecnologías sostenibles, la capacitación de profesionales y la transferencia de resultados al sector productivo. Entre sus objetivos estratégicos se encuentran el mejoramiento genético de cultivos, la producción sostenible, la formación académica de posgrado y la cooperación internacional, todo encaminado a fortalecer la innovación y el desarrollo agrícola de Cuba.