En un llamado directo a la comunidad financiera global, Gilbert F. Houngbo, director general de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), exhortó a los líderes internacionales a colocar el trabajo decente y la justicia social en el núcleo de sus decisiones políticas, argumentando que unas instituciones laborales resilientes son fundamentales para navegar el actual panorama de tensiones geopolíticas y disrupciones comerciales.
El mensaje fue formulado a través de declaraciones escritas presentadas con motivo de las Reuniones Anuales del Grupo del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional (FMI) en Washington D.C. En su intervención, Houngbo recalcó que las políticas de trabajo decente, que abarcan sistemas de salario mínimo, negociación colectiva y protección social, constituyen la base para un desarrollo auténticamente sostenible e inclusivo.
El máximo representante de la OIT reconoció que se han alcanzado logros notables a nivel global, como la reducción de la desigualdad entre países desde la década del 2000 y la extensión de algún tipo de protección social a más de la mitad de la población mundial. No obstante, alertó que estos avances se ven amenazados por desafíos estructurales de larga data. “A medida que persiste la incertidumbre en la economía mundial, con tensiones geopolíticas cambiantes e interrupciones del comercio, la importancia de construir instituciones que promuevan el trabajo decente para todos es crucial”, afirmó el director general de la OIT.
Los pronósticos de la OIT reflejan un panorama laboral complejo. Se prevé que el crecimiento del empleo global será de apenas un 1.5% en 2025, lo que se traduciría en la creación de 53 millones de nuevos puestos de trabajo, una cifra inferior a los 60 millones que se proyectaban anteriormente. La incertidumbre comercial pone en situación de riesgo elevado a unos 84 millones de trabajadores, concentrados mayoritariamente en Asia y el Pacífico. Al mismo tiempo, el empleo informal sigue siendo predominante, representando el 58% de la fuerza laboral mundial en 2024. “Estas tendencias ponen de relieve los desafíos persistentes para traducir el crecimiento económico en oportunidades de empleo formal y decente”, señaló Houngbo.
Una de las señales más alarmantes de la desconexión entre el crecimiento económico y el bienestar laboral es la evolución de los ingresos. El director general de la OIT destacó que, a pesar de que la producción global por trabajador creció un 17.9% entre 2014 y 2024, la participación de los ingresos laborales en la economía mundial se redujo del 53.0% al 52.4%.
Para ilustrar el impacto de esta merma, explicó: “Si la participación de los ingresos laborales se hubiera mantenido en su nivel de 2014, el ingreso laboral global habría sido 1 billón de dólares más alto en 2024, y cada trabajador habría ganado en promedio 290 dólares adicionales ese año”. Ante esta realidad, Houngbo subrayó la importancia crítica de los sistemas de salario mínimo y de la negociación colectiva para combatir los bajos salarios y la desigualdad.
En su análisis sobre el futuro del trabajo, el director general abordó el potencial disruptivo de la inteligencia artificial generativa, señalando que estimaciones de la OIT indican que casi uno de cada cuatro trabajadores podría experimentar una transformación significativa de sus funciones, con un efecto desproporcionado sobre las mujeres. “Si la adopción de la inteligencia artificial conduce finalmente a la pérdida de empleos o a una complementariedad dependerá de cómo se integre la tecnología, de las decisiones de gestión y –fundamentalmente– del papel del diálogo social entre empleadores y trabajadores en la configuración de su implementación”, señaló.
Para concluir, Houngbo hizo un llamado a una acción política coordinada que se enmarque en un contrato social renovado. “El verdadero desafío no es un conflicto inherente entre los objetivos económicos y sociales, sino la necesidad de una acción coordinada que transforme este posible dilema en una sinergia dinámica y mutuamente reforzada”. Subrayó que un contrato social de estas características, fundamentado en una gobernanza democrática, un diálogo inclusivo y políticas centradas en las personas, proporciona la base institucional y la legitimidad política necesarias para sostener el progreso.